La inseguridad condena al régimen
Todo se tiene que reinventar porque nada está exento de morir. Es cierto que para todo existen etapas. Hubo una época en la que Blockbuster representaba el espacio predilecto de los cinéfilos, pero con la era de la digitalización llegó Netflix para destronarlo del escaparate. Sin embargo, algunas veces no nos cuestionamos por qué hay cosas que se mantienen a pesar de parecer obsoletas. Esto responde más a intereses económicos que a la necesidad de que existan o a que su legitimidad siga siendo invaluable para la crítica y los espectadores.
Eso sucede con las premiaciones como los SAG, los Grammy, los Globos de Oro e incluso los Óscar. Hay quienes quieren deslegitimar, no a la institución, sino a voces como la mía, que no somos expertas pero sí consumidoras. Alegan que nuestra ignorancia nos impide entender lo que significan estas “obras de arte”. Lo cierto es que puedo entender que, para hacer una crítica, se requiere bastante estudio. Pero entonces ¿dónde queda la voz del espectador?
Hablemos de por qué nuestra opinión IMPORTA.
El cine es una relación entre la película y el espectador, una relación en la que otros no son partícipes. En soledad, todos y todas defendemos nuestra verdadera opinión sobre lo que sea (si hacemos el esfuerzo de reflexionar sobre lo que vemos). Tenemos formas distintas de acercarnos a una película o al arte, y pienso que todos, en ese terreno, tenemos derecho a hablar.
Muchos conocemos por primera vez a un actor o a una directora sin haber explorado su filmografía ni saber lo que les pasó “de pequeños”, como si eso justificara o definiera su éxito comercial. Y, ¿qué importa? Lo que estamos viendo es su trabajo. Al igual que tú, yo y todos, somos juzgados por ello, tanto por nuestros iguales en el medio en el que nos desenvolvemos o por quienes desconocen el engranaje de las empresas o instituciones donde laboramos, pero reciben nuestros servicios. Todos tienen ese derecho, aunque no hayan tenido la oportunidad de estar en nuestro lugar. La crítica es algo que todas y todos recibimos, y aprender a gestionarla es mucho más valioso que negarla.
Para mí, el cine no ofrece certezas; no existe lo “mejor” y lo “peor” solo porque un grupo de personas vote por películas que, en muchos casos, ni siquiera llegan a todo el mundo. Sé que esto puede atraerme críticas de “woke”, pero con el tiempo una termina entendiendo que Estados Unidos no es el centro del universo y que el dinero no les da derecho a dictar la verdad, al menos en esta era de modernidad.
Lamentablemente estos premios están profundamente entrelazados (como ha salido a la luz a través del reportaje de LA Times en 2020) con alianzas políticas, sobornos, acuerdos, e incluso decisiones influenciadas por enemistades o relaciones sexoafectivas. Así que ¿Por qué cuentan esas personas con más legitimidad que tú o yo, como espectadores que vemos quizás más de 100 películas al año y que no tenemos relación ni beneficio alguno en lo que vemos, más allá de nuestro propio disfrute del arte? ¿No ven lo que digo? ¿No está acaso más preparado para votar objetivamente ese espectador que un pseudocrítico corrupto? Y en ese sentido creo que la opinión de cualquier espectador es valiosa.
Y al final….
Si yo pudiera votar, votaría para que ganen aquellas películas que a pesar que otras traen de mochila sus campañas millonarias, lograron destacar (La sustancia / Un hombre diferente) tocando temas políticos/personales y sinceramente fueron mis favoritas.
Espero que la animación, tan menospreciada e infantilizada, tenga un soporte especial a la hora de ser aplaudida por la originalidad de transmitir emociones complejas (Flow) y también espero que algunas actuaciones significativas sean aplaudidas por demostrar su verdadero rango y profundidad (Ralph Fiennes, Sebastian Stan, Daniel Caig) y otras que han consagrado enfatizar que sí saben lo que hacen (Angelina Jolie, Isabela Rossellini, Margaret Qualley, Demi Moore).
Algunas han versado alrededor de controversias, y deseo que sean apoyadas por su audacia, por su autenticidad (Cynthia Erivo, Yura Borisov, Ariana Grande) e incluso aquellas que como productoras demostraron su capacidad de liderazgo en historias que importaba contar, que importaba cambiar la narrativa de mujeres que son más que lo que el cuento machista decidió decir de ellas, sobretodo más allá de ganar o perder premios (Lee, protagonizada por Kate Winslet y The Last Showgirl protagonizada por Pamela Anderson).
Ojalá que algunas con las que tenemos más en común dignifiquen su trabajo a través de esta plataforma que si bien es cuestionable, no deja de significar mucho para quienes se dedican a esto y buscan demostrar que nacieron para hacerlo bien (Fernanda Torres, Adriana Paz).
Ojalá mañana las y los espectadores lo disfrutemos, porque para mí unos pocos no tienen la autoridad para definir algo tan apasionante y subjetivo como el séptimo arte.