Hoja verde
Recomendación segunda: Los restos del día
Por Kazuo Ishiguro.
Cuando pienso en Los restos del día no puedo evitar recordar a García Luna, el exsecretario de Felipe Calderón que recientemente fue condenado a más de 30 años en prisión por delitos contra la salud. Particularmente, pienso en las palabras del Juez Cogan al momento de dictar su sentencia:
Usted tiene una doble vida. Usted vestirá muy elegante. Usted podrá decir que respeta la ley y seguro lo cree, pero su conducta es la misma que la de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán”,
No es mi intención abordar aquí un tema político de esa índole, pero sí es mi deber advertir el trasfondo que guarda con la novela un asunto de trascendencia internacional relevante en nuestros días.
La historia de Ishiguro gira en torno a una época bien parecida a la nuestra, en el periodo que suponía el fin de la primera guerra mundial y el comienzo de la segunda gran guerra, ese lapsus conocido como pax armada. Nuestro personaje principal, John Farraday, es un mayordomo veterano en vísperas de su jubilación que recorre Inglaterra para visitar a la Señora Kenton, la antigua ama de llaves de la casa donde experimentó la gloria profesional que marcarían su vida.
La novela oscila en dos tiempos, el presente y el pasado. El conducto metafórico es el viaje en carretera de Farraday que sirve a la intención del autor de mostrar una perspectiva de vida en sus consecuencias finales: el costo de la ambición personal y el enajenamiento por satisfacer la necesidad de autorrealización. Con esto, la distancia del tiempo es brutal con nuestro protagonista, quien asoma al pasado como un hombre humillado.
Durante sus años mozos MrFarraday fue un mayordomo admirado que gobernó la casa de un influyente político inglés, donde se decidían asuntos de extrema importancia para el país y para el mundo entero. El cargo de Farraday era de mayor trascendencia, el lo sabía y lo dotaba de autorrealización,tanto que se dedicó en cuerpo y alma a cumplir cabalmente con todo cuanto se debía hacer. Esto fue su perdición.
Al final de su vida, en la vejez y consumido por la enfermedad, Mr. Farraday comprendió que había servido a un hombre ingenuo, que ayudó al fascismo a expandirse por Europa, que facilitó conductos diplomáticos al nazismo cuya consecuencia resultó humillante para Inglaterra. El país entero sintió la humillación gracias a Mr. Kenton, quien sería recordado con desprecio entre sus compatriotas.
Mr. Farraday perdió a su padre por servir a Lord Kenton. Mr. Farraday perdió el amor por servir a Lord Kenton. MrFarraday dejó su vida por servir a Lord Kenton. Y, al final, quedó la certeza que falló. Falló a sí mismo y la voz interior que le sugería que trabajaba para algo grande y bueno. Falló a su deseo de ser ese mayordomo inigualable, fundamental en las horas profundas donde se decidía el futuro del mundo. Mr. Farraday falló y no lo queda más que aceptarlo al final de su vida, cuando ya nada se puede hacer.
No me gusta hablar de metáforas puesto que el brillo de la literatura es la construcción del relato, no el objetivo del mismo. Pero si hay alguna en esta historia es la siguiente: Cuida tu alma, odiarías convertirte en un García Luna, en un Mr. Farraday, o en cualquier cosa que haya vivido y que se haya avergonzado de esa vida.
Clasificación: Desoladora.