Propuestas y soluciones
Coronavirus especulativo
Nada hay tan complejo como el ser humano. Es agente social, pero al mismo tiempo individual. Es un ser racional pero igualmente le dominan las emociones y los sentimientos. Así como puede ser noble y bondadoso en un caso en otro es vengativo y avaricioso.
A raíz de la expansión del coronavirus, el pánico, en sus diferentes formas está terminando por apoderarse de los mercados mundiales.
México no podría ser la excepción. Apenas de confirmó el primer caso de la enfermedad en el país y se desataron compras de pánico en diferentes ciudades del país.
No se trata de menospreciar a los impactos de este padecimiento. El pánico económico desatado es uno de los factores que hacen extraordinariamente difícil la recuperación a menos que haya un verdadero “milagro”. Será una crisis larga, al menos hasta el verano, y que se puede extender a más de un año.
Los hechos demuestran que los mercados son irracionales. Aunque deberían ser más racionales, en el fondo se rigen por las mismas emociones que tienen las personas, porque son ellas las que configuran los mercados. Así que hasta que no se tranquilice la situación los mercados van a seguir bajando y las compras de pánico seguirán ocurriendo.
A la luz de los números fríos, existe una sobredimensión del problema de salud que se enfrenta a nivel mundial y que nació de la infravaloración la incidencia del COVID-19 y su capacidad expansiva. Se comenzaron a tomar medidas tarde, se expandió con mucha rapidez. Eso no se puede negar.
La realidad es que, al cerrar esta entrega, en China habían reportado 78 mil 824 infectados. Los muertos llegan a 2 mil 788 y los dados de alta son ya más de 36 mil.
Proporcionando las cifras, se puede afirmar que el índice de mortandad en el foco de la infección llega al 3.5 por ciento de los enfermos y quienes recuperaron su salud son casi la mitad.
A medida que pasan los días, baja la tasa de infección y el ritmo de mortandad. Esto a pesar de que hubo una respuesta tardía de la burocracia, aunque después aceleraron el paso con la disciplina militar de su gobierno totalitario.
Si atendemos a considerar la población total del gigante asiático, hablamos de mil 400 millones, los 79 mil infectados apenas es el 0.0056 por ciento de la población. Es probable que la cifra aumente, pero muy difícilmente llegará siquiera a una centésima de un punto porcentual, a menos que existe omisión ante el padecimiento del mal, lo cual no ocurre.
El país con más infectados después de China es Corea del Sur que tiene 2 mil 22 enfermos y sólo han muerto 13.
En Singapur hay 96 infectados y la mayoría están aliviados, hasta hoy no hay ningún muerto y la policía tiene perfectamente identificados a todos quienes tuvieron algún contacto con los enfermos.
En Italia dejarán de ir al futbol y perderán turismo en su zona más desarrollada del norte del país. Controlarán el problema.
En México, unas horas bastaron para generar una compra de pánico en diferentes ciudades, aun cuando los casos de contagio confirmado están focalizados. Atendiendo a las cifras son, cuatro casos confirmados en una población nacional que rebasa los 120 millones de habitantes.
No solo es el vuelco de los consumidores en las tiendas y farmacias, sino las maniobras especulativas que explican el desabasto inmediato y la adquisición de productos de poca o nula eficacia para impedir el contagio.
El propósito no es afirmar que debamos confiarnos ni dejar de tener en alerta a todos los servicios públicos y privados de salud. Se puede concluir que entre más desarrollado y disciplinado es un país, mejor oportunidad tiene de enfrentar una epidemia.
La presencia y expansión del padecimiento obliga a actuar con prudencia, pero no con alarmismo e irracionalidad. Todo está conectado y la solución no se debe limitar a estímulos fiscales: debería ser global, un conjunto de medidas no solo económicas, sino también de comercio, movimiento de personas, seguridad, etc.
Los factores psicológicos de este miedo no se van a solventar tan fácilmente, solo con medidas de estímulo económico. Estos factores son muy difíciles de gestionar.
El fenómeno de la globalización económica ha conseguido que todos los elementos racionales de la economía estén interrelacionados entre sí debido a la consolidación de los oligopolios, la convergencia tecnológica y los acuerdos tácitos corporativos.
Los efectos económicos de la epidemia se perciben especialmente en las drásticas medidas que las autoridades y las empresas se ven obligadas a tomar para evitar una mayor expansión de la enfermedad, ya sea restringiendo viajes de negocios o cerrando plantas.
En el mundo al revés, se premia a la especulación y se castiga al trabajo, diría la abuela.