México ante su mayor amenaza
Van 43 y nada
Transcurrieron ya 43 meses después del caso Ayotzinapa que dio como saldo la desaparición de 43 estudiantes de la normal Isidro Burgos y los esfuerzo por aclarar lo ocurrido termino por ser infructuoso para impedir que se repita una tragedia como la ocurrida en Igual.
En fechas más recientes tres estudiantes de cine en Guadalajara fueron desaparecidos y desintegrados en ácido. Un especie de refrito de lo ocurrido en Guerrero, con las proporciones guardadas.
Aún cuando la desaparición de los 43 estudiantes provocó una fuerte reacción emocional en la sociedad mexicana, debemos concluir que en México no nos faltan más que 43, nos faltan miles y la proyección puede ser preocupante: los mexicanos estamos desapareciendo en medio de una guerra informal.
Con anterioridad a los hechos de Iguala y después de ello, en México hemos vivido una serie de tragedias sin resolver.
En los dos meses siguientes a esos hechos dramáticos, se develó una realidad que hasta entonces pareció imperceptible: Guerrero es una gran fosa con cadáveres que no han sido identificados.
Pero no ha terminado por resquebrajarse la indiferencia social e institucional que prevalece sobre este tema
Aunque un par de meses después de los hechos de Iguala, el presidente Peña presentó un decálogo para garantizar que no volvieran a ocurrir hechos como la desaparición de los normalistas, tales como una ley para prevenir la tortura y una ley general para prevenir las desapariciones que hasta la fecha no se han implementado este tipo de figuras legales.
Hasta el día de hoy, la Ley general de tortura sigue estancada en la Cámara de Diputados, mientras que la Ley General de Desapariciones Forzadas ni siquiera ha sido aprobada en una primera minuta por el Senado. La respuesta del Estado mexicano frente a los hechos de Iguala aún está pendiente. El gran cambio estructural en México, no termina por ocurrir.
Durante este tiempo la investigación se ha enredado tanto que la información al respecto se ha vuelto abrumadora. Hay tantas versiones, a veces contradictorias, que resulta laberíntico resolver cuándo ocurrió tal cosa, cómo ocurrió y dónde. O qué pasó justo después con cada uno de los implicados. Hasta la fecha se han detenido a más de 120 sospechosos, pero no se ha emitido ninguna sentencia condenatoria. Y solo cuatro están acusados de homicidio, tentativa de homicidio y ninguno por desaparición forzosa.
El Estado se ha vuelto cada vez más impúdico a la hora de violar los derechos humanos al mismo tiempo que la sociedad mexicana ha ido normalizando casos graves.
La protesta social por la situación del país no ha logrado expandirse y convocar a otros sectores sociales, pues prácticamente son los mismos grupos los que se han venido movilizando desde entonces. En parte por la cooptación con fines de rentabilidad política de ciertos grupos extremos.
Está muy lejos que eso motive a una movilización política de amplio alcance porque la sociedad está todavía muy adormilada, dado el profundo proceso de despolitización a que ha sido sometida y aquí hay dos interés que convergen, la rentabilidad política que obtienen ciertos grupos y las formas de dominación de la clase gobernante.
Cuando las instituciones son incapaces de garantizar la vida e integridad de la ciudadanía y el acceso a la verdad y a la justicia cuando son afectadas las primeras, estamos ante una falla estructural.
La injusticia es una madre que solo puede parir hijos dignos de ella, diría la abuela.