Hoja verde
Entre la libertad y el negocio
La celebración del día de la Libertad de Expresión promovido por la UNESCO se dio en un contexto sumamente crítico. La actividad, como muchas otras, se encuentra sacudida por la pandemia del coronavirus y plantea retos en diferentes órdenes.
Desde 1993, el 3 de mayo es una fecha en la que se celebran los principios fundamentales de la libertad de prensa. El propósito es evaluar la libertad de prensa a nivel mundial, defender los medios de comunicación de los ataques sobre su independencia, así como de rendir homenaje a los periodistas que han perdido sus vidas en el desempeño de su profesión.
El coronavirus constituye un riesgo adicional a los que enfrentamos quienes nos dedicamos a esta profesión. La epidemia ya ha cobrado decenas de víctimas en el mundo y por lo menos dos, documentados en México. Y es que la noticia no ocurre entre cuatro paredes ni la red. Para que se refleje en estos medios electrónicos, alguien debe estar reporteado, cubriendo el evento. No solo conferencias de prensa, hay que estar en los puntos de tensión, recabando testimoniales de médicos y de enfermos posibles y confirmados, por lo menos. La cobertura implica correr los riesgos de contagio.
Pero además hay otro aspecto: En un momento en el que la información es crítica para salvar millones de vidas, los medios de difusión enfrentan, por un lado, la ardua batalla de cubrir una epidemia que cambia segundo a segundo; por otro, el efecto colateral de la crisis de salud pública en la economía.
Como en la gran mayoría de los casos, ya existían ciertos elementos que dificultaban la vida del periodismo y se han visto agravados por la pandemia, por ejemplo uno es el hecho de estar en un sector económico débil, trabajar en condiciones aisladas o, como en el caso tanto de México como a nivel local, estar dominados por la confrontación bipolar que se da en la lucha por el poder.
Y es que, en principio los medios de comunicación son medios como tales, instrumentos de información y propaganda, pero bajo ciertas circunstancia domina el odio y la irracionalidad. Más aun cuando, en este caso, las partes en conflicto promueven el odio, la diatriba, y la descalificación. Se ofrece entonces rumor y datos de muy dudosa veracidad. Se deteriora la calidad de la información.
El público, las audiencias son selectivas por naturaleza. Eligen seguir a aquellos periodistas o medios que muestra afinidad en preferencias políticas o de otro tipo con las suyas. Cuando los medios dejan de hacerlo, el público deja de frecuentar ese canal. Este hecho se lo pasan por alto los propietarios de los medios por razones obvias. Hay otro sector que busca calidad de la información ante todo y también deja de consumirla en un medio cuando considera que ha perdido ciertos atributos.
En el caso nacional y local, han ocurrido reducciones en los prepuestos de publicidad y propaganda públicas y privadas. Sin ingresos de la publicidad de empresas locales y con la cancelación de eventos públicos, el futuro de las publicaciones impresas de menor formato depende ahora de una vertiginosa –y, frecuentemente, obstaculizada– transformación a lo digital que en otras circunstancias habría llevado meses.
Pero aun en este caso, hay plataformas digitales que comienzan a abatir costos mediante la reducción de las plazas de empleo.
Las visitas los sitios electrónicos periodísticos dependen del acceso a la información. Es muy reducido el número de lectores dispuestos a pagar por recibir noticias.
En suma, dependiendo de redes comunitarias para su subsistencia, los pequeños medios de comunicación en todo el país se están viendo amordazadas por algo peor que la censura: la clausura de la economía de base. Y es que en estos momentos quienes están en condiciones de pagar por espacios de publicidad y propaganda llevan como condición alentar la confrontación, la polarización, generar el odio, minar las intenciones de voto y no ofrecen información.
No importa que haya información generada de técnica y científica, tampoco que desde el inicio de la crisis sanitaria esta se encuentre disponible en un sitio virtual. Se busca hacer la nota a partir el dato estadístico sin sustento lógico, el hecho más candente sin contexto, todo con tal de generar falta de credibilidad en uno y otro bando, en primera instancia y obtener utilidades en la segunda.
Que las empresas periodísticas modestas puedan competir en este nuevo escenario contra medios de mayor fortaleza económica, es una batalla de David contra Goliath.
Mientras gigantes como Facebook parecen dar un espaldarazo a la industria del periodismo local, con una inyección de hasta 100 millones de dólares para “acercar aún más el mundo”, la realidad es que es precisamente la monopolización de la información lo que ha estrangulado nuestro pequeño ecosistema.
El periodismo tiene un importante papel de vigilancia, dando información a los ciudadanos, empujando a los gobiernos a la transparencia en cuanto a las medidas, los compromisos que asumieron. Los retos que plantea enfrentar la pandemia implican, además, nuevos procedimientos de cobertura, análisis e interpretación pues se trata de un hecho médico científico y para entenderlo es necesario una formación diferente del periodista y de otros criterios por parte de las empresas.
Es en ese contexto que se celebró el Día Internacional de la Libertad de expresión.
Cuando el dinero puede más que la verdad, se construyen riquezas perversas a costa de la ingenuidad, diría la abuela.