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Teléfono rojo
Popular sin proyecto
Desde 1988, el sistema político de México entró en una fase de la crisis que no ha podido superar.
La paradoja es que esta nueva fase aparece en el momento en que culmina una tercera generación de reformas que perfecciona el entramado institucional y jurídico de la democracia liberal representativa, pero que no logra mejorar la satisfacción ciudadana con ella.
A lo largo de su historia, el sistema político partidista de México ha estado caracterizado porque la voluntad de los electores ni era respetada, ni las reglas del juego estaban claramente establecidas y, por ende, ningún partido distinto al del régimen, tenía la posibilidad real de obtener triunfos suficientes para ser un contrapeso efectivo. Además de la subordinación de los poderes Legislativo y Judicial a una sola figura concentradora del poder: el presidente de la República.
La característica principal de la crisis del sistema radica en que tiene su origen al interior de la estructura de poder, sobre todo de los sectores invisibles del sistema.
En una primera fase de la crisis que enfrentó el sistema político mexicano estuvo caracterizada porque fue contra el PRI: Desde mediados del XX, las movilizaciones de ferrocarrileros, los médicos, el magisterio, los estudiantes entre otros episodios.
Incluyendo la ruptura de 1987 cuando entró contradicción al tener al PRI como depositario del ideario de la Revolución Mexicana y aun candidato y a la postre presidente con un proyecto antagónico al de la Revolución y al del partido.
Los gobernadores se han alejado del control autoritario del centralismo presidencialista y han construido virreinatos, repúblicas separatistas o califatos.
La crisis del sistema-PRI ha sido acumulativa, comenzó formalmente en 1968 y llegó a su piso en el 2006 cuando quedó en tercer sitio de las elecciones presidenciales.
Para entender la democracia en el Estado de Guerrero, se debe tener, como punto referente, la misma que existe en el ámbito nacional.
Lo que hoy tenemos es una expresión de la crisis del sistema político partidista que Morena no ha terminado de instaurar. La respuesta a la convocatoria para definir a un candidato al gobierno de Guerrero pone de manifiesto los elementos que la conforman.
La disputa sin reglas por el liderazgo del partido Morena no parece preocupar a nadie, y menos a su fundador.
Se trata de un partido carismático o dependiente del carisma de su líder, no de sus propuestas políticas, ni de ideas aglutinadoras vía proyectos de gobierno. Su “fundación se debe a la acción de un único líder” y se “configura como un instrumento de expresión política” de ese líder.
El problema estalla como crisis cuando el partido nace del seno del líder carismático y depende de él, pero no puede entrar en un proceso de institucionalización porque no se creó para ser un partido propiamente dicho sino que se agota como base de movilización social y electoral del líder. Ahí justamente se localiza el partido Morena en estos momentos; al final de cuentas la centralización del líder no puede competir con los militantes.
Y así ocurre a nivel estatal. La inscripción de 18 suspirantes para ser abanderados de Morena en Guerrero no es una expresión democrática, es una pugna intestina de poder. Es una confrontación de popularidades, de estructuras electorales, carentes de un ideario político e incluso de un proyecto alternativo para la entidad.
Guerrero se encuentra en una encrucijada de crisis. La sanitaria a consecuencia de los niveles de contagio y de muertes por el Covid 19, y la económica agudizada por la primera. El modelo de desarrollo sustentado en el turismo requiere de las transformaciones radicales, y no hay propuesta al respecto. La de seguridad pública, aun cuando es jurisdicción federal, la inestabilidad y las muertes son locales.
Los disputa real por la candidatura entre Félix Salgado Macedonio y Luis Waltón y el único factor podría decirla es la popularidad más no la viabilidad de proyecto político alguno.
Morena nació del útero del PRD y este fue un clon del PRI, cuando el PRI había perdido base militante e identidad propia; el PRD quiso restaurar al viejo PRI cardenista y Morena solo fue una estructura electoral para la candidatura presidencial de López Obrador. El dilema de Morena radica en dar el salto cualitativo a un partido de militantes sin pasar por un proceso de consolidación de los seguidores en propiamente militantes o ser vencido por la personalidad única del líder y sus decisiones personales que no necesitan de la estructura del partido para expandirse en la sociedad.
La opción sería entrarle a un proceso de institucionalización de la militancia y sus intereses, aunque con la desviación tradicional de todos los partidos hacia grupos de poder internos, tribus o corrientes que de modo natural le disputarían influencia al líder en las decisiones.
Mirar a los espejos, siempre distrae la atención de los problemas, diría la abuela.
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Fuente:
Breve Historia del sistema político mexicano. Sinfopress