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Insensato regocijo
Migración expectante
Después de la política de mano dura de Trump, todo apunta a que habrá un nuevo comienzo en política migratoria. Estados Unidos, continúa siendo el sueño para muchos latinoamericanos necesitados.
Joe Biden prometió un enfoque más humano en política migratoria. El mismo día de su toma de posesión, el nuevo presidente estadounidense ordenó frenar la construcción del muro con México y la preservación y refuerzo del programa DACA, que protege temporalmente de la deportación a los “dreamers”, jóvenes que fueron llevados a EU siendo niños.
Son pasos ambiciosos, absolutamente necesarios para empezar a desmantelar a la administración de Trump pero no para poner fin a estos desequilibrios.
Los movimientos migratorios hacia Estados Unidos han sido parte de la proyección propagandística del ” Sueño Americano” del cual, numerosas personas con un afán de aventura, oportunidad o necesidad financiera han partido hacia el país del Norte esperanzados por obtener satisfactores económicos que les permitan el sustento familiar.
El flujo migratorio centroamericano que pasa por México con destino a Estados Unidos mantiene un crecimiento constante. Cada vez es mayor el porcentaje de mujeres, adolescentes, niñas y niños que engrosan ese flujo. Pese a las distintas medidas de las autoridades migratorias para tratar de controlarla, la transmigración centroamericana sigue su marcha y engrosamiento, aunque circunstancialmente afectada por los huracanes y otros desastres climáticos que desde finales del 2005 en adelante han dañado las vías públicas de comunicación, particularmente en algunos lugares estratégicos del sur–sureste mexicano.
El problema no es reciente. Luego del establecimiento de la United Fruit Company en Centroamérica para la creación de fincas bananeras y de los ferrocarriles IRCA; se inicia la emigración hondureña asentándose principalmente en el estado de Louisiana en donde se estiman 200 mil personas.
Los cambios políticos de los años 50′, 60′, 70’s provocaron un éxodo masivo de guatemaltecos y salvadoreños situándose en los Estados del Sur, principalmente en California.
Con la agudización de las guerras civiles en Guatemala, El Salvador y Nicaragua (1970-1990); se produjo una verdadera diáspora de centroamericanos, siendo los lugares de elección, California, Illinois, New York y Miami para los Nicaragüenses.
Mientras las viejas carencias y limitaciones de los esquemas socioeconómicos centroamericanos siguen alentando la emigración y el envío de remesas desde Estados Unidos, el paso por México se vuelve cada vez más importante para los transmigrantes, para los limitados círculos sociales que les apoyan, para las crecientes organizaciones delictivas que con ellos lucran, para las instituciones bancarias y su ampliada red de servicios financieros y para las inconsistentes instancias públicas que procuran que la migración internacional ocurra conforme a las disposiciones legales correspondientes.
Consideraciones de seguridad nacional, combate al tráfico de drogas, a la trata de personas y, con menores perspectivas, de fomento al comercio con países del Istmo centroamericano y la reglamentación de un mercado laboral regional del sur de México con Guatemala y Belice forman parte del espectro migratorio actual.
A ciencia cierta, no hay manera de demostrar estadísticamente que el flujo transmigratorio centroamericano ha crecido y sigue creciendo; tampoco hay manera de demostrar que ha decrecido. En ambos extremos hay apreciaciones, en buena parte producto del valor relativo de agentes institucionales y sociales diversos con sus condicionamientos de lugar, participación, interés, perspectiva y acceso a expresiones específicas, directas o no, de los flujos migratorios bajo observación.
Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), se calcula que entre 400 mil y 500 mil personas entran irregularmente por la frontera sur de México cada año, y que al menos la mitad de ellas podría necesitar protección internacional en calidad de refugiadas.
Muchas de estas personas proceden de El Salvador, Honduras y Guatemala, algunos de los países más peligrosos del mundo. Huyen a causa de las situaciones de violencia y falta de protección gubernamental en sus países, pero muchas veces son detenidas en territorio mexicano sin que se conozca nada sobre su situación legal en México.
Este conjunto de diversos intereses, participaciones y expectativas muestran la existencia concurrente y simultánea de procesos sociales e institucionales diferentes para los cuales no hay respuestas únicas ni tiempos únicos de respuesta.
Las dimensiones del problema definen ya una crisis humanitaria resultando de los modelos de desarrollo económicos aplicados. Flexibilizar leyes y disposiciones presidenciales solo suaviza el problema, pero no lo resuelve.
Lo que ocurra en los tiempos venideros tendrá que tomar en cuenta esta diversidad de eventos en el espacio de tránsito mexicano y, en particular, por las rutas migratorias que vinculan las ilusiones del sur con las realidades del norte. De ese transitar, sus actores principales, peripecias, solidaridades, dramas y abusos se da cuenta en el presente artículo.
Sin respuestas a los problemas, la esperanza es solo una posibilidad, diría la abuela.