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Se reúnen diputados de Guerrero y alcaldes para fortalecer coordinación
Violencia sin transformación
Las normales se han convertido ya en un caldo de violencia y que mejor que cerrar el capítulo normalista en el contexto político de la 4T, donde se deben romper las inercias del pasado y no perpetuarlas.
Si el compromiso es genuino, la 4T y sus representantes en el poder, deben asumir, costos y riesgos de concluir el episodio más oscuro del normalismo sindical, violento, contestatario, irrespetuoso, que no entiende de razones, que sólo devora recursos públicos para violentar a la autoridad a costa de la ciudadanía.
No puede negarse que en algunos casos hay demandas justas del movimiento normalista, pero se ha elegido como forma de protesta el vandalismo.
El vandalismo se traduce como la agresión, generalmente en grupo, con el fin de producir de forma voluntaria y gratuita daños materiales. Este tipo de violencia se proyecta sobre el mobiliario, paradas de autobús, vehículos públicos y privados, cabinas telefónicas, fachadas de edificios y, en definitiva, sobre todo aquello que se ponga o interfiera en su camino.
El vandalismo no respeta la propiedad ajena, llegando al deterioro e, incluso destrucción voluntaria de monumentos u obras de gran valor, también de propiedad privada como vehículos, saqueo de tiendas de autoservicios, comercios.
La violencia engendra más violencia, la violencia por parte de los de siempre, de los que nada les gusta, nada les calienta, todo está mal menos lo que ellos dicen.
Otra característica es la victimización. No obstante que incurren en acciones que constituyen un delito se dicen reprimidos y afirman que se violentan sus derechos humanos.
En la Región Pacifico Sur es donde las movilizaciones normalistas han tomado esta característica, y no es de fechas recientes. En general se ha ido tejiendo un entramado entre normalistas y magisterio disidente (CNTE) y se han ido organizaciones políticas extremistas.
Desde 1935, las normales rurales se agruparon en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM). Dicha organización militaba en la Confederación de Jóvenes Mexicanos (CJM), sector juvenil del partido oficial desde 1939.
Después de 1956 en varias normales rurales creció la inconformidad frente a la pasividad con que la CJM abordaba los problemas de esas escuelas y desde 1961 se conformaron dos grupos, el primero que apoyaba a Lucio Cabañas de Ayotzinapa, Guerrero, y el segundo a Antonio Valtierra, de Salaices, Chihuahua. La división se dio en el Congreso de El Mexe cuando Cabañas salió electo secretario de la FECSM, y el grupo perdedor formó el Consejo Nacional Permanente (CNP).
Hoy la FECSM mantiene el autogobierno y la disciplina, y puede vetar a alumnos y maestros que se insubordinen. En la práctica, se traduce en la expulsión de la escuela.
A partir de 1968, durante el periodo de Díaz Ordaz, se inició un proceso de desaparición de desaparición de las normales y esta ha sido una de las principales banderas.
En el caso de Chiapas, las normales de Mactumactzá y Jacinto Canek han mantenido movilizaciones desde la década de los 80 argumentando que el gobierno federal pretende su desaparición. Desde el 2000 las movilizaciones comenzaron caracterizarse por la violencia
En el caso de Guerrero existen 17 Escuelas Normales Rurales, y solo la “isidro Burgos” (Ayotzinapa) se ha caracterizado por acciones violentas. De ahí emanaron Genaro Vázquez y Lucio Cabañas. Pero desde el 2000 se iniciaron movilizaciones violentas y vandálicas cada vez con mayor intensidad.
Los hechos del 12 de diciembre del 2011 y del 26 de septiembre del 2014 más el rechazo a la Reforma educativa del 2013 han incentivado las movilizaciones de protesta cada vez más violentas.
Han incluido el lanzar bombas molotov sobre edificios del Congreso del Estado, la Secretaria de Educación y gasolineras, además del saqueo de comercios y vehículos de algunas tiendas.
En Michoacán las normales de Tiripetío y Cherán, son las que han nutrido la movilización normalista. En 2012 el estado creó una agencia especializada en robo y agravio, la cual, en el 90 por ciento de los casos ha procesado a normalistas por llevar a cabo retenciones de unidades de transporte público y empresarial.
Siempre han manifestado su vinculación con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) del estado de Michoacán, y han participado en los bloqueos a las vías férreas en la entidad.
En Oaxaca, bajo la organización de la Coordinadora Estudiantil Normalista del Estado (CENEO) se ha efectuado diversas manifestaciones violentas. En 2006 se integraron a Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO) y en 2013 a las protestas de la CNTE en contra la Reforma Educativa de Peña Nieto. Las movilizaciones han continuado en los últimos años.
El vandalismo, y el caos y desconcierto con que se manifiestan, tiene que ser ampliamente rechazado. El bloqueo de vidas, los ataques a la Policía, a los comerciantes y a la infraestructura pública no son admisibles cuando se habla de una transformación social que garantice los derechos humanos.
La violencia es un animal incontrolable, que suele terminar atacando a quien la desata, diría la abuela.