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Se reúnen diputados de Guerrero y alcaldes para fortalecer coordinación
Buscando mejor vida, encontrando muerte
La agenda bilateral de México y Estados Unidos está hecha de muchas urgencias, pero ninguna como la migración determina la relación cotidiana entre los dos países.
La crisis en la frontera, donde las autoridades estadounidenses detienen a más de siete mil personas cada día, mantiene tenso el diálogo tanto con la Administración de Joe Biden como con los gobernadores republicanos partidarios de la militarización de los controles.
La situación se ha hecho insostenible y obliga a Washington a definir sin más dilación un marco regulatorio, para lo cual necesita a México.
Las condiciones que llevaron a decenas de seres humanos —incluidos varios niños— a amontonarse dentro de un camión, sin agua ni ventilación adecuada, no son responsabilidad exclusiva del presidente estadounidense. Es un fracaso compartido por muchos actores regionales, incluido el propio gobernador de Texas, quien ha hecho de la deshumanización de la comunidad migrante una estrategia política recurrente.
La muerte de 53 personas migrantes en un tráiler abandonado cerca de San Antonio, Texas, es una de las mayores tragedias en la historia de México y Estados Unidos.
La cobertura mediática se concentra en la identidad de las víctimas, las reacciones de enojo de la comunidad mexicana residente en Texas y los cuestionamientos sobre la forma como el vehículo, con 67 personas escondidas en la caja, superó los estrictos controles migratorios que hay en la frontera.
El tema inclusive desató un predecible debate político pues en noviembre próximo se renueva una parte del Capitolio y el Senado estadounidense. Pero hay mucho más que el escándalo mediático y el pleito electorero. La tragedia muestra los cambios en el flujo migratorio en la región, después que amainó la emergencia sanitaria por la pandemia de Covid-19.
Las tendencias migratorias actuales provienen de un incremento en el número de migrantes mexicanos en Estados Unidos, la violencia en muchas regiones del país y la inestable economía nacional. Entre 2020 y 2021, durante un alarmante aumento de homicidios, el número de personas desplazadas por la violencia en México se cuadriplicó. La economía sigue estancada. La combinación de estos factores, dejan a muchos cada vez más desesperados por hacer la precaria odisea hacia y a través de la frontera.
La Región Pacifico Sur nutre los flujos de personas que van en busca de mejores condiciones de vida hacia el vecino del norte. Las cuatro entidades que la integran tienen un nivel de migración de entre medio y alto y en ellas hay un ambiente de violencia y pobreza que constituyen las principales causas del éxodo.
Se tenían registradas casi 827 mil matrículas consulares, de las cuales, 53.5 por ciento era de personas mexicanas originarias de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas y otras entidades.
En el caso de California, 49.4 por ciento de la población migrante proviene de los estados de Michoacán (16.1), Oaxaca (10.4) y Guerrero (9.4); entidades que, como es de suponerse, también son importantes receptores de remesas en México.
Los jóvenes chiapanecos se las han arreglado para construir sus proyectos migratorios en un contexto marcado por condiciones sociales inestables y fragmentarias, que los han obligado a cambiar de trabajo y residencia de manera permanente y a vivir en medio de la incertidumbre y el riesgo.
Los guerrerenses son una comunidad de mexicanos en los Estados Unidos, están distribuidos en Arizona, California, Texas, Nuevo México, Nevada, Florida y Alabama.
Los michoacanos son la comunidad de mexicanos más numerosa y son una de las principales comunidades de mexicanos en los Estados Unidos, están distribuidos principalmente en los estados de California, Texas, Nuevo México, Nevada, Colorado, Oklahoma, Oregon, Indiana, Illinois, Georgia, Wisconsin y Nebraska, aunque hay presencia michoacana en todos los estados de los Estados Unidos.
Los oaxaqueños son de las principales comunidades de mexicanos en los Estados Unidos, están distribuidos en California, Arizona, Texas, Nuevo México, Nevada, Georgia, Illinois y Washington.
Los oaxaqueños en los Estados Unidos han enriquecido el panorama lingüístico de este país, ya que un porcentaje alto de migrantes oaxaqueños son de origen indígena, los cuales siguen manteniendo muchos de sus vínculos ancestrales dentro de las comunidades que han formado.
Algo más que revela el incidente en Texas es el fracaso de la estrategia de contención fronteriza que, desde hace décadas, se aplica en la región por presiones de Estados Unidos.
Definir la migración como un problema de seguridad nacional no impide la movilidad de las personas, e inclusive se convierte en un incentivo para las bandas de tráfico humano.
El problema se agrava en estos tiempos, cuando al impacto de la pandemia se suma la crisis por la guerra en Ucrania, que provocó el encarecimiento de combustibles y alimentos, por ejemplo.
En el caso mexicano se suma la violencia imparable en algunas regiones del país, entre ellas varias de las que tradicionalmente son origen de migrantes a Estados Unidos. Esto aumenta el peligro para miles de personas que no encuentran más alternativa que emprender el viaje al norte.
A pesar de los crecientes esfuerzos por aumentar la colaboración, la región aún carece de la capacidad de coordinar una respuesta que respete los derechos y que gestione de forma eficaz y humana el flujo de personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo. En lugar de ello, los gobiernos han dado prioridad a la seguridad de las fronteras y al control migratorio, obligando a migrantes, refugiados y solicitantes de asilo a enfrentarse a graves peligros durante el tránsito y al riesgo de ser devueltos en cualquier puesto de control.
Hay quienes apuestan a morir por un sueño, diría la abuela.