El presupuesto es un laberinto
Se asoma otra tormenta
Durante la semana anterior, civiles armados irrumpieron en las comunidades de La Laguna, municipio de Eduardo Neri, y Los Morros, Leonardo Bravo, asesinaron a un policía rural, hirieron a dos hombres y quemaron cuatro vehículos cerca de Xochipala.
La respuesta de las autoridades de gobierno se inscribió en el mismo esquema con que se han tratado estos eventos de violencia: reforzar la presencia policiaca y militar.
El hecho no es aislado. Las incursiones armadas y emboscados a elementos policiacos, se viene repitiendo desde 2016 con diferentes consecuencias
El ataque armado, obliga a reconsiderar la violencia que se ha vivido en la entidad y la posibilidad de modificaciones a la estrategia para combatirla, según los anuncios de la administración federal que está por entrar en funciones.
Guerrero ha figurado en diferentes momentos como la entidad más violenta, y el aumento de asesinatos y cadáveres encontrados en fosas clandestinas ha sido notorio.
Existen intereses políticos que están permitiendo que la delincuencia juegue un papel importante en cuanto a generar tensiones, generar terror primero para garantizar el avance del modelo de desarrollo económico, en segundo lugar para infundir miedo hacia el cambio y ahora para generar episodio de ingobernabilidad o desestabilización.
En el caso de Guerrero, lo que va quedando es que más que una guerra entre carteles o súper bandas del narcotráfico, se viene fraguando una guerra civil interna que se va alineando con episodio que de manera análoga están ocurriendo en el resto del país.
En un primer nivel, esa guerra civil es de carácter económico. Los cárteles y las súper bandas del narcotráfico tienen tras de sí interés transnacionales. El mercado del narcotráfico es global.
Cuando Andrés Manuel López Obrador habla de seguir ahora al dinero, antes que los capos, deja entrever que está dimensionando de otra forma el problema.
La lucha armada se da en las calles de las ciudades que son mercados o puntos de ruta el tráfico de la droga. Hasta ahora lo que hemos vivido ha sido la confrontación entre grupos armados dentro de un estado, o entre un grupo armado y el mismo Estado.
Pero hay otra lucha que tiene lugar en los mercados de valores, en la inversión directa de diversos segmentos económicos.
Los grupos criminales funcionan como empresas altamente diversificadas y se dedican a actividades como la venta de seguridad, y conviven con grupos armados no criminales que han desarrollado sistemas de seguridad y justicia diversos (policías comunitarias y autodefensas). En algunos casos han desarrollado instituciones paralelas que, en términos territoriales y administrativos, terminan por erosionar al gobierno.
Si ahora la estrategia atacara las fuentes de financiamiento y depósitos de dinero, no debe descartarse que estos grupos van a responder como están acostumbrados a hacerlo. Es decir, por si solo ese cambio no implica disminución de la violencia.
Por otro lado y dada imbricación de estos capitales con segmentos económicos, su paralización también tendrá repercusiones en otros ámbitos pudiendo llegar a fuertes alteraciones en los ciclos de la actividad productiva.
Se trata de un escenario en el que los diferentes grupos armados no institucionales se confrontan en algunas ocasiones, pero en otras se entremezclan, dando lugar a una complejidad no menor que posiciona al estado como uno de los más violentos del país en los últimos años, y a Acapulco, su puerto principal, como la segunda ciudad más violenta del mundo.
A lo largo de los años ha habido tantas guerras como enfermedades y las dos nos toman por sorpresa, diría la abuela.