En el juego
El eterno plan del sur
A lo largo de la historia del país, la estructura regional ha sido solo un referente más académico que real. No hay institucionalidad regional y por lo mismo tampoco trabajo de campo en ellas. La región solo existe en los documentos, no en la interacción política y económica y muchos menos en la administración de gobierno.
Aunque el Pacto Oaxaca tiene un mínimo de novedades, es la primera ocasión en que el gobierno de la 4T se apoya en una visión de región para disminuir las desigualdades del desarrollo en el país.
Durante el primer semestre del año, el gobierno actual hizo planes y proyectos para una porción del país, la cual en otro momento, incrementó con Guatemala, Honduras y El Salvador generando una demarcación geográfica que concentraría inversiones públicas y privadas para construir un nuevo polo de desarrollo.
Hace algunos años El Colegio de México trazó la división regional del país no solo a partir de la geografía sino de las características comunes en lo económico, lo político y lo social, complementadas con las simetrías culturales.
De acuerdo con la conceptualización del Colegio de México ya descrita, la región sur del país, está integrada por Guerrero, Oaxaca y Chiapas. En términos sociodemográficos son las entidades más pobres del país.
Tanto en el Plan Nacional de Desarrollo, como en el programa de infraestructura y en el Programa para el Desarrollo Integran de Centroamérica, el gobierno de la 4T fracturó a la región sur.
Diseñó proyectos de inversión del Istmo de Tehuantepec hacia Campeche y Tabasco primero y tras el conflicto migratorio se agregó a los países del norte de Centroamérica.
La zona geográfica que va de Guerrero hacia el Istmo de Tehuantepec quedó excluida. En el mejor de los casos sería impactada por el primer territorio conformado.
Ahora el llamado Pacto Oaxaca plantea un enlace entre las regiones sur y sureste del país y tiene el objetivo de detonar inversiones y crecimiento en materia de infraestructura para el desarrollo de ambas.
Se trata de que las 9 entidades que constituyen el núcleo de atención, puedan eficientar sus relaciones para intercambiar información, compartir mejores prácticas, una visión estratégica para el desarrollo industrial, desarrollo económico, infraestructura, energía, turismo, desarrollo urbano y rural, producción, innovación, educación, seguridad logística y empleo formal.
La alianza estratégica involucra a los estados de Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán; bajo la premisa de consolidar mecanismos de colaboración para la integración económica y el desarrollo regional, con la coparticipación de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin).
El punto de origen de la propuesta es la citada agrupación empresarial, a la cual se suma el gobierno federal y el de las entidades en cuestión.
Entre el 2000 y la fecha se han diseñado programas para el área geográfica en cuestión, pero hasta el momento todo queda en papeles e intenciones.
El Pacto Oaxaca no precisa el conjunto de proyectos y recursos que podrían invertirse y Guerrero aparece como el convidado de piedra.
El desarrollo regional es actualmente uno de los desafíos a los que las autoridades y la sociedad en general se enfrentan, con el fin de explotar las potencialidades de manera sostenible y eliminar los desequilibrios existentes en cada región.
Actualmente en México conviven dos realidades económicas opuestas: la del norte, que puede competir en productividad con Corea del Sur, y la del sur, que a duras penas puede hacerlo con Guatemala.
La brecha regional de México ha sido una constante en la historia reciente, pero ha ido ampliándose a más con el paso de los años.
En el Pacto Oaxaca conviven zonas de fuerte producción petrolera, como Campeche, Tabasco y Veracruz, que vivieron sus años dorados hasta la década pasada pero que ahora sufren la crisis del sector en México y con Estados en los que la agricultura de subsistencia tiene todavía un papel fundamental en la economía familiar.
Si a ello le sumamos en complicado entorno internacional donde se percibe la posibilidad cada vez cercana de una recisión mundial, se requiere más que un evento y más que una intención.
Nunca se debe renunciar a algo por lo cual tener la esperanza, diría la abuela.