
Guerra de aranceles entre EU y China, una oportundiad para México
Iracundos encapuchados
El derecho a disentir, debe ser una garantía plena en toda sociedad que se precie de ser democrática. Pensar diferente no debe ser objeto de tolerancia sino de respeto.
El respeto a la libre expresión, a la libre manifestación es un derecho universal, Todos conformamos el Estado Mexicano, y nos corresponde a todos sumar esfuerzos en favor de la legalidad.
A lo largo de la historia, ante los ejercicios intransigentes de poder se han desarrollado formas de protesta, algunos de los cuales han logrado modificar, al menos los mecanismos de dominación.
El poder que sofoca e inhibe la disidencia termina por ser debilitado y se han abierto cauces de pluralidad.
En el contexto de la aparición de grupos anistémicos, a nivel mundial han surgido grupos que irrumpen en las movilizaciones sociales pretendiendo hacer del vandalismo una forma de protesta social.
Algunos han buscado darle un contexto político y les llaman anarquistas, pero en su pensar y proceder, son muy ajenos a los principios de esa doctrina política.
Los encapuchados que realizan actos vandálicos durante las protestas se han vuelto un fenómeno cada vez más visible en México. Es cuestionable la visión maniquea de que se trata de conservadores o bien de grupos de extrema izquierda. El vandalismo se ha venido constituye en instrumento político que lo usan los mismo grupos conservadores y ultra radicales. No responden a una ideología clara porque su propósito no su propósito no responde a un proyecto político e ideológico a sino que es un instrumento para explotar la violencia, la ira, la destrucción y alteración del orden público.
Aunque estos grupos se autonombran anarquistas, en realidad terminan siendo vandálicos y habría que distinguirlos.
El concepto de vandalismo va asociado al suceso urbano, de tal forma que se traduce como la agresión, generalmente en grupo, de carácter citadino con el fin de producir de forma voluntaria y gratuita daños materiales. Este tipo de violencia se proyecta sobre el mobiliario municipal, paradas de autobús, vehículos públicos y privados, cabinas telefónicas, fachadas de edificios y, en definitiva, sobre todo aquello que se ponga o interfiera en su camino.
El vandalismo no respeta la propiedad ajena, llegando al deterioro e, incluso destrucción voluntaria de monumentos u obras de gran valor, también de propiedad privada como vehículos, saqueo de tiendas de autoservicios, comercios, etc.
El vandalismo no es proceder reciente. La palabra vándalo fue probablemente utilizado por primera vez el 10 de enero de 1794 durante la Revolución francesa por Henri Grégoire, obispo constitucional de Blois, en un informe dirigido a la Convención, donde utilizó esta palabra para describir ciertos aspectos del comportamiento del ejército republicano.
Durante el periodo de descomposición del Imperio Romano, numerosas tribus bárbaras realizaron incursiones sobre sus territorios, algunas veces de forma pacífica y, la mayoría de las veces, empleando la violencia. Éste último fue el caso de los vándalos, un pueblo germano que atravesó la Galia a principios del siglo V, saqueó Roma.
Las manifestaciones de grupos anarquistas cobraron mayor relevancia a partir de la llegada de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de México el 1 de diciembre de 2012, fecha en la que una serie de enfrentamientos a las afueras del Congreso provocaron la muerte de una persona y que un activista perdiera un ojo por heridas de balas de goma disparadas por las fuerzas de seguridad. El suceso dejó decenas de heridos y personas encarceladas.
Un fenómeno similar se registró en 2013, cuando la marcha conmemorativa del 2 de octubre terminó con disturbios y enfrentamientos en las calles de la capital mexicana.
En 2014, también se registraron varios enfrentamientos entre encapuchados y policías, en el marco de las protestas por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, que incluyeron un intento de tomar el aeropuerto de la Ciudad de México y otros episodios como la quema de una puerta de Palacio Nacional.
A partir de entonces, la presencia de encapuchados se ha vuelto una situación recurrente en las protestas realizadas en la Ciudad de México. No se trata de una travesura o de una rebeldía sin causa, se trata de un asunto seguridad nacional y hay tratarlo con la seriedad debida.
El enojo es impetuoso, la ira es cruel, pero no generan revolución, generan revueltas, diría la abuela.