Hoja verde
De xenofobia y otros disparates
(Primera de dos partes)
De antemano ofrezco una disculpa a los lectores que pudieran sentirse ofendidos por lo que escribiré en seguida, con el debilitado y exiguo respeto que soy capaz de ofrecerles, y la franqueza inevitablemente áspera a la que me puedo comprometer.
Advierto que escribí desprovisto de la mínima corrección política que ordenan asuntos como el de esta entrega, porque luego de más de aguantar cinco meses de insultos, descalificaciones, agravios, desacuerdos, alegatos viscerales y enfrentamientos irresolubles en el vecindario virtual de mis redes insociables, como seguro a muchos, se me agotó la paciencia y los buenos modales.
Principalmente porque a los nativos de este país de plano ningún chile les acomoda. Miren que aguanto vara, pero me agüita y enmuina harto nuestra enorme capacidad para encontrar razones y motivos de conflicto y polémica sobre casi todas las cosas públicas. La mecha se nos hizo corta, cortísima. El debate lleno de adjetivos y vacío de sustancia, se volvió norma, sistema.
Y aunque muchos digan seguros o se sientan cómodos diciéndolo, la culpa no es del “señor López”, la armonía se fue pudriendo desde mucho antes. La disfuncionalidad democrática contaminó los sexenios de Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y, last but not least, Enrique Peña Nieto. Tanto, que incluso la euforia por la victoria de López Obrador parece diluirse antes de que se siente en la silla presidencial.
La bonhomía, buen humor, alegría y anfitrionía que caracterizó al pueblo mexicano, son rasgos del pasado, usos y costumbres en extinción. Hemos perdido recato, prudencia, solidaridad, autoestima, tolerancia, inteligencia, lucidez, creatividad, buena fe, rumbo, modestia, confianza, alma, espíritu y corazón.
Un vergonzoso ejemplo es la caravana de migrantes hondureños, que sacó del closet a miles de xenófobos mexicanos, prestos para el odio y la violencia verbal sin sentido ni coherencia.
Instalados en el mal humor, es fácil defenestrar migrantes sin saber exactamente de qué se habla, los protagonistas no son los que migran, sino los que debaten por debatir. Fatalmente, ninguno propone soluciones al problema, al contrario, lo complican más. Algo muy peligroso con un vecino racista, tiránico y déspota como Trump, sembrando odio para su cosecha.
Por eso, aunque les parezca grosero de mi parte, innecesario y redundante, me atrevo a compartir diez datos que ayudan a entender la relevancia y gravedad del fenómeno migratorio, que advierten que su impacto será enorme y duradero.
Es decir, aunque los xenófobos mexicanos piensen que los migrantes hondureños son un grave problema, lo cierto es que para la región, los migrantes mexicanos preocupan y demandan mucha más atención. Levantar muros y endurecer las fronteras no detendrán el fenómeno. Lo importante es cambiar las políticas migratorias en beneficio de todos, para que la crisis sea una oportunidad de desarrollo.
Bill Clinton explica bien el concepto: “Cuanto más complejas se vuelven las sociedades, y más complejas son las redes de interdependencia dentro y fuera de los límites de las comunidades y las naciones, un mayor número de gente estará interesada en encontrar soluciones de suma no nula.
“Esto es, soluciones ganancia-ganancia en lugar de soluciones ganancia-pérdida, porque cuanto más crece nuestra interdependencia, generalmente prosperamos cuando los demás también prosperan.”