Signos ominosos/Federico Berrueto
Polarización de la verdad
Muy pronto, antes de concluir el primer mes de su periodo, el presidente Andrés Manuel López Obrador se topó con una de las peores piedras de toque para cualquier gobierno, esa piedra coyuntural que sirve para demostrar la verdad o autenticidad de algo.
La muerte de la gobernadora de Puebla, Martha Erika Alonso, y de su esposo, inmediato antecesor y senador del mismo estado, Rafael Moreno Valle, agravó la sustancia y afiló los adjetivos de la endémica polarización de la sociedad mexicana.
La reacción no podía ser distinta a la habitual.
El mismo día de la noticia, en los medios y en las redes, periódicos e internet, brotaron especulaciones, rumores e historias de conspiración absurdas, febriles y entreveradas, como novela de Agatha Christie en donde ningún protagonista está libre de sospecha.
La trama que reventó las redes sociales giró alrededor de una pregunta sencilla y directa: ¿Quién mató a Martha Erika Alonso y a Rafael Moreno Valle?
Desde un extremo, muchos gritaron convencidos que los autores intelectuales del crimen de la poderosa pareja poblana eran sus acérrimos enemigos, López Obrador y Miguel Barbosa.
‘Dictadorzuelos’, increparon varios, ‘no soportaron que les ganaran la elección, quieren todo el poder’, condenaron muchos.
Claro, la contraparte tampoco fue prudente ni guardó silencio. Desde el extremo opuesto, los seguidores morenistas gritaron convencidos que Alonso y Moreno Valle planearon todo. Que fue un montaje, una farsa, para huir y evitar una auditoría que los llevaría a la cárcel.
El trágico accidente demandaba silencio, respeto, prudencia, esperar datos e información de fuentes oficiales, pero tentó la visera, animosidad, las ganas de atar cabos sueltos, y la experiencia de pensar mal para acertar.
A pesar del escándalo y la violencia verbal que generó el fatal accidente, el asunto se enfrió más temprano que tarde. En menos de dos semanas, el tema perdió espacio e interés en los medios y las redes sociales, dando paso a nuevos pretextos para seguir discutiendo y discrepando.
Confirmamos pues… ¡por enésima ocasión!… que la lógica, el sentido común, la sensatez y la mesura no son características de quienes vivimos en estos rumbos, tiempos y circunstancias.
¿Cómo podría ser de otra forma, más que la dominante?
Mal signo, porque el fenómeno de la polarización es más grave que la simple discusión sobre temas polémicos.
Particularmente grave y costoso en coyunturas políticas como la nuestra, pues fractura de forma profunda a la sociedad al crear dos grupos polarizados y en continuo conflicto, que generalmente separa a ricos y pobres, eliminando casi por completo los puntos medios.
Como consecuencia, las voces moderadas pierden poder e influencia, algo que a nadie conviene.
Preocupa ver que esa polarización empeora y se acentúa.
Pero en la búsqueda de una solución, es necesario conocerla mejor, revisar lo que dicen los expertos para entender causas y consecuencias.
Casi todos coinciden en que la polarización extrema, como la mexicana, ocurre cuando un grupo muy homogéneo toma una posición unánime derivándose así un grave deterioro de la percepción de la realidad.
Como las reacciones polarizadas que provocó en redes sociales la noticia del fatal accidente de la gobernadora de Puebla y su esposo.
No quedó espacio para la sensatez y la objetividad.
Ese día, Marco Couoh, un amigo feisbuquero, claro y concreto sintetizó el dilema:
“Hay dos tipos de pendejos en mi timeline:
1. Los que piensan que AMLO tuvo algo que ver con el accidente sin argumentos.
2. Los que celebran la muerte de Moreno Valle diciendo ‘al que obra mal’, o ‘justicia divina’”.
Al final, ninguno de los polos ganó, los hechos desmintieron sus febriles especulaciones.
En realidad, al final perdimos todos, porque el falso debate solo agravó la sustancia y afiló los adjetivos de la endémica polarización de la sociedad.
El problema de la política es que debe tener discernimiento y debate, no frases cortas, afectos ni emociones, dicen los expertos.
La polarización social sólo produce mediocridad… ¡En ambos polos!
Suficientes diferencias y problemas tenemos entre nosotros los mexicanos, como para que vengan nuestros políticos y quieran todavía sembrarnos otros.
Y que si Cuba o Venezuela o Estados Unidos o Corea del Norte.
Afectos al dislate, al alegato, a la hipocresía y al cinismo, a gritarse en público y hablarse al oído en privado, nuestros políticos olvidan que todo lo que hacen tiene consecuencias.
Una práctica nefasta que se ha vuelto común entre nuestra clase política es la de aventar la piedra y luego esconder la mano, acusar sin pruebas, mentir y ensuciar, que de eso algo queda.
Como ciudadanos, mal hacemos acompañando esos pleitos estériles, esas reyertas absurdas con argumentos tan baladíes y mediocres que igual nos hacen ver y hablar cuando los compartimos nos enganchamos discutiéndolos.
No nos engañemos, la polarización no es obra de un individuo. Para polarizar se necesitan dos polos opuestos, dispuestos a morir o a matar antes que ceder o negociar. Como tribus primitivas, no sociedades democráticas.