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Médula
Si de verdad somos más los buenos… (Segunda y última)
“Para demostrar que de veras ‘somos más los buenos’, debemos recuperar la unidad y la confianza que perdimos sin darnos cuenta”.
Comienzo donde terminé la pasada entrega, por dos razones: para que entiendan los que no la leyeron; y para defenderme, porque a los que sí lo hicieron, seguro les parecí sumamente teto.
Y es que, en estos tiempos y circunstancias de violencia física, y de violencia verbal; de intereses en conflicto, polarización y desacuerdo; de malhumor y hostilidad; ¿a quién se le ocurre convocar a la unidad y la confianza?
Pos a personas ingenuas e idealistas, como su seguro y sumamente teto escribidor. Pero me aguanto. Porque entiendo las razones y los motivos, y porque esos propósitos nunca parecieron más ilógicos e incoherentes que ahora.
Sin embargo, justo por lo mismo, por tantos y tan graves problemas, lo que parece más lógico y coherente, urgente y necesario, es recuperar la unidad y la confianza.
Por eso Hipócrates sugirió que, a grandes males, grandes soluciones. Que cuando los problemas son graves, para resolverlos hay que recurrir a remedios enérgicos. Que las soluciones deben tener la misma dimensión de los problemas.
“Sí, broder”, dirán varios tan realistas como certificados lectores, antes de preguntar, “¿pero en qué país crees que vives? Aquí no es Suecia y mucho menos Disneylandia. Es México güey, aquí lo que rifa es la desunión y la desconfianza”. Para luego concluir, con una mezcla de pesimismo socarrón, “será urgente y necesario, pero no son enchiladas”.
Pos no, aceptaría a regañadientes.
Aceptaría, porque es obvio: ni Suecia ni Disney, es México, eso es lo que rifa, y no, no son enchiladas. Es verdad, son muchos los males y los malos.
A regañadientes, porque se supone que los buenos somos más, ¿o no? Al menos eso decimos, pensamos y queremos ser. Si es verdad, entonces no debería ser tan difícil y complicado recuperar la unidad y la confianza.
Suena bonito, eso que ni qué. Luce bien decirlo. Pensarlo ablanda el corazón. Creerlo mantiene viva la esperanza. Pero, ¿será verdad?
Para estar seguros, necesitamos entender con mayor claridad lo que significa ‘buena persona’.
En su sentido más amplio, las buenas personas “actúan conforme a lo que está bien, a lo que es correcto, o que tienen inclinación natural para hacer el bien”.
Si así son, la vara no está tan alta. No hay duda, en México somos más los buenos. Pero la duda nace cuando revisamos las principales características que deben tener las personas ‘buenas’.
Sin ganas de incomodar, cómodos lectores, las enlisto aquí tipo test, para que lo respondan y se califiquen en la íntima secrecía del pensamiento y la conciencia cada quien. No se trata de balconear ni mofarse de nadie, nomás pa’ saber si de verdad que somos tan buenos como decimos, pensamos y queremos ser… o no tanto.
Ahí les va la lista del uno al diez, sin orden de ningún tipo. Al final de cada cuestión, verán dos opciones monosilábicas ‘sí’ y ‘no’. Marquen la que consideren justa y correcta.
* * * * *
1. Empatía
Ponerse en el lugar del otro. Intentar pensar cómo se sienten los otros y anticipar cómo nuestras acciones pueden afectar a los demás.
Sí No
2. Paciencia
La paciencia es una actitud que ayuda a soportar posibles contratiempos o dificultades. Las personas pacientes saben que cada cosa lleva su tiempo y son capaces de entender mejor las situaciones y las relaciones personales.
Sí No
3. Sentido del humor
La vida es suficientemente difícil y duros sus momentos como para no disfrutar los divertidos que también ofrece. El sentido del humor proporciona el toque de alegría que muchos necesitan.
Sí No
4. Altruismo
Una buena persona debe ser capaz de emprender acciones que beneficien a los demás, aunque demanden sacrificios personales. Eso no significa siempre poner por delante las necesidades de otros, pero sí ser capaz de valorar cuándo nuestras acciones van a contribuir a un bien mayor, aunque no representen un beneficio para nosotros mismos.
Sí No
5. Humildad
Es la capacidad de reconocer las debilidades y limitaciones propias. Una buena persona debe ser capaz de reconocer sus errores y defectos y no tener la necesidad de exagerar sus logros y virtudes. Y muy importante: no creerse más, mejor ni por encima de otras personas, sino como iguales, cada uno con virtudes y defectos.
Sí No
6. Generosidad
Compartir es una de las acciones básicas que debe emprender cualquier buena persona. No sólo se trata de generosidad material o monetaria, sino la capacidad de compartir con otros nuestro tiempo o habilidades sin esperar nada a cambio.
Sí No
7. Respeto
Todas las personas, por el hecho de serlo, merecen respeto. Cada uno puede tomar sus decisiones, tener creencias o costumbres que deben ser respetadas y no juzgadas por los demás.
Sí No
8. Honradez
Las buenas personas actúan siempre de buena fe, de manera recta y justa. No deben mentir ni engañar a los demás, se deben regir por los mismos valores morales tanto a la hora de actuar como la de pensar.
Sí No
9. Optimismo
El optimismo procura ver el lado positivo de las cosas y centrarse en él antes que los aspectos negativos.
Sí No
10. Confianza
Una buena persona debe ser alguien en quien los demás puedan confiar, y que saben transmitir su capacidad para actuar correctamente en cualquier circunstancia.
Sí No
* * * * *
Ta’ duro, ¿no? Al menos para mí, ta’ bien duro sacar hasta un méndigo siete. La neta, diez o más de nueve nomás para Madreteresas, Mahatmagandhis, santas, virtuosos y anexas.
Pero estoy seguro de que todos, salvo algún malandro-sociópata de closet, o gandalla sin corazón y con disfraz de buena persona, que pudieran colarse, queremos ser buenas personas de 10, pero dudo que seamos capaces de ser taaaan buenas.
Porque dicen que la burra no era arisca, que la hicieron a palos, para referirse a que los malos tratos provocan que las personas cambien su comportamiento volviéndose desconfiadas, que cuando se ven amenazadas se defiendan se alejen, agredan, se retraigan.
Nadie o casi nadie quisiera desconfiar de la gente, o el pueblo del gobierno y la política, pero le han dicho tantas mentiras, ha escuchado tantas promesas sin cumplir, que poco a poco perdió la capacidad de creer, que ya no confía en nada ni en nadie. Como fatal e inevitable consecuencia, el pueblo terminó perdiendo la unidad que tenía.
Sin darnos cuenta, olvidamos que “el bien es una inclinación natural de las personas a fomentar lo deseable, motivadas por la comprensión del entorno, a través de un profundo ejercicio de empatía; un conjunto de buenas acciones que buscan lo bueno para el propio individuo, o para terceros, para una causa, o para la sociedad en general”.
Por eso la convocatoria en este espacio. Unidad y confianza, urgente y necesaria en coyunturas políticas como la de este año, pero mucho más para cualquiera de los escenarios que definirán los resultados de la jornada electoral.
Gane quien gane, ¿seremos capaces de perdonar los agravios, de zanjar los conflictos y derrumbar los muros, de olvidar lo que tanto nos dividió, enfrentó y lastimó, a causa de la belicosa contienda electoral de los candidatos y sus partidos?
Más allá de simpatías y antipatías electorales, si es verdad que somos más los buenos, es posible. Ojalá.