Sin mucho ruido
Votar para cambiar
“Pos nosotros ya cumplimos”, susurró un señor a quien supuse era su esposa, mientras salían de la cancha de basket habilitada para mesas y urnas de su sección, ambos con ánimo y pinta de misión cumplida.
‘Ay sí, mira qué comodinos me salieron’, pensé socarrón en cuanto escuché el comentario y percibí la actitud. Nomás pensé en silencio, buena onda y sin ganas de arruinarles el espíritu cívico, porque la neta votar es apenas una parte del verdadero compromiso ciudadano en cualquier democracia.
Porque si la democracia es el poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, entonces tenemos que hacer que los ciudadanos participemos más, mucho más, pues él es la fuente del poder político.
El ciudadano debe preguntarse: ¿cómo vigilar y evaluar a sus representantes electos? Porque el simple sufragio no garantiza que los políticos actúen correctamente. Debe pensar en mecanismos legales y tecnológicos para lograr una mayor participación ciudadana, para que el político escuche la voz de los ciudadanos y evite la tentación de servirse del poder que se le ha dado. De lo contrario, luego de ser elegido, el político no tiene otra fuerza que lo obligue a responder por sus decisiones, acciones y omisiones. Es obvio que no se puede confiar a su consciencia moral, que en estos tiempos es tan débil y voluble como siempre.
Por eso, gran parte del problema es ¿cómo impedir que el representante electo se burle del ciudadano? Debemos pensar en mecanismos para reducir significativamente la mentalidad corrupta de la clase política.
Tenemos un sistema democrático disfuncional, pero posible. Y si queremos asumir que todos realmente queremos el cambio virtuoso, debemos crear el espacio necesario para que el ciudadano actúe responsablemente y participe en la construcción de ese cambio.
Los políticos y sus partidos que luchan por el poder, deben escuchar y atender el mandato básico de la elección. Sea cual sea la interpretación partidista del resultado, el mandato ciudadano obliga por igual a ganadores y perdedores, a reconocer fortalezas y debilidades propias y ajenas, y cambiar para bien la realidad social de los mexicanos.