Teléfono rojo
Un país de cínicos
La semana pasada, luego de que Carlos Loret de Mola reveló un video que muestra al hermano menor del presidente mientras recibía 150 mil pesos, el periodista sentenció: “Ya es un negocio familiar”.
Obvio, en su conferencia mañanera, López Obrador acusó ataque de sus adversarios. Hay una “campaña negra” en su contra, dijo. “La intención es perjudicarme o tratar de perjudicarme, es la campaña negra de siempre de mis adversarios, ya estamos acostumbrados a esto”. Argumentó que en este caso, “se trata de un asunto personal, de un préstamo”, y que no tiene contacto con su hermano desde hace cinco años, pero que si hay alguna denuncia, esta debería realizarse.
“Ellos recibieron millones”, justificó Mario Delgado, el mero mero de Morena. El expresidente Vicente Fox, ni tardo ni perezoso, le entró a la contraparte: “¿También se enjuicia a los que ponen a sus hermanos a recibir dinero ilícito?”, preguntó con sarcasmo retórico. Y así siguió el abordaje al tren, medios, opinadores, influencers, cibernautas; una parte del coro, defensores negando, la otra, detractores condenando.
Y nuevamente, a pesar del intenso jaloneo entre las partes, del cáustico discurso de unos y otros, de eufemismos y verdades a medias, del aparente amago de consecuencias y acciones legales. Más pronto que tarde, la beligarancia acrítica se diluyó cambiando tema y agenda, lista para el siguiente falso debate.
Falsas y hasta cínicas. Porque la sentencia de Loret de Mola parece sensacionalista, al recordar las cifras de denuncias similares en la historia reciente, 150 mil pesos no suenan tan escandalosos. Porque las respuestas y razones del presidente y el dirigente de Morena suenan infantiles y hasta majaderas. Porque la pregunta de Fox es risible y sin memoria, recordando los numeritos impunes de sus hijastros Sahagún. Porque la indignación de medios y cibernautas es casi siempre fugaz y efímera.
Y porque todos sabemos y nos consta que la política en México se ha encarecido tanto, que hasta perder una elección cuesta mucho dinero, y que la política es el sutil “arte” de lograr votos de los pobres y fondos de campaña de los ricos, con la promesa de proteger a unos de los otros.
En 1977, siendo presidente, José López Portillo nos advirtió quelo peor que podía pasarnos era convertirnos en un país de cínicos. Pues ya nos pasó. Porque cínica es la actitud de la persona que miente con descaro y defiende o practica de forma descarada, impúdica y deshonesta algo que merece general desaprobación.
Hay tres tipos de corrupción: la blanca, que la gente ve como normal o aceptada, por ejemplo, una mordida a un oficial de policía; la negra, que es la que todo mundo encuentra despreciable, desde las élites hasta la sociedad, y la gris, que divide la opinión de la élite y de la base social.
AMLO ganó las elecciones porque la gente estaba harta de la corrupción de la élite. El problema es que ahora, siendo presidente, le guste o no, para la gente él ya pertenece a esa élite. Por eso, si quiere involucrarnos en un nuevo amanecer, debe recuperar la confianza de los mexicanos.