Teléfono rojo
Para renacer de las cenizas
Se dice que alguien o algo “renace de sus cenizas como el ave Fénix”, cuando recupera poder o vigencia desde sus escombros, si lo que se suponía destruido se levanta con la misma fuerza de antes.
Como el ave Fénix, ese animal mitológico al que los antiguos egipcios atribuían el prodigio de renacer inmediatamente después de haber sido consumido por el fuego.
La expresión parece adecuada para los mexicanos, en estos días de sentimientos encontrados: tristeza y pesar por la trágica destrucción de los sismos, pero también alegría y esperanza por la solidaria fortaleza de las voluntades ciudadanas.
Hablo de la comunidad que se unió y fue una sola ante la tragedia. Que lo mismo cargó, donó, compartió, cuidó, escarbó, envió, trasladó, llevó, rezó, lloró, agradeció… y guardó silencio respetuoso por las víctimas. La que descubrió, en medio del desastre, que juntos somos fuertes, invencibles, casi indestructibles… juntos.
En ese sentido, la analogía con la experiencia del terremoto de 1985 resulta inevitable, porque nos recuerda que juntos somos mejores, capaces de superar a la clase gobernante, de dejarla atrás, y de exhibir sus limitaciones y defectos.
Porque confirma que peleamos una guerra que no es nuestra, que nos enfrentamos y separamos por diferencias inexistentes, por conflictos que construyen los partidos en el poder para su conveniencia.
Por eso la expresión es adecuada y deseable sólo para los mexicanos de a pie, porque son ellos los que parecen ave Fénix renaciendo de las cenizas.
Porque si desde hace rato dejaron de cuidar las formas, después de los terremotos, los políticos y sus partidos parecen de plano perdieron el pudor y la dignidad que les quedaba, intimidados por el empoderamiento ciudadano que generó la tragedia, sorprendidos por una sociedad inesperadamente más crítica y organizada que una semana antes.
Y es que a diferencia del terremoto de ‘85, los de este año cimbraron a una nación de por sí temblorosa, hirieron a una sociedad de por sí herida por la violencia criminal, indignada por la corrupción impune del gobierno, de por sí agitada y tensa por la coyuntura electoral. A diferencia de entonces, el empoderamiento ciudadano encontró ahora motivos, causas y razones para articular y sostener su movilización.
Estupefactos ante la magnitud del fenómeno, temerosos al no tener en sus manos el control de la situación, ahogados por la ola de reclamos, los políticos se esfumaron desde el primer sismo.
Mientras el presidente Peña daba instrucciones en televisión, los políticos de su partido y de todos los demás se encerraron para pensar estrategias y acciones urgentes. Pero no para atender las necesidades y reclamos de la población, sino para cuidar sus intereses y mitigar los posibles costos electorales.
Aunque tardías, las reacciones llegaron en cadena. Como si de propuestas de campaña se tratara, uno tras otro presentó sus ofertas.
Ni tardo ni perezoso, Andrés Manuel López Obrador fue el primero en prometer dinero público de su partido para ayudar a las víctimas. Tozudo como pocos, pero perspicaz como ninguno, López Obrador se adelantó a todos y ofreció el 20 por ciento del presupuesto de campaña de Morena para las poblaciones de Chiapas y Oaxaca afectadas por el sismo del 7 de septiembre.
El resto de los partidos lo criticó y calificó de oportunista. Por su parte, el INE los respaldó señalando que la propuesta era ilegal y que no había tiempo para reformas.
Pero muy pronto llegó el otro sismo, alimentando aún más los reclamos ciudadanos, y el PRI anunció que siempre sí, que podría ser incluso el 25 por ciento, no sólo de la campaña, sino del gasto anual y apuntó: “es dinero que podría comenzar a ejercerse ahora mismo”, desde la Secretaría de Hacienda.
Luego-luego, Obrador subió la oferta, el 50 por ciento dijo, pero nada desde el gobierno. Su propuesta: fideicomiso ciudadano vigilado por personalidades de honradez probada.
Ya entrados en “gastos”, Movimiento Ciudadano aventuró el 100 por ciento, “entreguemos todo”, retó Dante Delgado. Sus flamantes compañeros del Frente Ciudadano por México (FCM), Ricardo Anaya del PAN, y Alejandra Barrales del PRD, asumieron como propia la oferta. Vámonos al 100 por ciento, anunciaron por las redes sociales.
El Peje no se arrugó, que sea pues el 100 por ciento aceptó, y reviró: “quitemos de una vez las pensiones a los expresidentes y la mitad del salario a toda la alta burocracia.
Envalentonados, los del Frente apostaron su resto: los ciudadanos no tienen por qué subsidiar a los partidos, que se cancele el financiamiento público y que se sostengan de aportaciones voluntarias de la militancia y los simpatizantes. (Como si a estas alturas, alguno tuviera simpatizantes).
Aun con las manos entre los escombros y las heridas abiertas, la sociedad civil tuvo tiempo y espacio para atender la farsa política. Y respondió como nunca. Principalmente los jóvenes, más de tres millones de mexicanos firmaron y compartieron la iniciativa del portal change.org, para destinar el presupuesto de la próxima elección federal a las obras de reconstrucción.
Nuevo récord mundial, informó la plataforma digital creada para convocar acciones o cambios en las normativas nacionales e internacionales, y detalló que la iniciativa había superado sus cifras históricas.
A poco más de una semana de la cadena de desastres naturales que ha cimbrado al país, el clamor de la sociedad civil es uno solo: impedir que el ánimo se diluya, que la rutina cotidiana nos hunda de nuevo en el letargo, y evitar a toda costa que los partidos y sus políticos nos convenzan otra vez de que sus intereses en la guerra por el poder son los mismos que los nuestros.
Temas pendientes sobran para elaborar una agenda ciudadana e imponerla a los partidos ante la cercanía de la elección de 2018.
Los inmediatos que la sociedad exige: disminuir el ominoso costo de nuestro sistema electoral, recortar la excesiva nómina de la alta burocracia, bajar o suspender pensiones y pago de asistentes y guaruras a los expresidentes, y disminuir salarios y dietas de los representantes populares.
Y por qué no, ir más allá y exigir también combatir la corrupción con mayor decisión y disminuir los índices de impunidad.
Cuando la maquinaria pesada recoja los escombros, se disipe la polvareda, y alivie un poco el dolor de la tragedia, regresará inevitablemente la realidad que vivíamos antes de los sismos.
Ojalá que al menos aprendamos por fin las lecciones. Que si ponemos juntos el dedo en la llaga, el ogro gobernante tiembla, que si los ponemos todos, los cambios que demandamos no dependerán del resultado de una elección, y que si los partidos y sus políticos no obedecen y defienden los intereses de sus gobernados, estos se encargarán de elegir mejores representantes.
Para renacer en serio de las cenizas, como el ave Fénix.