
Rommel Pacheco y las señales políticas en la mañanera
Urge alarma cívica
A los mexicanos nos urge una alarma cívica, un sensor conectado a una chicharra estridente, que se active antes de que el ánimo colectivo caiga por debajo del nivel mínimo recomendable.
Y es que, por lo visto y sentido hasta el momento, el empoderamiento social generado por los terremotos, tan intenso y firme al principio, pronto comenzó a debilitarse y que hoy, a menos de dos meses, parece languidecer sin remedio.
Un fenómeno desafortunado, como sabemos y nos consta, porque no es la primera vez que sucede; de hecho, han sido varias, demasiadas.
Como en el terremoto de 85, el levantamiento zapatista de 94, la primera derrota del PRI en la elección presidencial del 2000, o la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa en 2014. Coyunturas todas que anunciaron paradigmas inminentes, que la indiferencia ciudadana pronto conjuró.
Este año, los síntomas del desánimo aparecieron a menos de quince días del terremoto.
El primero, cuando se venció el plazo para que los partidos devolvieran parte de sus prerrogativas a la Secretaría de Hacienda, para la reconstrucción y los damnificados, y el PAN, PRD, PT y Morena no devolvieron un solo centavo, la noticia pasó casi desapercibida. Cierto, nada nuevo, tan desafortunado como antes, pero más peligroso que nunca… obviamente, para los mexicanos de a pie.
Desafortunado, porque a los únicos que sirve y conviene una sociedad indiferente, olvidadiza, apática, distraída y pasiva, es a los de siempre, los políticos en el poder.
Pero nunca más peligroso, porque el agüitamiento cívico sucede a menos de un año de las elecciones de 2018, sin duda claves para el futuro de México.
Para entender la magnitud de los daños y documentar con creces el pesimismo, basta un breve repaso de una obra en tres actos.
A estas alturas, México carece de los tres principales fiscales para cumplir la principal promesa de campaña del presidente Enrique Peña Nieto: erradicar la corrupción.
Aunque el Sistema Nacional Anticorrupción se creó en 2015, todavía no se ha nombrado al titular.
Tras la renuncia de Raúl Suárez como Procurador General de Justicia, se decide aplazar el nombramiento del fiscal general hasta después de las elecciones.
En el último tramo del sexenio, el Senado remueve al fiscal electoral, el que debería garantizar la transparencia de los próximos comicios.
Tres fiscalías creadas para acotar el poder presidencial y los excesos de los políticos. Sin ellas, la batalla contra la corrupción parece perdida.
Por eso digo que nos urge una alarma cívica, y que se active antes de que el ánimo colectivo caiga a niveles peligrosos. Un sensor conectado a una chicharra estridente que sacuda la modorra ciudadana, para impedir y castigar los abusos y corruptelas de quienes nos gobiernan y representan.
De lo contrario, a pesar del carácter y el espíritu que los mexicanos demostramos siempre ante la tragedia, acabaremos como la selección nacional de fútbol: jugando mejor que nunca, pero perdiendo como siempre.