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Insensato regocijo
Despropósitos de Año Nuevo
Queridos lectores, si se propusieron cumplir hazañas personales antes de que concluya 2018, allá ustedes. Porque yo… zafo. Por supuesto que admiro el valor, el ánimo y la determinación de los emprendedores, pero con todo el respeto que merecen, ¿neta?
¿Ya lo pensaron bien? ¿Están seguros, preparados para el esfuerzo y sacrificio que exigirán sus propósitos? ¿Dispuestos a derramar sangre, sudor y lágrimas en el intento? ¿No los amedrenta la elevada depresión y baja autoestima que padecerán con un probable fracaso? ¿No les sirvieron de escarmiento las experiencias del pasado, y se proponen más retos, o peor aún, reintentar alguno de los anteriores?
Como dije antes, allá ustedes, cada quien es libre de proponerse lo que sea, pero yo, reitero, zafo. No me malinterpreten, reconozco su virtuosa gallardía, no dudo de su vigorosa enjundia, aplaudo el deseo y la voluntad de cambiar para mejorar, aunque al final casi nada cambien, y muy poco mejoren. Nuevos o viejos, si se los proponen es que tienen el valor y no les vale.
Lo que sea: dejar de fumar, bajar la panza, ir al gimnasio mínimo cada tercer día, ser fiel a la pareja, pagar puntualmente la pensión de los hijos, escuchar semejantes, tolerar prójimos, siempre ofrecer el beneficio de la duda, nunca acusar sin fundamento.
¿Qué más quisiera uno cumplir cabalmente propósitos tan lindos? Nadie, seguro que ninguno de los certificados lectores, y tampoco este escribidor. De hecho, en la víspera de todos los años nuevos anteriores me he propuesto dos, tres y hasta cuatro retos personales.
Pero neta, el horno nunca estuvo menos para semejantes bollos como en esta víspera. Así que para 2018 cumplí con la tradición, pero sólo a medias: me propuse no proponerme nada más de lo que nuestra naturaleza y circunstancia mexicana obligan.
Antes de juicios y condenas, solicito la venia del respetable para exponer causas y razones, que juro de sobra tengo. Si me la conceden, prometo ser breve y describir sólo las dos principales.
Primero, las obvias.
Porque me consta lo mucho que me cuesta cumplir propósitos, y que he superado muy pocos. En consecuencia, porque me consta cuánto sube la depre y baja la autoestima, al fracasar en el intento.
Segundo, menos obvias, pero más peligrosas.
Porque si tanto me cuesta superar los propósitos tradicionales, voluntarios, conscientes y generalmente frívolos, por bien servido me daré y más que satisfecho estaré, si cumplo los inherentes, ineludibles y obligados para cualquier vecino mexicano.
En pocas palabras, para qué hago más propósitos para 2018, que los que en seguida les comparto y sugiero:
No estar en lugares y momentos equivocados.
No ser víctima de ejecuciones, secuestros, desapariciones, agresiones armadas, robos con violencia y extorsiones.
Conservar la chamba y/o el changarro.
Tener lana para la renta, la despensa, la escuela de los hijos, la gasolina, la luz, los celulares, el internet, el cable.
Y si del cielo caen limones, hacer limonada.