Propuestas y soluciones
¿Sabe Dios por qué hace las cosas?
Antes de comenzar, con el fin de evitar irritaciones y disgustos, y de ampararme en contra de reproches y reclamos, una justa y necesaria advertencia a las personas hipersensibles, de mecha corta, profundamente religiosas y devotas, firmes creyentes en la vida y milagros de Dios su señor, y de su divinidad omnipresente y omnipotente: favor de interrumpir la lectura en este punto y aparte.
A las que no son tanto, aguantadoras, tolerantes, o de plano ateas como su seguro servidor, seguir la lectura no les implicará mayor desasosiego.
Cumplida la advertencia, comienzo.
Muy pocas frases de consuelo fortalecen y confirman las convicciones ateas de este escribidor, que la que sostiene que “Dios sabe por qué hace las cosas”.
Y es que, neta, siempre que escucho que algún consolador le dice la tan mentada frasecita a quien acaba de sufrir una desgracia, un fracaso, una tragedia, o una pérdida particularmente grave y dolorosa, la muina me crece, me hierve la sangre, y como poseído por una pasiva inconformidad, murmuro quedo improperios bien gachos para el decidor.
“¡Inche-impertinente-qué-insensibilidad-chihuahua-pero-qué-derecho-tiene-pos-qué-se-creé-cómo-afirma-semejante-cosa-caray!”, farfullo mirando para otro lado, para no ver al doliente, pues las más de las veces queda peor de lo que estaba antes de escuchar al insolente.
Obvio, sea verdad o mentira la frase, la escena siempre fortalece y confirma mi ateísmo.
Porque si es verdad, ¿qué demonios sabe Dios para justificar sus gandalladas? ¿Qué planes puede tener que compensen tanto dolor? ¿No se suponía que Dios era todo bondad y misericordia? Si de verdad hace cosas tan malas, entonces ese Dios no es mío, en ese Dios no creo, ni quiero creer.
Y si es mentira, como la ciencia y los hechos indican, pos qué mala sangre y peor voluntad para decirla sin titubeos ni remordimiento.
Sinceramente, confío más en el Karma budista, en la creencia de que “toda acción tiene una fuerza dinámica que se expresa e influye en las sucesivas existencias del individuo”.
Si les pregunto, ¿por qué tantos males e infortunios mexicanos en estos tiempos de terremotos, huracanes, narco-violencia, corruptelas y socavones, me responderían que “Dios sabe por qué hace las cosas”?
Pero si me preguntan a mí, les respondería lo mismo que escribí en esta columna, en febrero de 2015: “si el Karma es una energía trascendente de a de veras, y no la mera ocurrencia de un monje tibetano tras fumarse un porro de puras colitas borregueras, algún pecado muy, pero muy malo, gachísimo e imperdonable, debimos haber cometido en vidas anteriores para merecer tantos y tamaños quebrantos, decepciones, penitencias, desazones y atropellos, a lo largo de los últimos años nuestros.
Porque, ¿cómo se entiende y explica la acumulación sucesiva de terremotos, huracanes, violencia criminal, magnicidios, desapariciones masivas, ingobernabilidad, corrupción, conflictos sociales y retrocesos políticos, si no es por un pésimo Karma? ¿Por qué tan disparejo reparto de infortunios, habiendo tanto espacio y tanta gente a lo largo y ancho del territorio mundial? Me cai que no se vale, no es justo.
¿Será culpa de nuestro pésimo Karma, o en efecto, de cosas muy malas que solo Dios sabe porque nos hace?
¿O será simplemente que un terremoto en medio de la tormenta confunde e intimida hasta el más ateo?
La verdad, sepa la bola.