Teléfono rojo
“La enseñanza ejemplar es actuación y puede ser muda.”
George Steiner
A lo largo de su vida como funcionario público y pensador, Carlos Tello Macías (1938-2024) vivió y participó en momentos trascendentales para la vida política, económica y social de México.
Aunque es común referirse en estos términos a personas con quienes nos identificamos y admiramos, en el caso de Tello Macías, para quienes tuvimos la oportunidad de colaborar con él, su trayectoria fue una muestra de conocimientos y principios éticos y morales que, a través de la congruencia, honestidad, generosidad y trato, vimos consolidarse a lo largo del tiempo. A la vista de quienes lo conocimos, logró conformar un perfil de servidor público responsable y comprometido con las funciones que, según su entender, debe cumplir quien trabaja para el Estado y que asume como fin, transformar “un país marcado históricamente por la pobreza y desigualdad”.
Su recuerdo confirma que nada hay más en la vida vinculada al servicio público que la ejemplaridad, entendida como aquella cualidad que define a quien con su conducta sirve de modelo de referencia para los demás. Su ejemplo fue y será por siempre la manifestación de su vida en todos los ámbitos y esferas en las que vivió y trabajó, y fue, precisamente, lo que provocó un elevado sentido de vocación pública en muchos de quienes lo conocimos.
Su rigurosa preparación académica en el extranjero le permitió desarrollar una carrera profesional en el sector público, no obstante, la vida y aportaciones de Tello Macías estuvieron entregadas a la UNAM. Sus contribuciones se reflejan en numerosos libros y artículos, a través de los cuales comparte sus reflexiones y conocimientos, demostrando su profundo amor por su país y su gente; sobre todo por las más pobres y vulnerables.
Carlos Tello desempeñó un rol clave como servidor público en el ámbito de la economía y las finanzas, especialmente durante momentos decisivos, como en su cargo de subsecretario en la SHCP, en el cual propuso una reforma fiscal que, lamentablemente, no llegó a concretarse. Ocupó además el cargo de primer secretario de Programación y Presupuesto, así como el de director general del Banco de México, contribuyendo con su experiencia a proporcionar al Estado un plan ordenado del presupuesto público y los elementos necesarios para guiar el desarrollo económico del país. Hizo eco de su tradición familiar en la diplomacia. En su papel como embajador en la URSS, observó e informó puntualmente la caída del régimen socialista (reflexiones recogidas en el libro Cartas desde Moscú), y también se destacó como representante de México en Portugal y, más tarde, en Cuba durante el denominado “periodo especial”, obteniendo experiencias significativas sobre geopolítica.
De igual forma, desempeñó un papel crucial como servidor público en el ámbito de la política social del país. Ocupó el cargo de presidente del Consejo Consultivo del Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL), liderando uno de los más importantes diagnósticos de la pobreza y la desigualdad, para -a partir de ellos-, hacer posible el programa más ambicioso en el combate a la pobreza, que destacó por su alcance y por el papel fundamental que desempeñó para detonar la participación ciudadana y de las comunidades más pobres. Ejerció además como director general del INI, durante un momento crítico en las relaciones entre el Estado y los pueblos indígenas, en el contexto del levantamiento zapatista y la creación de las mesas de San Andrés Larráinzar, en Chiapas.
Carlos Tello realizó, quizás sin proponérselo, invaluables contribuciones a lo largo del tiempo en la formación de servidores públicos. A quienes tuvimos la fortuna de formar parte de su equipo de trabajo, nos heredó diversas enseñanzas y muchos momentos de satisfacción y orgullo por realizar un trabajo honesto y responsable. Hay jefes o superiores que tienen como práctica destruir psicológica y laboralmente a sus subordinados; consideran que parte de su “posición” es precisamente el abuso, maltrato o humillación de sus equipos, creando una cadena de vanidad interminable y contagiosa, que quebranta las esperanzas y metas profesionales de sus colaboradores. Esta parece ser la práctica común entre los servidores públicos; sin embargo, hay sólo unos cuantos, contados con “una sola mano”, que son distintos. Son menos aún quienes, por el contrario, como Carlos Tello, inspiran y motivan a sus compañeros de trabajo a ejercer la profesión con gusto, satisfacción y resultados.
Sin recurrir jamás a la imposición, ni de asumirse como un sabio en la materia, Carlos Tello nos mostró que “dos cabezas piensan mejor que una”, donde lo fundamental es aportar un análisis crítico de los hechos y encontrar las mejores soluciones a los problemas públicos. En este sentido, aprendimos con toda claridad que nuestro papel era realizar el trabajo y dar resultados, y que las decisiones, fueran pequeñas o grandes, siempre tienen consecuencias para muchas personas. En estos casos, no hablaba sólo de las altas jerarquías, sino también de cualquier persona que debe cumplir un trabajo institucional. “El reino se puede perder por una herradura”.
Don Carlos Tello nos enseñó que la responsabilidad pública debe estar conectada sin dudas con la reflexión crítica como forma de trabajo. El servidor público debe tomar decisiones reflexionadas y prácticas basadas en el conocimiento serio de las problemáticas, sean un programa de gobierno o un asunto de imposición de intereses y poder. Nos instruyó, además, para actuar con equidad, sin subordinarse al influyentisimo, ni a las amenazas de ninguna índole, tratando a los demás con imparcialidad y respeto.
También nos mostró que debe existir resistencia y fortaleza frente a las dificultades y desafíos, ser serios y dignos en el comportamiento, especialmente en roles de liderazgo, y nunca perder de vista el bienestar general. Esas lecciones, silenciosas e impartidas día a día a partir del ejemplo, las compartimos muchas y muchos de los integrantes de su equipo, por lo que nunca dejamos de demostrarle cariño y admiración.
No es sencillo ser un servidor público comprometido y serio; no lo es porque, en la mayoría de los casos, existen incentivos para simular o dejarse llevar por la inercia burocrática antes que enfrentar contextos plagados de pereza, vicios, corruptelas, desinterés y vanidades. En contraste, para Don Carlos, y pesar de estos riesgos existentes en el servicio público, cumplir con las tareas “por las cuales nos pagan” otorga una enorme satisfacción por proteger el interés público e impulsar las responsabilidades del gobierno y el Estado para eliminar la pobreza y sus terribles consecuencias. Esas son las enseñanzas que Carlos Tello sembró en sus colaboradores, dejando una impronta, una forma de ser y vivir que nos hace sentir orgullo de trabajar en las instituciones públicas.
Entre los más emotivos recuerdos que tenemos de Carlos Tello están su firmeza y determinación para enfrentar resistencias, ambiciones desmedidas e ilegales, o el simple juego del control, la imposición y la subordinación. Esa era su forma de defender el trabajo y el beneficio de las comunidades indígenas. Afirmaba: lo más importante es el trabajo “fecundo y creador”, “el cual siempre recompensa”, y produce resultados visibles y beneficios para los ciudadanos, que -dicho sea de paso- “no los hay de primera o segunda clase”.
Los libros que escribió Carlos Tello están llenos de sabiduría y conocimiento. Por ejemplo, en La nacionalización de la banca en México (1984), se encuentra el análisis detallado del porqué y cómo tomar una decisión que impactó profundamente la vida del país. En México, la disputa por la nación: perspectivas y opciones del desarrollo (1981), escrito con Rolando Cordera, se encuentra un análisis “duro y puro” del debate y la perspectiva que deberá enfrentar el país en el caso de decidirse por un modelo de política económica. En La Revolución de los Ricos, con Jorge Ibarra, encontramos una revisión de la historia de la idea económica neoliberal en las universidades y su imposición en gobiernos. Quizás su libro más personal sea Ahora Recuerdo, un retrato de vida y una muestra sincera de las diferentes vicisitudes, obstáculos, retos y logros que enfrentó durante su trabajo en las instituciones y el Estado mexicano.
A Carlos Tello le gustaba caminar serenamente, y por ello era posible verlo en los pasillos de la Facultad de Economía de la UNAM y en las calles camino a su casa. ‘Me voy a pie a la universidad’, decía, y uno no podía dejar de pensar que la sencillez, ‘el sentido de la vida’, y los pequeños detalles eran parte de su forma de ser. Precisamente debido a su ‘sentido de la proporción’, dejó un legado tan lleno de vida en quienes tuvimos la alegría de trabajar con él y conocerlo.
Sus colaboradores, marcados por su ejemplo, jamás lo olvidaremos y sabremos mantenernos como servidores públicos que heredan y tienen la responsabilidad de mantener su visión, su generosidad y su empeño por un país justo e igualitario. Como comentó un heredero de tercera generación de sus influencias: “Que su espíritu descanse y sus enseñanzas sigan siempre con nosotros”.
*Sobre los autores: Enrique González Tiburcio es economista por la Universidad Nacional Autónoma de México, premio nacional de administración pública, profesor de economía en la UNAM, especialista en temas de pobreza y desigualdad, y ha escrito diversos artículos y libros sobre el tema. Félix Martínez es sociólogo egresado de la UNAM, con estudios de maestría en la Universidad Complutense de Madrid.