
Descomplicado
En México ya nos habíamos resignado a convivir con el horror. Fosas clandestinas, desaparecidos, silencio institucional. Teuchitlán, en Jalisco, fue durante años un ejemplo doloroso de esa normalización de la barbarie. Pero hoy algo distinto está ocurriendo: por fin hay una presidenta que no quiere administrar la violencia, sino erradicarla de raíz. Claudia Sheinbaum ha dejado claro que la impunidad no es una opción y que la paz no se consigue con discursos, sino con una estrategia clara, firme y humana.
Lo que sucedió en el Rancho Izaguirre —un verdadero campo de exterminio en manos del CJNG— no solo reveló la magnitud de la descomposición criminal, también mostró el abandono institucional que durante años permitió que estas atrocidades sucedieran. Pero esta vez no hubo evasivas, ni simulaciones. La presidenta respondió con hechos, con presencia y con una visión integral del problema.
Primero, con la creación de una fuerza especial de seguridad, desplegada exclusivamente para Teuchitlán y sus alrededores. Nada de operativos fugaces o maquillajes mediáticos. Se trata de una intervención sostenida, con inteligencia, con coordinación federal y con una meta clara: desmantelar las estructuras criminales que han envenenado a esa región. No se trata de otra “guerra contra el narco”, sino de una estrategia enfocada, quirúrgica, eficaz y con rostro humano.
Pero lo verdaderamente distinto es que esta ofensiva no pisotea derechos en nombre del orden. Al contrario. La presidenta ha sido categórica: la lucha contra el crimen jamás puede hacerse violando los derechos humanos. Por eso, el despliegue de seguridad viene acompañado de garantías jurídicas, monitoreo civil y respeto absoluto al debido proceso. Se trata de recuperar el Estado de derecho, no de sustituirlo con más violencia.
Y la otra gran apuesta es la que muchos gobiernos simplemente ignoraron: la atención a las víctimas. A través de la Comisión Nacional de Apoyo a Víctimas, el gobierno federal está proporcionando acompañamiento psicológico, asistencia económica, orientación legal y reconstrucción comunitaria. Es decir, se está curando la herida desde dentro, no solo sellándola con más patrullas.
Además, la intervención de la Fiscalía General de la República demuestra que no se va a tolerar la impunidad. La FGR tomó el control total de las investigaciones, no solo para identificar restos y dar certeza a las familias, sino para construir casos sólidos que lleguen hasta las cúpulas del crimen organizado. No basta con detener a sicarios: hay que desmontar las redes financieras, logísticas y políticas que protegen a estos grupos.
El mensaje es contundente: Claudia Sheinbaum no vino a administrar la violencia, vino a terminarla. Con estrategia, con justicia, con paz.
Y esa paz no se logra con mano dura, sino con inteligencia, con presencia del Estado en todos los sentidos: seguridad, justicia, salud, empleo, cultura. Esa es la visión que hoy se empieza a sembrar en Teuchitlán, y que ojalá se extienda a todo el país.
Después de tantos años de abandono, por fin hay alguien en la presidencia que no ve a las víctimas como un problema de imagen, sino como ciudadanos que merecen justicia. Por fin hay una presidenta que entiende que pacificar no es imponer silencio, sino reconstruir la confianza.
Teuchitlán está dejando de ser símbolo de horror, para convertirse en el principio de una esperanza.
@EmilioUlloa X
Emilio Ulloa Facebook
emilioulloamx Instagram