Teléfono rojo
Para saber qué representa Luis Donaldo Colosio Riojas debe verse el improvisado video de Lomas Taurinas de febrero de 2021. Es un testimonio revelador cuya virtud mayor es su autenticidad. Colosio está más allá del anhelo de la oposición de encontrar un candidato competitivo; es la posibilidad de un proceso social que transforme a la política y sea la puntilla al régimen vigente, que ya tocó fondo con la mitocracia (Basave dixit) de López Obrador. El país, en unidad se debe la oportunidad de construir de manera incluyente y sin polarización un nuevo régimen de gobierno. Es evidente que será una tarea más de la sociedad que de los políticos.
Algunos en la política refieren a la juventud o la inmadurez del alcalde de Monterrey. No hay tal, como tampoco nada de ejemplar en quienes han aspirado y ganado la presidencia. En el régimen del PRI, era un juego de espejos que partía de un desdoblamiento del subordinado leal del presidente al del candidato en sus propios términos, como lo mostró Colosio Murrieta después de su registro formal de candidato, al que sólo una bala podría sacarlo de la boleta electoral. A Fox y AMLO el deseo de cambio los llevó al poder, sus virtudes y fortalezas de candidatos no se correspondieron ya con el ejercicio del gobierno. Peña Nieto fue el candidato y presidente del teleprompter; improvisar para él se volvía trampa mortal, de lo cual dio temprana evidencia en la FIL de Guadalajara el año de la elección.
México es una familia fracturada por la polarización, que viene del agravio por el mal gobierno y el abuso del poder y, también, de la grosera y abusiva manipulación del presidente. La familia está enferma y los responsables son sus élites y la clase política, con heridas que el régimen no pudo o quiso sanar, como son los homicidios de Colosio y Ruiz Massieu. La impunidad es el signo de nuestros tiempos. La incertidumbre de derechos a todos lastima, especialmente a los más vulnerables. La ausencia de justicia es oprobio y razón de encono.
Las palabras de Colosio hacen pensar que su derrotero, si pretende cumplir con la tarea que dejó pendiente el padre y comprometida por la madre, es la candidatura presidencial independiente. No pertenece a la clase política como tal y mal haría participar de sus procesos y trampas. Es evidente que no es propiedad de MC y tampoco espera el aval del bloque opositor; al contrario, su credibilidad y fortaleza está en la distancia que marque a quienes son parte del problema, no solución. La candidatura independiente no excluye que partidos se sumen a su proyecto, como harían muchas más personas fuera de la política.
El sistema electoral es funcional a los partidos, no a los ciudadanos; el mejor acuerdo de su participación con Colosio debe estar en función del proyecto ciudadano; que los partidos suscriban los intereses del país, no los de sus cúpulas y que la selección de candidatos pase por ese tamiz.
Desde hace tiempo e independientemente de la política, sus personajes y las elecciones, el descontento es el sentimiento más poderoso en la sociedad mexicana. Estos cuatro años dan testimonio de que la insatisfacción puede tomar un curso adverso al interés nacional. Colosio representa la oportunidad para un cambio profundo, incluyente, que aspire a la cohesión social donde haya autenticidad en el decir y actuar, en lo que se pretende y alcanza, que no haga de las intenciones santuario para recriminar a los demás y desentenderse de la responsabilidad propia.
La clave es que nos identifiquemos como familia, porque a todos integra. Como es con la nación o la patria, todos tienen su espacio; todos tienen su lugar, y aunque no iguales en virtud y mérito, todos son aceptados y aceptables, excepto aquellos que acaban con la paz social por la vía del crimen y la violencia. En la familia hay también espacio a la diferencia y al disenso, y siempre con claridad en lo que nos une: justicia, bienestar y libertades.