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Con fines políticos reviven caso de universitario detenido en 2019: Uagro
ACAPULCO, Gro., 20 de octubre de 2019.- Al final lo más importante en todo evento cultural es la hermandad, la convivencia, la solidaridad, tocarte con la gente real y sentarse a comer en un gran banquete colectivo.
Una gran comida en la plaza pública, de inicio o despedida, no se sabe. Tal vez más tarde, alguien ya cobró unas 30 monedas, u otro será crucificado, pero lo comido, bebido y… aquí ni quien te lo quite. Celebran alegres mujeres y hombres felices.
Es antes del mediodía y ya la plaza principal de Tecpan de Galeana, capital gay de la Costa Grande de Guerrero, se encuentra a reventar como su río que baja de la sierra, después de varios días de lluvia.
Desbordada la plaza por su gente, visitantes, que asisten al Quinto Festival del Relleno de cuchi cuitero, platillo mestizo emblemático del lugar, orgullo de los tecpanecos como de su tolerancia y diversidad, que según historiadores llegó de Manila como la morisqueta, arroz cocido con agua y sal, con el que se acompaña esta especie de barbacoa de cerdo condimentada y cocida durante toda la noche en una gran olla de barro, en el horno donde se hace el pan.
Unas cincuenta cocineras tradicionales con sus ollas de barro humeantes y protegidas por lienzos fueron colocadas en el zócalo del lugar, para ofrecer el guiso motivo de la fiesta tan concurrida, como una Topa del Toro en las fiestas a San Bartolo.
Las cocineras tradicionales reunidas aquí, que rechazan la rimbombante y la clasista clasificación de chef, son las que todos los domingos en distintas comunidades del municipio ofrecen en mercados o plazas públicas este guisado que se vende a granel, pero de preferencia como relleno de un bolillo cocido en horno de leña.
Son las únicas responsables de la fama de este manjar no apto para fitness o para mamoncitos que creen firmemente en frases de plástico como estas: “Es más fácil mantenerse en forma si nunca pierdes la forma en primer lugar”.
Nada que ver, aquí se viene a comer. Las tallas de los comensales lo ratifican y no importa. ¿Cómo rechazar un bolillo de Tenexpa que se te ofrece, te seduce, te invita a pecar con su sonrisa de zanahorias, papas picadas, especies, carne de cuche dorado con un pedazo de cuerito y unas rajas de chile en vinagre que se desborda desde el pan? La boca hecha agua te exige comer uno, dos o tres, uno por veinte pesos, acompañados de un agua de horchata o de papaya con leche.
Claro, no podía faltar el vendedor de cuches pata crías. Algunos “finos”, diría la gente por acá y otros “corrientes”, trompudos como los costeños, pero de carne sabrosa y apta para el relleno. Los pequeños sementales de mes y medio, mil quinientos pesos; los corrientes, “listos para el relleno de Navidad”, en mil pesos, me dice que el vendedor que los trae de Zihuatanejo a esta plaza, donde el cerdo se vende más o mejor que el coco, otro producto del lugar.
En este festival venden pan, arroz de coco, torrejas, aceite de coco, hay música, artesanías, danzas y… ¡políticos! Políticos en todas sus variantes, a los que la gente ignora y no les cree nada.
Ya habiendo comido al nivel de gula y cometido pecado capital no me queda más que reconocer mis culpas: tres bolillos de relleno, un tarro de agua de papaya, unas torrejas. No sé si ponerme a caminar o rezar. Dios me agarre confesado, pero si me presta vida yo regreso para el próximo año al Festival a pecar, pidiéndole a San Bartolo, santo patrono del lugar, que ilumine a los organizadores para que nunca este platillo pierda su auténtico nombre e identidad: Relleno de Cuche Cuitero.