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ACAPULCO, Gro., 24 de agosto de 2025.- El arzobispo del puerto Leopoldo González González condenó la masacre en la que fueron asesinados 13 integrantes del grupo de autodefensa de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), en la comunidad de El Cortijo, municipio de Ayutla, en la región Costa Chica.
“A ellos y a todos ustedes que han sido víctimas de estos crímenes, decirles que a la inmensa mayoría de las personas nos duele el asesinato de sus seres queridos y rechazamos la crueldad inhumana de todo homicidio”.
En su mensaje dominical expresó su solidaridad con los familiares de las víctimas y con todas las personas que han sufrido la violencia en Guerrero.
Asimismo, señaló que Costa Chica hasta hace pocos años dejó de ser tranquila.
El líder de la iglesia católica hizo además un insistente llamado a quienes cometen estos delitos.
Por otra parte, con motivo del inicio del nuevo ciclo escolar, González González subrayó la importancia de la formación educativa para enfrentar los desafíos actuales de inseguridad y violencia, y destacó la labor de los docentes en un contexto donde niños y jóvenes también cargan con la ansiedad provocada por huracanes y sismos.
“Parte importante de la labor de la escuela es proporcionar al alumno la oportunidad de obtener aquellos conocimientos, habilidades y actitudes que son necesarios para prestar un servicio a la sociedad y así obtener el sustento. Sin embargo, si la educación no forma personas íntegras que amen el bien, la belleza, la verdad y la justicia, todo lo demás queda fincado en un terreno frágil y superficial”, advirtió.
El arzobispo valoró especialmente la cercanía y la paciencia de los educadores como herramientas necesarias para acompañar a sus estudiantes en un tiempo difícil.
“El impacto de los huracanes, sismos y la ruda crueldad de la violencia han aumentado los niveles de ansiedad en muchas personas, también en niños, adolescentes y jóvenes. La cercanía del maestro hace mucho bien”, señaló González González.
Recordó que la escuela debe ser un espacio de esperanza y resiliencia.
“La esmerada preparación de cada clase es grande expresión de respeto y de amor a los alumnos. Mucho ayuda a mantener en ellos el deseo de aprender, pero no basta para educar”, concluyó.