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ACAPULCO, Gro., 10 de agosto de 2015.- Miguel Ángel Jiménez Blanco sabía que lo iban a matar. La última amenaza mortal la recibió el miércoles 05 de agosto y se la cumplieron tres días después.
Su cuerpo acribillado por rifles AR-15 quedó arriba del taxi colectivo amarillo número 115, en el que trabajaba para alimentar a su esposa y sus seis hijos.
“Era una muerte anunciada”, afirmó Julia Alonso Carbajal, representante de Ciencia Forense Ciudadana.
Miguel Ángel Jiménez Blanco fue promotor de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), fundador de la Policía Ciudadana en la comunidad de Xaltianguis e iniciador de la búsqueda de fosas clandestinas en el municipio de Iguala, tras la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.
El sábado, la familia recogió su cuerpo ensangrentado, lo sacó del taxi y lo llevó a su casa. Pobre, de adobe y teja, con un pequeño pórtico y un almendro al frente. Allí lo velaron.
A pesar del trabajo del promotor comunitario, pocas personas asistieron al funeral. Silvia, su esposa, lamentó la indiferencia e ingratitud de los habitantes de Xaltianguis.
“Mire cuanta gente hay en el velorio, muy poca, yo noto la indiferencia, ingratitud, noto que todo lo que hizo no valió la pena”, comentó la viuda.
El llanto de sus seis hijos fue constante, agudo, inconsolable. Las niñas se aferraban a las piernas de la madre mientras gritaban por su papá.
Con el rostro siempre compungido, Silvia vio cumplida su peor pesadilla. “Muchas veces le pedí a mi esposo que dejara esto, que nos fuéramos a otro estado, a otro lugar donde estuviéramos a salvo, siempre le dije que nosotros, sus hijos y yo, nos íbamos a quedar desamparados”, relató.
Movía las piernas frenéticamente, de cuando en cuando trenzaba los dedos de las manos, nerviosa.
“Yo la verdad, tengo mucho miedo. En estos momentos nos encontramos desamparados, dejó seis hijos, el más pequeño de apenas seis meses de nacido. Siento mucho miedo y me gustaría pedir apoyo, asilo político, pues él me había dicho que había recibido amenazas”, comentó a los reporteros.
A las 4 de la tarde, el féretro con el cuerpo de Miguel Ángel Jiménez Blanco fue sacado de su hogar.
En hombros de sus familiares, amigos y vecinos, recorrió cuatro cuadras hasta llegar a la iglesia del pueblo, donde se celebró una misa de cuerpo presente.
Al término de la celebración religiosa, el féretro con los restos del promotor comunitario fue llevado en hombros hasta el panteón, medio kilómetro adelante.
Delante de la caja de madera, un niño avanzó cargando una cruz de flores blancas; a los costados, las mujeres, con flores en las manos, formaron dos líneas para abrir camino a la peregrinación. Detrás, la música de viento llenó el silencio con canciones de despedida.
La tumba de Miguel Ángel Jiménez Blanco quedó hasta el fondo del cementerio. Decenas de personas lo acompañaron hasta la que será su última morada.
Antes de que la caja desapareciera en la tumba, un joven de playera negra y lentes oscuros levantó la voz.
“Yo vengo de Iguala y vengo a decirle a los familiares de Miguel Ángel que él fue un luchador, que nunca se cansó, que siempre estuvo buscando a los desaparecidos, abriendo camino en Iguala. Él siempre estuvo conmigo, caminamos cerros, veredas, estuvo buscando a los 43 de Ayotzinapa y ya los encontró, encontró a los desparecidos, ahora está en el cielo con ellos”, expresó el joven.
Después agregó: “Miguel, lleva este mensaje allá arriba, dile a los desaparecidos que los estuvimos buscando, dales el recado en el cielo, que sus familiares siguen en pie hasta encontrar sus restos, los de todos”.
La representante de Ciencia Forense Ciudadana, Julia Alonso Carbajal, también le dedicó unas palabras: “No son sólo los 43 de Ayotzinapa, tú ayudaste a darle un rostro a los miles de desaparecidos en todo el país”, expresó.
La mujer agradeció el trabajo del promotor comunitario, que fue pieza central para que la búsqueda de fosas clandestinas se extendiera por todo el país y permitiera hallar los restos de cientos de personas desaparecidas.
Uno de sus tíos emitió el mensaje más emotivo. Entre llanto, pidió a los presentes no olvidar el trabajo realizado por Miguel Ángel Jiménez Blanco.
“Yo agradezco las expresiones de todos ustedes y espero que sigan su ejemplo, que no sea sólo una desgracia, que sea un ejemplo y un camino para seguir con su enseñanza, con su labor. Nosotros nos quedaremos conformes con saber que en el camino triunfaron con sus ideas y enseñanzas, que su trabajo y sus sueños continúen”, pidió.
Su hermano, un sacerdote católico, agradeció que el cuerpo de Miguel Ángel no formara parte de las listas de miles de personas desaparecidas.
“En esta época que vivimos, en Xaltianguis hay muchos desparecidos y por eso le doy gracias a Dios que el cuerpo de mi hermano está aquí, ahorita. Todos nos tenemos que ir algún día y él se fue como quiso, cumplió su sueño, nunca se quedó callado, él hablaba cuando algo no estaba bien y por no quedarse callado, por hablar, por decir lo que estaba mal fue que lo mataron”, expresó el cura.
Una joven fue la última en tomar la palabra, en representación de las mujeres que forman parte del Sistema de Seguridad y Justicia Ciudadana (SSYJC) de la UPOEG.
La mujer aseguró que Miguel Ángel Jiménez Blanco fue un héroe en la comunidad de Xaltianguis y convocó a la población a seguir el trabajo que el promotor comunitario dejó pendiente.
“Él dio la vida por nosotros y merece nuestro reconocimiento. Cuando él estuvo al frente de la seguridad no había muertos y ahora como estamos (bajo el control del FUSDEG) matan a la gente en su propia casa. ¿Así vamos a seguir?, ¿agachados?”, cuestionó la joven.
En medio de aplausos, el féretro de Miguel Ángel Jiménez Blanco fue ingresado a la sepultura. Al terminar el sepelio, decenas de personas decidieron quedarse para acompañarlo en su última morada durante otra hora, con cánticos religiosos y mensajes de despedida.