Hoja verde
En la octogésima Convención Bancaria celebrada en Acapulco la semana pasada, los amos del dinero plantearon un dilema, enmarcándolo en la globalización: Liberalismo vs populismo.
Es un planteamiento fuerte, por lo incierto de las relaciones políticas y comerciales de las grandes economías del mundo, pero en sentido estricto y leyendo entre líneas el problema tiene otros orígenes y destino. En tal sentido, vale la pena desagregar el dilema.
El liberalismo, en el mundo de las finanzas, es la no intervención del Estado en los mercados financieros y de capitales. No obstante, es importante señalar que la contraparte del liberalismo es el proteccionismo y no el populismo.
El populismo, lleva intrínseco el discurso moral y maniqueo que posiciona al pueblo en relación antagónica a la oligarquía. Discurso, que le da vida a regímenes caracterizados por dos rasgos fundamentales: el autoritarismo y el arcaísmo político (Bonilla Saus, 2014:26). Prácticas que subsumen a las instituciones en beneficio de un líder carismático que une a la plebe y los desfavorecidos del mercado a través del discurso retórico. Es decir, el populismo va más enfocado a la política y no a las finanzas, campo natural de los banqueros.
Si nos atenemos a lo anterior, y siendo mal pensados, nos daremos cuenta que el dilema de los banqueros, en estricto sentido del rol que desempeñan, debió ser: liberalismo vs proteccionismo y no contra el populismo, como lo están planteando, al menos que—y aquí radica nuestra suspicacia— la popularidad de López Obrador y las posibilidades reales de ocupar la silla presidencial en 2018, les esté quitando el sueño a la elite financiera.
Los banqueros mexicanos, grupo de influencia privilegiada en el rumbo económico del país, en cada reunión anual, como lo han hecho desde su primera convención en 1928, invitan al Secretario de Hacienda con el cual afinan la ruta de las finanzas nacionales, en 2016, se embolsaron más de 107 mil millones de pesos por concepto de utilidades, en un país donde más de la mitad de su población es pobre. Pero este dato, no les quita el sueño, ni el meloso gusto por el cobro de las comisiones financieras.
La pobreza y la marginación son, para los banqueros, pequeñas chispas que adornan sus discursos retóricos, tratan de aparecer solidarios, pero en el fondo hay una gran diferencia. Pongamos por caso el tema de la inflación, mientras que al banquero le preocupa que aquella crezca más que el rédito que va a cobrar, al pobre le angustia que la subida de precios sea tal, que le impida comprar sus alimentos. De vivienda o salud, ni hablar.
En resumen, el dilema planteado por los banqueros en su convención, es político, porque están conscientes que un gobierno populista, por definición, es económicamente intervencionista y les haría perder los privilegios del pacto suscrito con el gobierno desde 1951 y mantenido hasta la actualidad: de no tocar sus utilidades (Romero Sotelo, 2016:240), y si no, recordemos la venta de Banamex al corporativo Citigroup en 2001, sin cobrar un peso de impuesto. Así o más claro.