Teléfono rojo
Gobierno y medios, una incógnita
Constantemente, utilizando esa especie de versión tropical goebbeliana de manipulación de masas a través de la propaganda, que son las “conferencias” mañaneras, el presidente López acusa a los medios en general y a la prensa fifí en particular, de boicotear eso que llama Cuarta Transformación y que no es otra cosa que la plataforma ideológica de su proyecto transexenal.
Aunque con precisión no se conoce detalladamente en qué consiste la 4T, analizando el reiterativo discurso presidencial, se puede reducir a dos ejes. El primero, por supuesto, el combate a la corrupción. Este postulado es desde luego moralmente incuestionable. En eso la mayoría de los mexicanos estamos de acuerdo con el presidente. El compromiso de combatirla abonó buena parte de su victoria en 2018.
El segundo es el combate a la pobreza, reducido al estribillo demagógico de “primero los pobres”. Este eje, que tampoco es moralmente cuestionable, está sustentado en sus muy difundidos programas clientelares, muchos de ellos reeditados de los que ya existían desde la “terrible” etapa neoliberal. Su esquema es muy simple, se entrega dinero masiva e indiscriminadamente y se consigue el beneficio adicional de la presión electoral cuando se ofrezca.
El gran pecado de los medios, según la maniquea óptica presidencial, es que denuncian, con estadísticas y pruebas documentadas, que ni la corrupción, ni la pobreza se han abatido en lo que va de su gobierno, sino al contrario, se han incrementado. Y eso no se lo sacan los medios de la manga, sino lo sostienen instituciones privadas y públicas de prestigio.
Desde luego que se debe erradicar la corrupción, eso no se cuestiona, pero el discurso presidencial la ubica como el monstruo de mil cabezas que impide el desarrollo del país, y eso sí es muy dudoso. Según la ocurrente numeralia que maneja López a conveniencia, porque siempre él “tiene otros datos”, la corrupción asciende a 500 mil millones de pesos al año.
Esa cifra, que suena impactante, ni siquiera pinta en el PIB anual y suponiendo que se pudiera reducir a cero, esos recursos sólo beneficiarían a quienes pagaban esa corrupción, en muchísimos casos por obvia conveniencia, lo que no significa, que en cambio los canalizarían para desarrollar al país a través de inversiones productivas.
En lo que va del gobierno, a pesar de que se han modificado numerosas leyes para combatirla, tipificándola incluso como un delito grave, según reporta el Inegi, la corrupción no sólo no ha disminuido, ni en su monto ni en el número de casos, sino que se ha incrementado. Incluso la estructura de su gobierno, así como su familia, se han visto envueltos en escándalos de corrupción que siguen impunes.
En cuanto a eliminar la pobreza, la que está muy pobre es su estrategia. Entregar dinero a través de los programas de Bienestar, no acaba con la pobreza, ni genera crecimiento económico, como postula, por el contrario, la pobreza se ha incrementado más que en las últimas tres décadas y el crecimiento económico remotamente podrá repuntar a niveles de 2018 al final del sexenio.
Reflexiono sobre todo esto, como mencioné, para ejemplificar el origen de la soterrada campaña contra los medios que abandera López un día sí y otro también.
Su criterio es, sin embargo, bastante flexible a conveniencia. Por ejemplo, el presupuesto destinado a publicidad oficial este año es particularmente selectivo. Según reporta la organización Artículo 19, sólo diez medios se benefician con el 52 por ciento, en tanto que el 48 por ciento restante se divide entre 447. Entre los privilegiados están, desde luego los electrónicos como Televisa y TV Azteca, así como La Jornada, el único medio impreso que recibe ese trato por ser el vocero oficioso del régimen.
Es cierto que la austeridad se aplica a rajatabla en ese presupuesto, que fue reducido en un 60 por ciento respecto a lo gastado en tiempos de Enrique Peña Nieto, pero el criterio para asignarlo depende de la línea editorial complaciente de cada medio con el régimen. Por lo que, en términos reales, tampoco eso ha cambiado en comparación a la era neoliberal.
Ese recorte en el presupuesto de la publicidad oficial ha profundizado aún más la crisis que padecían muchos medios desde hace tres años, lo que, aunado a la devastación pandémica de 2020, ha provocado que muchos estén al borde de la extinción.
Esa incertidumbre mediática se replica en la mayoría de los estados, sobre todo en los que, como en el caso de Guerrero, es inminente el arribo a las gubernaturas de candidatos emanados de Morena.
En este tema de la relación que sostendrá con los medios, como en muchos otros, el próximo gobierno de Evelyn Salgado Pineda es una incógnita. En cambio, la de su padre Félix Salgado Macedonio ya se conoce porque incluso él mismo ha manejado algunos. Como aspirante primero y efímero candidato a la gubernatura después, se mostró displicente con todos los medios, a excepción de unos cuantos, sus muy cercanos.
Hay sin embargo indicios de que la hoy gobernadora electa impondrá en ese aspecto su propia agenda, lo que se anticipa alentador porque en las escasas referencias que le recordamos al respecto, ha reiterado su compromiso con la libertad de expresión y se ha pronunciado en favor de la relación permanente con los medios para informar con transparencia.
Veamos qué sucede a partir del 15 de octubre.