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ACAPULCO, Gro., 3 de octubre de 2021.- «Este sistema racista ha roto completamente la autoestima de las mujeres negras. Si logro que una mujer se sienta orgullosa de las formas de su cabello, de su cuerpo, de su piel, habré logrado mucho para que este mundo sea un poquito mejor”, dice Aleida Vázquez Cisneros, poeta y activista afromexicana de 41 años nacida en la Costa Chica de Guerrero.
Cuando a los 8 años Aleida migró a una escuela internado en León, Guanajuato empezó a tomar conciencia del racismo en México. “Las maestras me decían a cada rato, ‘¡péinate!, ¿por qué nunca te peinas?’ Yo decía, ‘pues, es que… mi cabello es así, rizado’. Ahí me di cuenta que no para toda la gente ser negra es chido”, cuenta en entrevista.
Pero también ahí, a los 9 años se dio cuenta que sabía hacer rimas y comenzó a escribirlas en sus cuadernos desde los 10 u 11, alentada por uno de los profesores de su escuela en Guanajuato. “‘Váyanse allá a las canchas a escribir una poesía’, nos decía cuando venían festividades como el Día de las Madres, de las fiestas patrias. Me gustó”, menciona Aleida.
Su abuela le heredó la ascendencia afromexicana y sus enseñanzas también le ayudaron a sobrellevar los insultos en el internado. “Los negros también somos chulos, los negros también somos dignos”, recuerda que ella le decía. Y gracias a esas lecciones de vida es que escribió uno de sus poemas más populares.
“Llevo en la sangre candela / y en mi pecho algarabía / mis pechos son dos lumbreras / que desbordan alegría / son herencia de mi abuela / la que de niña me decía / no me avergüenza ser negra /soy fuerza, fulgor y vida”, dice un verso del poema No me avergüenza ser negra, a través del cual reivindica su identidad.
El Censo 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reporta que en todas las entidades federativas hay 2.57 millones de personas que se auto adscriben como afromexicanas o afrodescendientes. Guerrero tiene 8.6 por ciento de ese total, es decir, 303 mil 923 personas, de las cuales 51 por ciento son mujeres y 48 por ciento son hombres.
Al irse a estudiar a Guanajuato, Aleida reconoce que se desmarcó de la realidad de muchas personas de la Costa Chica de Guerrero y de Oaxaca. Pero desde entonces se cuestionaba, “¿qué pasa aquí?, yo no tengo problema con mi negrura pero algo está pasando, ¿por qué me ofenden?, ¿por qué me gritan?, ¿por qué me acosan en la calle?”
Activismo afro
Además de arte, la poesía de Aleida Vázquez Cisneros es una forma de activismo mediante el cual reivindica a la población afrodescendiente.
Desde 2017, la poeta participa en la colectiva Mujeres Afroamericanas en Movimiento (Muafro), una plataforma de empoderamiento con una agenda antirracista que apunta a la construcción de políticas públicas para los territorios de las mujeres afromexicanas, con el acompañamiento del Instituto de Simone de Beauvoir.
Participó en el Primer Encuentro de poetas, copleros y versadores en el municipio de Huehuetan en 2019; y como parte de su activismo, Aleida busca que la población no migre por carencias que rompen con el arraigo identitario. “De pronto la gente se va a otro lado y empieza a impregnarse de otras cosas, luego ya no sabemos de dónde somos, de dónde venimos, ya no nos reconocemos y somos muy fáciles de extraviar, de manipular. La aspiración a la blanquitud se convirtió en el pan de todos los días”, lamenta.
También colabora con la organizaciónMano Amiga en talleres de identidad, derechos y empoderamiento. Ella sueña con las condiciones para que las mujeres puedan bailar y hacer poesía, en lugar de usar todas sus energías contra el machismo, las violencias y el racismo.
Aleida encuentra inspiración en feministas afrodescendientes de Estados Unidos, como la filósofa Angela Davis y la escritora Gloria Jean Watkins, conocida como Bell Hooks en honor a su bisabuela materna. “Estoy segura hoy por hoy que las mujeres negras venimos de otras realidades, de otros espacios, de otros tejidos, por eso a veces no encajamos en esta perspectiva de las mujeres blancas”.
Pero más allá de tener como referentes a grandes pensadoras, mantiene presentes a sus ancestras. “Si mi madre no leyó a Simone de Beauvoir, ni a Virginia Woolf, puede ser lo que se le dé la gana. Si mi abuela nunca conoció la palabra feminismo pero sabía que los negros somos chulos y dignos, ¿de dónde lo aprendió? No lo leyó en ningún lado, seguramente alguien atrás de ella vino y se lo incrustó, fueron los hombres y mujeres de ascendencia africana”, remata orgullosa.