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ACAPULCO, Gro., 29 de mayo de 2025.- La historiadora Ana López Torres presentó la ponencia Acapulco en la fiebre del oro del siglo 19, como parte de las actividades por un cuarto de siglo del Museo Histórico Naval de este puerto.
En su presentación explicó el papel estratégico que tuvo Acapulco entre 1849 y 1870 como escala obligada en la ruta marítima que conectaba Nueva York, Panamá y San Francisco durante el auge migratorio hacia California durante la conocida fiebre del oro en Estados Unidos.
Antes, el director del Museo Naval, Marcelo Adano Bernasconi subrayó la necesidad de visibilizar los episodios olvidados de la historia marítima mexicana y solicitó guardar un minuto de silencio por la muerte de una cadete y un tripulante del buque escuela Cuauhtémoc en Nueva York.
López Torres detalló que la Pacific Mail Steamship Company, fundada en Estados Unidos, estableció una ruta comercial y de pasajeros que evitaba el paso por el Cabo de Hornos y atravesaba el istmo de Panamá.
El trayecto principal unía Nueva York, cruzaba a pie o por ferrocarril en Panamá, y de ahí conectaba con San Francisco mediante escalas técnicas y comerciales en puertos del litoral mexicano.
Entre ellos se encontraban Veracruz, Tampico, Campeche, Sisal, Mazatlán, Manzanillo y Acapulco, siendo este último considerado un puerto estratégico.
Explicó que Acapulco era punto obligado para recarga de carbón, pues estimó que cada escala implicaba de cuatro mil a cinco mil toneladas almacenadas en su bodega, así como de agua, alimentos y otros insumos.
Cada embarcación, continuó, transportaba hasta 400 personas, lo que generaba un entorno dinámico de comercio local. Los pobladores vendían frutas, animales e incluso ofrecían espectáculos improvisados, como lanzarse al mar para atrapar monedas que los extranjeros arrojaban desde los barcos.
En ese contexto, diversas familias extranjeras se asentaron en Acapulco al encontrar oportunidades de negocio en el abasto y servicios portuarios.
Provenientes de Estados Unidos, China, Francia y Filipinas, algunos de estos migrantes contribuyeron al desarrollo comercial y social del puerto, aunque este nunca alcanzó el nivel de modernización de Mazatlán.
“Lamentablemente, no se terminaba de modernizar, ni de ser un lugar completamente salubre”, reconoció López Torres, al describir las limitadas condiciones de infraestructura.
La historiadora citó al viajero estadounidense Robinson Warren, quien en 1859 escribió que Acapulco, antaño “el punto más importante del océano Pacífico”, se había reducido a “una completa insignificancia. No queda ningún rastro de su antigua grandeza, más que la magnífica fortaleza… donde hay unos pocos soldados mexicanos harapientos y con las piernas desnudas”.
Afirmó que en los registros, el ambiente social del puerto también fue objeto de observaciones negativas y, la mayoría de los testimonios de viajeros extranjeros incluían críticas al calor excesivo, los frecuentes sismos y el alojamiento deficiente, al que calificaban como “tugurios”.
Asimismo, la prostitución comenzó a proliferar, lo que afectó la imagen del puerto en publicaciones y la percepción de la sociedad extranjera de época que hacía escala en Acapulco.
A pesar de ello, Acapulco mantuvo una actividad económica constante, pues entre sus principales productos de exportación se encontraba el limón, producto del que se enviaban mil cajas con alrededor de 15 mil piezas cada una.
También se exportaban algodón, pieles, concha perla y cochinilla de Oaxaca, mientras que desde Estados Unidos se recibían herramientas agrícolas, armas, queroseno y abarrotes, entre otros bienes manufacturados.
Explicó que el interés por California comenzó a decaer conforme la fiebre del oro se diluía y los migrantes descubrían que el oro no era tan abundante como se había prometido, por lo que la demanda de transporte y provisiones comenzó a disminuir.
Lo anterior impactó directamente en la actividad comercial de Acapulco, que entró en otro periodo de pausa.
En la parte final de su presentación, Ana López Torres llamó a profundizar en esta etapa poco explorada.
Señaló que el acceso limitado al Archivo General de la Nación ha sido un obstáculo para enriquecer la investigación, pero consideró indispensable continuar.
“Este trabajo busca alumbrar puntos ciegos en el pasado de Acapulco. Falta aún mucho por descubrir, y hacerlo permitiría fortalecer nuestra identidad histórica con fundamentos sólidos y más visibles”, concluyó.