Hoja verde
Sin advertirlo somos testigos del fin de una época. El arribo del populismo es pausa; y concluye la etapa terminal de una larga transición que cerró en el peor de los desprestigios y abrió cauce a una respuesta hija del descontento, la frustración y la impotencia. La novedad no fue tal, tampoco distinta; sí en el abuso del poder por la polarización, el desdén a la legalidad y el cultivo del rencor social.
Hay certeza de qué concluye, pero no qué inicia. A pesar de las pretensiones, el régimen es insostenible por sus contradicciones. Propone favorecer a los pobres y los ha perjudicado como ningún otro proyecto, por el aumento en su número y por el deterioro del precario piso de bienestar en materia de salud, alimentación y educación.
En la lucha contra la corrupción los resultados son deplorables. La discrecionalidad en la asignación de contratos públicos y la falta de transparencia revelan la persistencia de la venalidad. No hay acciones judiciales para frenarla, lo que ha llevado al imperio de la impunidad. Se habla de democracia y, como nunca, las instituciones que la procesan y dan certeza sufren el embate frontal y embustero desde la presidencia misma.
Libertades, estado de derecho y ética están en permanente acecho desde el poder presidencial. Nunca la libertad de expresión y sus profesionales habían sido víctimas de una ofensiva de tal magnitud, sin importar las múltiples agresiones y homicidios a periodistas en el ejercicio de su oficio. El crimen contra las mujeres crece y se profundiza ante la complacencia presidencial. Mientras, el país es testigo de la militarización de la vida pública.
No hay manera de que el proyecto en curso subsista, en mucho por la personalización del poder. México vive una circunstancia semejante a la que refería Francisco I Madero en La Sucesión Presidencial: el ciclo de vida del régimen se asocia al del presidente, más ahora por lo inamovible de la no-reelección. Como bien proponía el coahuilense, la ruta hacia delante está en las libertades y en la democracia, desafío sustantivo para el futuro del país.
Adiós, hasta pronto. Las empresas de medios están en plena libertad de decidir los tiempos de colaboración de sus articulistas. Hace casi dos décadas tuve el privilegio de contribuir en Milenio con la generosa y fraterna recepción de Carlos Marín y Ciro Gómez Leyva, así como la bienvenida de los señores Francisco González padre e hijo. A todos ellos mi invariable agradecimiento, al igual que a mis pares columnistas, articulistas y conductores de radio y tv. Estoy cierto, como ha sido mi caso, que han contado con total libertad y el mayor respeto en su quehacer.
El país y los medios han cambiado profundamente, igual que el asedio del poder a quien disiente. La libertad es incontenible, siempre correrá por los meandros complejos y fascinantes de la incertidumbre, en un encuentro de quien escribe con el lector, deseable tránsito para una sociedad libre y abierta. Su contención por miedo provoca que el mayor temor se vuelva realidad al momento mismo que se impone.