Hoja verde
El Día de los fieles difuntos o Día de muertos
Estamos en época de muertos, refiriéndonos EXCLUSIVAMENTE a la tradición mexicana de los fieles difuntos. En esta ocasión entrego a ustedes, distinguidos lectores, algunos datos sobre el origen y en que consiste maravilloso y ancestral festejo.
Las raíces de esta tradición se remontan a la época precolombina. Para los antiguos mexicas, la muerte representaba el paso a otra vida, máxime con los guerreros que morían en la batalla y así, las mujeres que no aguantaban el dolor del parto y fallecían, el dios Hutzilopoztli los esperaban en el Omeyocan, ya que éstos representaban los rayos que desprendía Tonatiuh, para después llegar a la tierra en forma de colibríes; a cualquiera que enfermaba, el dios Mictlantecuhtli y su esposa Mictecacihuatl, los esperaban en el Mictlán; los que morían por circunstancias relacionadas con el agua, Tláloc los esperaba en Tlalocan y los niños que fallecían buscaban el Tonacuahtlan, donde se encontraba el Chichicualcuahtl o árbol de la mamazón, cuyas hojas colgantes tenían forma de senos y así podían comer los niños de él. Así vemos que en la era prehispánica, los pobladores de Mesoamérica pensaban que cuando alguien moría se iba a otro mundo en la forma mencionada.
Con la llegada de los españoles y su nueva religión, se hizo creer a los indígenas que dependiendo del comportamiento del hombre se determinaba su destino final, si era muy bondadoso se ganaba el cielo, pero si era pecaminoso, iba al infierno. Además, los europeos trajeron consigo nuevas enfermedades que no existían aquí: sarampión, viruela, sarna, tifoidea, gonorrea y muchas más que fueron bien aprovechadas por los religiosos, quienes les aseguraban las enfermedades eran la consecuencia de su herejía y que la única salvación era acercarse a la nueva religión católica. Por eso era conveniente fallecer tras haber llevado una vida ordenada y religiosa, acorde a lo dicho por los españoles y así morir con la esperanza de llegar al cielo. De esta forma, los conquistadores “metieron” su religión, concediendo a los locales que conmemoraran a los difuntos los días 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre, fechas que coinciden con la cultura celta para el mismo fin, la cual a su vez tenía influencias chinas. De esta forma lograron la fusión de las dos culturas.
En la actualidad, el festejo de muertos ha sido investigado a fondo desde el punto de vista antropológico, estableciendo que las festividades indígenas en torno a los muertos se llevan realizan por 41 grupos étnicos de México entre los cuales se encuentran: amuzgos, atzincas, coras, cuicatecos, chatinos, chichimecas-jonaz, chinantecos, chocho-popolocas, choles, chontales de Oaxaca y Tabasco, huastecos o teneek, huaves, huicholes, ixcatecos, ixiles, jacaltecos, matlatzincas, mayas, lacandones, mayos, mazahuas, mazatecos, mixes, mixtecos, motozintlecos, nahuas, pames, popolucas, purépechas, tepehuas, tepehuanos, tlapanecos, tojolabales, totonacas, triques, tzeltales, tzotziles, yaquis, zapotecos y zoques. Hablamos aproximadamente de 5 millones 872 mil indígenas, que habitan en: CDMX, Campeche, Chiapas, Durango, Estado de México, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Tabasco, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán y Zacatecas y representan aproximadamente un 97.2 por ciento, del total de la población indígena, de acuerdo al Censo Nacional de Población de 2002.
Para los pueblos indígenas, el complejo de prácticas y tradiciones que prevalecen en sus comunidades para celebrar a los muertos o antepasados constituye una de las costumbres más profundas y dinámicas que actualmente se realizan en dichas poblaciones, así como uno de los hechos sociales más representativos y trascendentes de su vida comunitaria. En las regiones maya, nahua, zapoteca y mixteca, por ejemplo, dicha celebración no sólo tiene relevancia en la vida ceremonial y festiva de los pueblos, sino que su propia naturaleza la coloca como uno de los núcleos centrales tanto de la identidad y la cosmovisión de cada grupo, como de su vida social comunitaria. En el imaginario colectivo, las celebraciones anuales destinadas a los muertos representan de igual manera un momento privilegiado de encuentro no sólo de los hombres con sus antepasados, sino también de los integrantes de la propia comunidad entre ellos. Por ejemplo, en los vecindarios urbanos o en las localidades más apartadas, durante varios días, suelen tener lugar diversos encuentros, ya sea de carácter preparatorio o de índole ritual, que propician numerosas interacciones de grupos, de familias o de comunidades enteras entre sí y con sus muertos.
Por otra parte, esta diversidad de prácticas y creencias enriquecidas durante siglos, han recibido también influencias de culturas africanas, asiáticas y europeas que han dejado su huella en México, lo que ha generado diferentes formas de celebración, por ejemplo: mientras en la región huasteca los nahuas reciben a sus muertos en medio de expresiones festivas casi de carácter carnavalesco, entre los chontales de Tabasco los muertos permanecen un mes en las comunidades, participando de los ritos domésticos de manera íntima y familiar. También es importante resaltar que la variedad cultural en torno a los muertos ha materializado en las diferentes regiones de la República Mexicana, una arquitectura simbólica y ritual que se expresa en infinidad de manifestaciones plásticas, muchas de ellas de carácter “efímero”, como los esplendorosos arcos de cempaxúchitl, flor simbólica de la celebración y las representaciones cosmogónicas implícitas en el arreglo y la lógica de las ofrendas; en la culinaria ceremonial; en la organización de los espacios rituales, así como en la danza, la música y el canto.
Lamentablemente en las ciudades ya se terminaron esas tradiciones, los niños salen a las calles disfrazados a pedir dulces o alguna moneda y tocan a las puertas de las casas; en las escuelas, las profesoras invitan a las mamás para que lleven a los niños disfrazados de monstruos, momias, murciélagos etcétera e incluso les piden a los alumnos que lleven adornos para el salón. Se realizan fiestas o reventones como los conocemos ahora y la condición es llevar disfraz. En todo esto se encuentra la influencia gringa de un festejo llamado Halloween y que nada tiene que ver con la profunda cultura y raíces de nuestra nación y no solo eso, empresas cinematográficas, diseñadores de moda, de perfumes, fabricantes de licor y productores chinos, se han apropiado de esta riqueza cultural para fabricar masívamente todo tipo de artículos relacionados con esta festividad, recibiendo enormes beneficios económicos ante la mirada incomprensiva, ilusa o valemadrista de nosotros los mexicanos y la estúpida incapacidad de las autoridades para defender este patrimonio.
Como señalamos al inicio, la tradición del día de Muerto tiene orígenes en tiempos precolombinos y estaban dedicados a diferentes a diferentes, según la causa de muerte del ser añorado y su temporalidad variaba según las fechas correspondientes a cada fallecimiento, pero con la influencia hispánica, pues cambiaron los altares y se establecieron nuevas fechas, de tal forma que ahora no se puede imaginar una ofrenda sin una cruz, la foto del difunto y flores de cempasúchitl. La tradición señala que el altar comienza a montarse desde el 30 o 31 de octubre y permanece hasta el 2 o 3 de noviembre y se dice que el 31 de octubre llegan las almas de los niños y se van al medio día del 1 de noviembre, justo cuando llegan las de los adultos para disfrutar de los ofrecimientos levantados en su memoria y retirarse al siguiente día.
Los altares u ofrendas de muerto, varían mucho entre las regiones del país y ciertamente son diferentes en cada una, sin embargo, la practicidad de los tiempos modernos y sobre todo en las ciudades, de alguna manera se han “estandarizado” los elementos que lleva un altar u ofrenda de muertos y más o ménos podemos decir que son los siguientes:
Niveles .- En muchos lugares de México se acostumbra levantar ofrendas de siete, tres o dos niveles, cada uno con un significado diferente. Se dice que éstos dependen del número de ofrendas que se le han dedicado al fallecido. Otras versidónde se encuentra: el cielo.
Flor de cempasúchil.- La “flor de veinte pétalos” es probablemente el principal elemento. Su lugar en los altares se debe a su florecimiento después de la temporada de lluvias. Sus pétalos son utilizados para trazar caminos que dirigen a las almas de la entrada del hogar a la ofrenda, además de colocarse en floreros y arcos.
Arcos.- representa la puerta que da la bienvenida a los fieles difuntos. Por la ubicación actual de las ofrendas dentro de los hogares, hoy en día es raro ver una con un gran arco elaborado de flor de cempasúchil. En diversas regiones del país los elaboran con carrizos de bambú atados con lazos.
Calaveritas de azúcar.- Aunque en un inicio eran de amaranto porque el azúcar no existía, estas figuras dulces evolucionaron como una representación de los difuntos a quienes se dedica la ofrenda, es por esto que se les agrega su nombre en la frente.
Pan de muerto.- Otro de los elementos infaltables en las ofrendas.
Papel picado.- Se dice que representa al aire, uno de los cuatro elementos omnipresentes en la ofrenda. En San Salvador Huixcolotla, Puebla hay una enorme tradición al respecto y se dice que ahí hacen el que se considera el mejor papel picado del país.
Agua.- Se colocan vasos con agua para la sed de las almas viajeras y como representación de uno de los cuatro elementos básico de la naturaleza.
Retrato del difunto.- Generalmente éste se coloca en el nivel superior de la ofrenda.
Incienso o copal.- otra representación del aire y guía olfativa para los fieles difuntos que “nos visitan”.
Color morado.- Si la ofrenda de muertos en sí ya es colorida, no debe faltar este tono, tradicional del luto.
Veladoras.- En representación del fuego, una por cada difunto para iluminar su camino a casa.
Platillos y bebidas preferidas del difunto.- Mole, pozole, tequila y lo que más haya disfrutado la persona en vida para agasajarla.
Dulces mexicanos.- Para las almas de los más pequeños.
Frutos.- Principalmente la caña; en varias regiones de México se dice que su vaina representa a los huesos de los difuntos.