Hoja verde
Armas autónomas letales, nueva versión del apocalipsis
La guerra siempre ha sido el principal motor de la investigación científica, según nos refiere reiteradamente la historia. Las primeras herramientas del hombre: la piedra, seguida del mazo, la lanza, arco y flechas, uso de caballos, catapultas, arietes, corazas, armaduras, armas de fuego y etcétera, hasta nuestros días, se descubrieron o inventaron por motivos bélicos, ya sea para protección o agresión de un enemigo. Casi siempre, tales avances o herramientas acaban como artículos de uso cotidiano en una sociedad moderna que así solventa los enormes costos de la investigación que dio pie a esa tecnología, originalmente pensada para uso bélico.
Permítame una anécdota personal, estimado lector: hace décadas, en los años 90, acudí como reportero una fiesta en la mansión Arabesque de los barones Di Portanova y tuve oportunidad de entrevistar, con mi camarógrafo Víctor Rivera, a varios personajes, entre ellos a la actriz Rebeca de Alba, al actor Sylvester Stallone y más importante para esta historia, al astronauta Edwin ‘Buzz’ Aldrin, el segundo hombre en pisar la luna. El viajero espacial fue contundente al asegurarme que, en esa época, cuando la Guerra Fría estaba en sus momentos más calientes, se buscaba llegar a la luna con miras a instalar una base desde la que se pudiese bombardear la Unión Soviética, si era necesario. Eso no trascendió en su momento y sólo se difundió aquello de “un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad”.
Nunca llegó a instalarse esa base lunar, pero ciertamente la tecnología que en ese entonces se desarrolló por miedo a los comunistas, en la actualidad es parte cotidiana de nuestra existencia.
NUEVO CONCEPTO ARMAMENTISTA
Según percibimos, la tecnología bélica actual está (además de cuestiones biológicas, químicas, psicológicas o de otro tipo) dominada por la informática y otros conceptos relacionados, como la inteligencia artificial, cuyos avances han dado pie a la creación de armas autónomas letales, armas que se manejen por sí mismas, con escaso o nulo control humano y vulnerables a ciberataques; armas que operen masivamente e interconectadas, con capacidad de reconocimiento facial; armas que tomen por sí solas la decisión de matar y estén encargadas de distinguir entre combatientes, no combatientes y civiles.
Esta tendencia bélica alarmó hace años a personalidades de ámbitos múltiples como Stephen Hawking, Elon Musk, Steve Wozniak y Noam Chomsky, entre otros, que en 2012 lanzaron la campaña Stop Killer Robots (Detengan a los robots asesinos) SKR, buscando el consenso social necesario para prohibir las armas autónomas y mantener el control humano sobre el uso de la fuerza, en un intento por adelantarse al surgimiento de estas armas disruptivas, como el que no se logró con otras que llegaron a ser prohibidas o fuertemente limitadas sólo después de que cientos de miles de personas murieran: las armas nucleares, las armas químicas y las minas antipersonal, por citar sólo tres ejemplos.
“Las armas totalmente autónomas”, establece SKR, “carecerían del juicio humano necesario para evaluar la proporcionalidad de un ataque, distinguir a los civiles de los combatientes y cumplir con otros principios básicos de las leyes de la guerra”, asegura, y añadenque: “Reemplazar las tropas con máquinas facilitará la decisión de ir a la guerra y trasladará aún más la carga del conflicto a los civiles. Además de que las armas totalmente autónomas cometerían errores trágicos con consecuencias imprevistas”.
La carrera armamentista va en aumento. Las tensiones mundiales creadas estúpidamente por Donald Trump propician el miedo y casi automáticamente el desarrollo de nuevas armas. Simultáneamente a esto, es normal que surjan teorías de todo tipo, conspirativas o fundamentadas, que hablan de artefactos nunca antes vistos con capacidades destructivas desconocidas. Concretando un poco más sobre tales teorías, se habla del advenimiento de armas de energía y todavía más específico, de la famosa 5G, la que está en disputa entre USA y China para el uso en teléfonos celulares y a la que ya se le atribuyen poderes destructivos aún misteriosos, que si bien ahora suenan exagerados a todas luces, bien podrían convertirse en realidad, si consideramos que, finalmente, hablamos de una forma de energía que si podría magnificarse con fines destructivos.
En fin, evitando el juego conspirativo queda el hecho real e intimidante de que, pese a todas esas protestas y argumentaciones emitidas desde 2012, países como China, Corea del Sur, Estados Unidos, Israel, Inglaterra y Rusia, entre otros, están desarrollando sistemas de armas con autonomía suficiente para seleccionar y atacar por sí mismas sus objetivos.
No hace falta gran imaginación para entender que sujetos de nula calidad moral, como el malhadado Trump, podría utilizar las armas totalmente autónomas en otras circunstancias fuera de conflicto armado, como en el control fronterizo y la vigilancia sobre “the bad men from México”, ¿o no?
Concluyo informando a usted que, al momento, SKR cuenta con el apoyo formal de 26 países, 86 organizaciones no gubernamentales, 25 mil expertos en inteligencia artificial, 21 premios Nobel, el Parlamento Europeo y la ONU, entre otros.