Teléfono rojo
Los sentidos del cuerpo humano y el tacto
Son bien conocidos los factores que hacen reaccionar cuatro de los cinco sentidos del cuerpo humano: la luz visible entra a los ojos y sus receptores, conos y bastones que en conjunto nos brindan el sentido de la vista; moléculas de substancias químicas disueltas en el aire entran en la nariz, sus receptores detectan esas moléculas, las identifican con precisión y envían la información al cerebro para darnos el sentido del olfato; algo similar sucede con los receptores de la lengua, también muy especializados, que ubicados en diversos puntos de esa parte nos permiten percibir los diferentes sabores, dando pie a nuestro sentido del gusto; los sonidos entran al oído y hacen vibrar los tres osículos o huesecillos: martillo, estribo y yunque, que transmiten las vibraciones a unas células ciliadas que también envían impulsos eléctricos al cerebro, ofreciéndonos así el sentido del oído. Por último, el sentido del tacto, que nos da la percepción de presión, temperatura, textura y dureza de nuestro entorno, pero cuyo funcionamiento todavía no se conoce al 100 por ciento, pero que fue explicado en gran parte hace poco tiempo.
Vemos que cada uno de tales órganos de nuestro cuerpo, existen receptores especializados y sensibles a lo que cada uno debe percibir; los ojos ven la luz y no les interesa el sabor de lo que ven, así como a la nariz o la boca, no les afecta si hay luz o está obscuro cuando saborean o huelen; sin embargo, en todos los casos, cuando los receptores de cada órgano se activan por el mecanismo especializado de cada tipo de receptor, abren canales iónicos en la célula y permiten la entrada de iones positivos. Eso despolariza la célula y convierte el estímulo en una señal eléctrica que el cerebro puede decodificar. El problema es que hasta hace poco no sabían cuáles son los receptores que hacen viable el sentido del tacto.
Durante décadas los científicos han buscado la explicación a éste fenómeno biológico de gran importancia para todos nosotros y fue hasta este Siglo 21 en que se descubrieron los “Piezos 1 y 2”; el primero una proteína sensible a la presión y el segundo, otra proteína que es parte de un gen responsable de producir la proteína Piezo 1, al grado de que si existe una mutación en dicho gen, la proteína no se produce y viene la falta de “propiocepción” o capacidad que tiene nuestro cerebro de saber la posición exacta de todas las partes de nuestro cuerpo en cada momento.
Tales descubrimientos han sido de gran trascendencia, sobre todo para la medicina, porque el tacto es la base del funcionamiento de casi todos los tejidos y tipos de células. Los organismos interpretan fuerzas para comprender su mundo, como disfrutar de una caricia y evitar estímulos dolorosos, pero dentro del cuerpo, las células perciben el flujo de sangre, el aire que infla los pulmones y la plenitud del estómago o la vejiga y así, prácticamente con todos los órganos del cuerpo, lo que significa que hay piezos en casi todos los órganos humanos y si estos fallan, pues necesariamente afectarán el funcionamiento de los órganos donde se ubiquen.
A nivel de ciudadano común y sin preparación académica sobre este tema, podemos señalar que la evidencia más clara de la trascendencia de estos fenómenos perceptivos es que en se han publicado más de 300 resultados sobre investigación de los piezos durante los últimos tres años, muchas de éstas basadas en imágenes microscópicas obtenidas con diversas y muy modernas técnicas hasta llegar a la microscopía crioelectrónica o crio-EM, con la que han podido desentrañar su complejísima estructura molecular de tres palas que integra los referidos receptores piezoeléctricos, integradas por de más de 2500 aminoácidos y para comparar, baste decir que las proteínas de los mamíferos suelen contener alrededor 500 aminoácidos y que ese gigantesco tamaño obstaculizó las investigaciones sobre estas estructuras proteínicas: ¿cómo sienten la fuerza o presión, cómo se abren y se cierran y muchas otras interrogantes?
Esto se pudo desentrañar con las imágenes impactantes de las tres proteínas piezoeléctricas que se unen en un trímero el cual extiende a ambos lados de la membrana plasmática; desde el poro central, tres brazos salen en espiral como las palas de una hélice que se curvan hacia arriba y hacia afuera, creando una hendidura profunda en la superficie de la célula, aunque hasta ahora no han logrado descifrar el mecanismo completo. Por otra parte, también han descubierto que los roles de los Piezos van más allá del tacto o la propiocepción, al grado de que podrían ayudar a explicar por qué algunas personas son resistentes a la malaria o porque los astronautas pierden densidad ósea por la ingravidez espacial e incluso ya se buscan aplicaciones prácticas para estos nuevos conocimientos, como por ejemplo medicamentos para tratar el dolor crónico y muchas dolencias más, ya que, como mencionamos anteriormente, estos Piezos se localizan, prácticamente en todos los órganos del cuerpo.