
Caminos del sur
Ciencia contra delincuencia
La lucha científica contra el crimen se utiliza con frecuencia en el mundo del espectáculo, particularmente en la televisión; hay científicos abnegados, millonarios excéntricos, guapos y adefesios y de todo tipo de gente que, desde su laboratorio y a veces combinando con la acción, resuelven el que sería el “crimen perfecto”, de no ser por su avanzado conocimiento de todos los campos de la ciencia y desde luego su singular valentía aplicada para descubrir esa huidiza evidencia del crimen y conseguir la anhelada justicia.
Curiosamente, en la realidad, se están haciendo enormes esfuerzos científicos y económicos desde varias áreas de la ciencia, para detener un cuantiosísimo fraude que está llevando a la quiebra a los apicultores de todo el mundo: la producción china de miel de abeja adulterada con múltiples y sofisticados almibares de bajo costo, que se añaden a la miel natural, duplican su volumen y se venden a precio menor del producto sin mezclar y así se posesionan fraudulentamente del mercado. Esto está sucediendo realmente, en este momento, a nivel global y representa un grave peligro pues los apicultores están cambiando de actividad.
La miel de abeja es un alimento sumamente apreciado por la humanidad desde hace milenios; existen rastros de cera de abejas en piezas de vajilla neolítica desenterradas en Europa, Oriente Medio y África del Norte, con antigüedad de 9 mil años. En el sureste de México, hace pocos años el kilo de miel vendida a Inglaterra se pagaba a $47.00 pesos, aproximadamente £ 1.73 libras esterlinas, por kilogramo por su miel orgánica; en la actualidad, los apicultores reciben solo $35.00 pesos el kilogramo de miel orgánica y la miel convencional ha bajado aún más, de $43.00 pesos el kilo a solo $23.00 pesos y por esto muchos de los 42,000 apicultores estimados en México, gran parte de cuya miel se exporta a Europa, ahora se están rindiendo y abandonando sus colmenas. A nivel global, existen más de 90 millones de colmenas que producen 1,9 millones de toneladas de miel, valuadas en £ 5 mil millones de libras esterlinas al año, casi $134 billones de pesos. En concreto, los apicultores creen que esta miel adulterada es responsable de saturar el mercado, derrumbar los precios mundiales y engañar a millones de clientes y como si fuera poco, la industria apícola proporciona un enorme beneficio ambiental porque tres de cada cuatro cultivos dependen en cierta medida de la polinización de las abejas y otros insectos para obtener rendimiento y calidad y esto también se puede perder.
Detectar miel mezclada con almíbar es sumamente complicado porque existe una cifra casi infinita de tipos de miel, dado que cada tipo depende de: las flores que circundan el colmenar y de las cuales se alimentan esas abejas; su raza y su mezcla con otras razas; el clima circundante; la temporada del año; la acidez del terreno, los cuidados que se les propinen y muchos más. Todos esos factores se conjuntan y hacen que cada tipo de miel sea única y diferente a cualquier otra.
En el mundo entero, incluso en México, los apicultores están respondiendo para desenmascarar este fraude evidente que no se puede comprobar pero que es tan evidente que raya en el cinismo y si no, basta ver las grandes plataformas comerciales de China en Internet, como Alibaba, que anuncia: “jarabe de fructosa para miel” industrial por tan solo 76 peniques el kilogramo.
Si bien apicultores y científicos de todo el mundo, incluso mexicanos, han ideado múltiples y sofisticadas pruebas que permitan detectar tales almibares mezclados con la miel, el hecho es que los malosos chinos siempre encuentran un nuevo ingrediente capaz de burlar esas tecnologías que surgen para detectarlos.
Y es en este juego de estira y afloja que los científicos están aplicando la resonancia magnética, esa misma que se utiliza para obtener imágenes del cuerpo humano en medicina, para detectar esos “infames almibares”.
La resonancia magnética nuclear (RMN) trabaja envolviendo las muestras de miel en un poderoso campo magnético que hace que los átomos resuenen. Las frecuencias de resonancia de los núcleos de esos átomos son diferentes para cada elemento y tales resonancias diferentes se convierten luego en picos o espectros en un gráfico, generando así una “firma” magnética única para cada muestra.
En el caso de la miel, la técnica se utiliza para determinar el perfil molecular de una muestra genuina para establecer la autenticidad. La RMN puede identificar todos los azúcares, proteínas y otras moléculas presentes, incluidas aquellas que nunca deberían estar en ninguna miel natural pura.
Entonces ya se puede determinar la composición atómica de una miel genuina y una adulterada; el problema es que, como decíamos párrafos arriba, hay un número casi infinito de tipos de mieles o muestras originales y solo se puede saber si una muestra analizada es pura o no, comparando el resultado de esa muestra nueva con una muestra original previamente analizada y así, mediante comparación, saber si la muestra dudosa tiene compuestos añadidos que no tiene el original.
Y bueno, ya existe la tecnología para comprobar la calidad de una miel, a nivel atómico, ahora lo que debe hacerse es colectar y analizar todas las muestras originales proporcionadas por cada apicultor en particular del mundo y así crear una gigantesca base de datos que contenga todas las muestras originales de cada productor para compararlas con cualquier miel que pretenda comercializarse en condiciones dudosas.
Parece una tarea colosal, de hecho, lo es, pero es tal la bronca de los apicultores a nivel mundial, que se aplicaron decididamente y están haciendo su chamba. Esperemos que lo logren, pero mientras tanto, mi dulce lector, si usted gusta de la miel de abeja, cheque bien lo que compra y evite marcas extranjeras, sobre todo las chinas, cochinas.