Propuestas y soluciones
CONSUMO ANCESTRAL DE DROGAS PSICOACTIVAS
El consumo de sustancias psicoactivas se remonta a miles de años en la historia. Se han usado con fines rituales, para mitigar el hambre y la sed, encontrar el valor para el combate, acceder a paraísos artificiales o solo para “sentirse chido”.
Existen antiguas referencias del uso de tales substancias por nativos de numerosas y alejadas regiones de los distintos continentes: Los sumerios que florecieron al sur de Mesopotamia entre los ríos Tigris y Éufrates durante los 3.000 y los 2.350 A.C. y son considerados la primera civilización urbana de la humanidad, representaron la adormidera o amapola en tablillas de arcilla. El papiro de Ebers, documento clásico de la farmacología egipcia que data del siglo XVI antes de Cristo, la incluye en 700 remedios y 800 recetas y así como éstos, existen ejemplos en todas las épocas del uso de “enervantes” por las motivaciones que ya referí.
Sin embargo, en la actualidad, los medios de comunicación masiva y el transporte más expedito, así como el avance tecnológico que facilita la síntesis de principios activos y su comercialización, propiciaron la difusión o generalización de su uso, cambiando la percepción social y cultural que existía antaño sobre su uso o abuso y propiciando lo que algunos consideran una de las epidemias de mayores proporciones o uno de los problemas de mayor envergadura que habrá de enfrentar el hombre de principio del siglo XXI.
Y es en este tenor vemos como paulatinamente caen las barreras legales y culturales que dificultaban el consumo de esas substancias han venido cayendo hasta convertirse en tema de economía, política y hasta ciencia; y permítame por favor, mi escandalizado lector, referir mi experiencia personal al respecto: allá por los años 60´s del siglo pasado, surgió el “movimiento hippie” en los Estados Unidos y luego se popularizó en todo el mundo; México no fue la excepción, según muchos podrán recordar. A fines de esa década y principios de los 70´s, dada mi edad y los factores culturales que hacían la moda en ese entonces, pues me dejé crecer la barba y el cabello, me vestía extraño y atrevido para el canon de la época, con pantalones acampanados, camisas o playeras sumamente coloridas y todo tipo de accesorios andrajosos, que no mugrosos, que según nosotros denotaban “rebeldía social”, además, ciertamente del consumo de algunas substancias, casi siempre naturales: marihuana, hongos y en menor medida, peyote, dada la violenta reacción vomitiva que producía al ingresar al estómago, según recuerdo y de forma muy ocasional, LSD como única substancia, que si bien procede de un hongo del centeno, se sintetiza mediante procesos químicos
Y si bien con el paso del tiempo, la edad, la incorporación al mercado de trabajo y las exigencias de una vida más estandarizada, me obligaron a dejar los andrajos para vestirme de traje con corbata y olvidar los psicoactivos, por cierto, muy peligrosos de conseguir en esos tiempos y cuyo consumo era un delito grave y se castigaba con la cárcel; para cambiarlos por substancias socialmente aceptadas e incluso profesionalmente fomentadas, como el alcohol. Sin embargo, tengo el recuerdo, muy vívido, de que “todos los pachecos de esos días” asegurábamos que el consumo de tales substancias, no solo nos hacía sentir placer, sino que también nos hacía más perceptivos, sensibles a los sentimientos de las personas, bondadosos, más analíticos o más creativos, etcétera; en resumen, que el consumo de dichas substancias, de alguna manera u otra, mejoraba ciertas cualidades de las personas y nos volvía mejores ser seres humanos.
Esto se vivió de manera similar entre las juventudes de todo el mundo en esa época y yo que viví esa experiencia diferente, no puedo dejar de sorprenderme como ha cambiado todo este asunto, concretamente ver como la marihuana, de ser una planta proscrita en las culturas modernas de todo el mundo, de repente es aceptada y hasta está siendo objeto de costosísimas investigaciones científicas para establecer con precisión sus características, efectos medicinales en las personas y otros usos. También sorprende ver que en breve período han surgido grandes corporaciones que comercializan productos y subproductos de la planta en diversos campos, no solo el recreativo o el medicinal, sino también en el industrial, al grado de que ya se está fabricando un avión con fibras de la planta, que se presumen más duras que el acero y más ligeras que el aluminio y con un costo muy menor las aeronaves convencionales.
En México, vemos que los senadores ya andan legislando y autorizando hasta el cultivo de plantas personales y escuchamos que algunos personajes prominentes, sea cierto o no, como el expresidente Vicente Fox, ya preparó su rancho y solo espera el desenlace político para empezar la producción de mota, en grande
Y entre toda esta parafernalia marigüanesca, más me sorprendió ver que el Dr. Balázs Szigeti, neurocientífico del Imperial College London, emprendió un estudio tratando de determinar con seriedad si realmente el uso de hongos y otras substancias pueden aumentar la capacidad creativa o las características empáticas humanas que los consumidores le atribuyen y los resultados fueron, por lo menos notables, sino es que realmente sorprendentes, porque tras invitar a 1600 usuarios cotidianos, de los cuales solo 246 aceptaron participar porque cada quien debía comprar su droga para el experimento, les administró “microdosis” de la substancia, es decir, un 10% de lo que cada consumidor en particular consumía para “ponerse hasta atrás” y concluyó lo siguiente: ”Las personas que toman pequeñas cantidades de LSD, “hongos mágicos” y drogas relacionadas reportan una variedad de beneficios, desde más creatividad hasta un mejor bienestar psicológico.” Sin embargo, se pregunta: “¿Estas microdsis, del 10% de la cantidad que causa una verdadera experiencia psicodélica, realmente benefician a la mente?
Como curiosidad añadiré el hecho de que el estudio ofreció retos inusuales, porque los sujetos de estudiados siempre identificaban y diferenciaban las cápsulas de la microdosis de psicoactivo con las cápsulas de placebo administradas de forma aleatoria, por lo que se debieron utilizar diferentes substancias, buscando que no pudiesen diferenciar, sin embargo y a diferencia de otros estudios médicos, los sujetos siempre lograron diferenciar las cápsulas del psicoactivo con las de los diferentes placebos. Y he aquí las conclusiones tempranas del estudio: la microdosis condujo a mejoras en el bienestar psicológico, pero también lo hicieron las cápsulas de placebo. “Los beneficios son reales”, dice el autor principal. “Pero no son causados por los efectos farmacológicos de la microdosis”. En general, Szigeti dice que las personas que pensaban que habían tomado psicodélicos sentían un mayor bienestar y menos ansiedad que aquellos que pensaban que habían tomado placebo, independientemente de lo que realmente tomaran.
Szigeti y sus colegas ya están planeando otro ensayo mejorado sobre microdosis psicodélicas donde preguntará a los sujetos acerca de sus experiencias con más frecuencia a lo largo del día.
Estos trabajos pretenden estudiar el aceite de cannabidiol y asociarse con investigadores en nutrición para estudiar el verdadero valor de ese y otros suplementos.
Como podrá ver usted, mi sorprendido lector, parece que el uso de substancias antaño prohibidas será algo común y cotidiano en nuestra sociedad.
Concluyo platicándole a usted que en una reunión con algunos amigos contemporáneos, ya en el marco de unos gélidos fermentos de cebada y lúpulo, notamos cierta similitud entre épocas obscuras, cuando la inquisición te destruía por cuestiones de religión y luego con tiempos recientes, donde el Estado te detiene por “besarle los pies al diablo” y bajo la premisa de evitar que consumas substancias que te hacen daño, terminan arruinándote la vida cuando te refunden en una prisión.