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Insensato regocijo
Las mujeres en la historia científica
El pasado lunes 8 de marzo se conmemoró el “Día Internacional de la Mujer” y con el propósito de hacer notar la presencia de las damas en la historia científica de la humanidad, me di a la tarea de investigar los avances protagonizados por féminas, pensando simplemente en mostrarles una lista tan amplia que por sí misma hiciese notar la trascendencia femenina en ese ámbito. Sin embargo, apenas iniciaba la tarea cuando vi la lista de premios Nobel del 2020 y noté que el 7 de octubre pasado, el preciado galardón en el ámbito de la química se les otorgó a las investigadoras Emmanuelle Charpentier, actualmente directora de Instituto Max Planck de Biología de la Infección en Berlín y Jennifer A. Doudna, principal investigadora en los Institutos Gladstone y profesora en la Universidad de California en San Francisco, por el “Desarrollo de un método para la edición del genoma”, técnicamente denominado Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats o Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Espaciadas, más conocido como CRISPR / Cas9 y coloquialmente definido como “tijeras genéticas”.
Dichas tijeras genéticas permiten modificar el ADN de animales, plantas y microorganismos con una precisión extremadamente alta y tienen una enorme trascendencia porque están perfilando las nuevas terapias contra el cáncer y sin duda permitirán curar enfermedades congénitas, como la diabetes, por ejemplo y si consideramos que el cáncer, en general y llevado al máximo de la simplificación, no es otra cosa que un desorden, cambio o mutación de los genes que trastoca las funciones normales de la célula, podemos imaginar cómo se usan la “tijeras genómicas”, que cortan la parte dañada del ARN celular y la remplazan con un nuevo gen sin la falla, corrigiendo el problema y eliminando cáncer. Así de simple, como si cambiásemos una pieza, una refacción genética que se dañó en la máquina y que no permitía que funcionara todo bien.
Hay que señalar que, previo a los trabajos de Charpentier y Doudna, ya se conocía el concepto de tal reparación celular: en 1993, el español Francis Mojica, de la Universidad de Alicante, fue el primero en estudiar las secuencias que bautizó como CRISPR en un microorganismo con una tolerancia extrema a la sal encontrado en las costas de Santa Pola, en Alicante, sin embargo, ellas definieron un método preciso y económicamente viable para el proceso. Esto se compara con el “Ford modelo T” que llevó el automóvil al alcance de los ciudadanos comunes; ya existían los coches, pero su precio era prohibitivo y el T de Ford se produjo masivamente, su precio bajó y de ahí a la fecha, es innegable que su uso generalizado produjo una profunda transformación social.
La historia del método para simplificar el CRISPR fue más o menos así: Charpentier estudiaba la bacteria Streptococcus pyogenes y descubrió una molécula desconocida, el ARNtracr. Su trabajo mostró en 2011 que el ARNtracr es parte del antiguo sistema inmunológico de las bacterias, el cual conserva “recuerdos químicos” que desarman los virus al escindir su ADN. Posteriormente inició el trabajo conjunto con Doudna, bioquímica especialista en ARN y juntas recrearon las tijeras genéticas de las bacterias en un tubo de ensaye y simplificaron sus componentes moleculares para facilitar el uso.
En 2012, con un experimento que hizo época, las científicas reprogramaron las tijeras genéticas, que de forma natural reconocen el ADN de los virus y demostraron que podían controlarse para cortar cualquier molécula de ADN en un sitio predeterminado, entonces, los mecanismos celulares adicionales y el ADN añadido de forma exógena utilizarán la maquinaria de la propia célula y otros elementos para “reparar” específicamente el ADN.
Desde que Charpentier y Doudna publicaron su trabajo sobre las tijeras genéticas “CRISPR / Cas9” en 2012, su uso se ha disparado. Esta herramienta ha contribuido a muchos descubrimientos importantes en la investigación básica y en base a esto, solo para empezar, se han se han desarrollado numerosos cultivos que resisten el moho, las plagas y la sequía, sin mencionar las llamadas “terapias blanco”, basadas es medicamentos de diseño personal que incorporan la tecnología que nos ocupa para combtir, cada vez con más éxito, diferentes formas de cáncer
Y es así que la chamba de estas dos “mujeronononas” motivaron a que el pasado 7 de octubre de 2020, Claes Gustafsson, presidente del Comité Nobel de Química, pronunciase las siguientes palabras: “Hay un poder enorme en esta herramienta genética, que nos afecta a todos. No solo ha revolucionado la ciencia básica, sino que también ha dado lugar a cultivos innovadores y dará lugar a nuevos tratamientos médicos innovadores”.
Y pongo el siguiente ejemplo que, según yo, demuestra las enormes expectativas que el CRISPR / Cas9 ha generado en el mundo. En diciembre de 2015, uno de los “mounstros” de la industria farmacéutica, la transnacional Bayer se asoció con “CRISPR Therapeutics”, empresa fundada por la descubridora Charpentier, para crear “Casebia Therapeutics” otra empresa cuyo objetivo es investigar y desarrollar terapias innovadoras para enfermedades congénitas, cardíacas congénitas, hematológicas y para la ceguera. “Si a principios del siglo pasado estábamos ante el boom automovilístico, 100 años más tarde nos encontramos delante de la revolución de la modificación genética. La tecnología y la ciencia avanzan a gran velocidad y en Bayer queremos estar en la parrilla de salida”, concluyen los ejecutivos de la farmacéutica que, al igual que todas estas corporaciones de medicamentos: “no dan brinco sin huarache”.