
Teléfono rojo
“El infierno en la tierra”
El descubrimiento de un centro de entrenamiento y exterminio de la delincuencia organizada en el municipio de Teuchitlán, Jalisco, a una hora de camino de Guadalajara, ha causado un verdadero shock en la opinión pública, por la crudeza de la narrativa de quienes han podido estar en este sitio, describiendo un verdadero infierno en la tierra, infierno que hubiera pasado desapercibido para todo el mundo, de no ser por el valor y la tenacidad de colectivos de búsqueda de personas como el denominado Guerreros Buscadores de Jalisco.
Y es que, si bien fue en septiembre del año pasado cuando se descubrió este rancho, que ahora sabemos es conocido como Izaguirre, en ese momento la información proporcionada por las autoridades se limitó a señalar que fueron detenidos diez sujetos, liberados dos más que se encontraban privados de la libertad y se encontró un cadáver envuelto en plásticos.
El descubrimiento de este racho lo realizaron elementos de la Guardia Nacional durante un recorrido de vigilancia, dando parte al Ministerio Público, momento en que intervino la Fiscalía de Jalisco, realizando, o debiendo hacerlo, indagatorias en el lugar, para lo cual utilizaron una retroexcavadora, medidores de compactación del suelo y binomios caninos; o al menos eso es lo que recién declaró el actual titular de la dependencia, Salvador González de los Santos, quien agregó que la propiedad era muy grande para ampliar la búsqueda de indicios en ese momento.
Sin embargo, meses después, quienes sí pudieron buscar de manera exhaustiva, luego de recibir una denuncia anónima, fueron los integrantes de Guerreros Buscadores, quienes encontraron en el rancho Izaguirre tres hornos crematorios bajo tierra con restos humanos, aunque lo más dramático fue hallar más de 400 piezas de calzado y prendas de vestir, incluyendo artículos de playa, lo que hace suponer que no sólo caían en la trampa del CJNG jóvenes de ambos sexos que fueron engañados con la promesa de un trabajo extremadamente bien pagado, sino también familias enteras que habrían sido privadas de la libertad cuando iban de vacaciones.
Pero eso no fue todo, también se localizaron improvisados aparatos de ejercicio, casi un centenar de casquillos percutidos de distintos calibres y hasta un altar dedicado a la Santa Muerte, evidenciando que ahí entrenaban a los sicarios que se unirían a las filas de este peligroso cartel, o por lo menos aquellos que sobrevivían a los maltratos, porque los que claudicaban, los que se daban por vencidos o quienes se negaban a formar parte activa del grupo delictivo terminaban por ser torturados y asesinados.
A partir de este punto, las historias de horror se han ido dando a conocer poco a poco, ya sea por un cuaderno con una carta de amor y despedida, o por una llamada anónima de quienes salieron vivos del narco rancho y, tan pronto pudieron, escaparon de sus captores o por los vestigios que ahí se localizaron y que son mudos testigos del baño de sangre que un día sí y otro también ocurría en el lugar.
Es tal el nivel de la tragedia que ahora todos se tratan de deslindar de la responsabilidad de que algo así haya sucedido, por un lado las autoridades federales, por conducto del Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, que se dice extrañado de que las autoridades estatales y municipales no supieran nada, cuando fue el Gobierno de México quien localizó en primera instancia el narco rancho. En lo que toca al Gobierno de Jalisco, su titular, Pablo Lemus, apunta que tomó las riendas de la entidad hasta diciembre, lo cual es cierto, pero su predecesor, Enrique Alfaro, es del mismo partido político, MC.
En lo que respecta a las autoridades municipales, el alcalde José Asunción Murguía, asegura que nunca tuvieron reportes de actividades ilícitas en el rancho Izaguirre, lo cual pudiera ser cierto, pero sólo porque los vecinos de la zona afirmaron de manera anónima a medios de comunicación que si nunca denunciaron nada fue porque el gobierno de Teuchitlán está coludido con el crimen organizado y temían represalias.
Lo cierto es que lo que ya no podemos hacer es mirar para otro lado, es minimizar la tragedia, es ponerle un número a la cantidad de víctimas fatales del centro de exterminio, tal como en el holocausto nazi, es momento de ponerles nombres y apellidos a quienes perdieron la vida en ese narco rancho, es tiempo de visibilizar la muerte y desolación que causan estos criminales y alzar la voz para que no se vuelva a repetir, porque callar ya no es una opción.