Defiende Sheinbaum desaparición del INAI y otros 6 organismos autónomos
CIUDAD DE MÉXICO, 6 de agosto de 2020. — Maravilla de la arquitectura mexicana, testigo de grandes encuentros deportivos y de sucesos trascendentales en los ámbitos nacional e internacional, el Estadio Olímpico Universitario (EOU) continúa como uno de los símbolos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del deporte.
Este viernes 7 de agosto se conmemoran 70 años de la colocación de la primera piedra para su edificación, en una parte del territorio que cubrió la lava del volcán Xitle, que en náhuatl significa ‘ombliguito’, y ahora es una avenida asfaltada de nombre Insurgentes Sur, reconocida como la más larga de América Latina.
En la actualidad, aún se pueden escuchar las historias de aquellos contemporáneos, quienes conocieron la zona donde rondaba el puma concolor y otras especies animales propias del lugar.
En un comunicado, la UNAM resalta también las historias de quienes tuvieron la fortuna de asistir a la inauguración de los Juegos Olímpicos de 1968, cuando la atleta mexicana Enriqueta Basilio Sotelo, campeona en los 80 metros con vallas y 400 metros, se convirtió en la primera mujer en la historia en portar la antorcha olímpica para encender el fuego del pebetero.
De acuerdo con documentos en poder de la UNAM, el lunes 7 de agosto de 1950, al mediodía, se inició su edificación, a la par de los edificios de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) y de las entonces escuelas nacionales de Jurisprudencia y Economía, ahora facultades de Derecho (FD) y Economía (FE).
En esta obra participaron poco más de 10 mil obreros, y tuvo un costo de 28 millones de pesos.
El trazo, realizado por Augusto Pérez Palacios, fue resultado del análisis comparativo de diversas estructuras dedicadas a la práctica deportiva y la adopción de las teorías de Gavin Hadden, ingeniero estadunidense, para el mejor acomodo de los espectadores.
El proyecto, asignado a Pérez Palacios, junto con Raúl Salinas Moro y Jorge Bravo, comenzó con las ideas y planos en marzo de 1950, y cinco meses después se colocó la primera piedra.
Esta construcción fue un precedente a nivel mundial en el uso de nuevos insumos para la pista: el tartán, y también en instalaciones adecuadas en vestidores, baños y atención médica para los deportistas.
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