Teléfono rojo
La figura del campesino mexicano a lo largo de la historia ha servido para muchas cosas, pero menos para convertirse en factor decisivo en la conducción política del país. Me refiero desde luego de la etapa post revolucionaria, ya que después de participar en aquella lucha y aportar cientos de miles de vidas para acabar con la dictadura, pasó a convertirse en una simple referencia, un símbolo de contienda y reclamo, que sirve muy bien para adornados discursos, pero hasta ahí.
Salvo quizá durante el cardenismo a nivel nacional y en el gobierno de José Francisco Ruiz Massieu aquí en la entidad, muy poca presencia ha tenido ese sector en los altos niveles de la política mexicana. Resultaría prolijo detallar todo lo sucedido con los campesinos desde entonces, nada más para resumir, hay que asomarse a la realidad que hoy viven muchos en las apartadas comunidades de Guerrero y del país para concluir que el paso de un siglo no les ha significado mucho, porque la gran mayoría sigue marginada, analfabeta, en precariedad alimentaria y lo peor, utilizados para el clientelismo electoral, que ahora lleva el apodo de “bienestar”.
Nada más un dato. En las últimas tres contiendas presidenciales, Andrés Manuel López Obrador ganó ampliamente en Guerrero con el voto campesino. Reitero, en Guerrero. En 2018, de los más de un millón 200 mil sufragios que obtuvo, unos 850 mil procedieron de la vasta superficie rural del estado, el resto fue aportado en las zonas urbanas. De ese tamaño es la fuerza electoral campesina, pero la paradoja es, ¿en dónde está entonces su presencia en la política? ¿Dónde está el beneficio? Prácticamente no existe, si hasta el fertilizante les escamotean los que sirven a la nación.
Y al respecto la historia no miente. Guerrero sólo ha tenido dos gobernadores genuinamente campesinos durante casi un siglo. En plenos años revolucionarios, Jesús H. Salgado Brito en 1914, originario de Teloloapan y después, Adrián Castrejón Castrejón, de 1929 a 1931, quien era de Apaxtla. De ahí para acá, muy pocos representantes verdaderamente campesinos han ocupado cargos políticos de peso. Sí ha habido, por supuesto alcaldes y diputados locales, pero la gran mayoría ligados a intereses ajenos al campo, es decir, llegaron pero eran de otra parcela.
Es por eso muy oportuna la reciente reunión que sostuvieron los integrantes del Foro de Organizaciones Campesinos y del Congreso Agrario Permanente, ya que después de un amplio diálogo acordaron dar impulso de manera conjunta a una iniciativa, en la que incluso participen organizaciones independientes y las que están integradas a los sistemas producto como los que dedican al café, a la cría de ganado y a la producción de mezcal, entre muchos otros, para impulsar a un candidato a la gubernatura que sea un genuino representante de los intereses de los campesinos.
La propuesta es llevar a cabo una convención estatal de organizaciones campesinas, para definir una plataforma política que tenga como objetivo reivindicar al campesinado, que está harto de ser simple aportador de votos, a cambio de marginación, desprecio y migajas electoreras.
Esta amplia movilización, a la que le veo mucho futuro, si no la contaminan la mezquindad y el oportunismo, apenas se está fraguando y podría concretarse con o sin los partidos políticos, porque, mucho ojo, ahora ya existen las candidaturas independientes. Habrá que ver el rumbo que toma todo esto en los próximos días.