Teléfono rojo
“Buscando el tiempo perdido”
Los acapulqueños estamos al pendiente del proceso electoral para la renovación del Ayuntamiento Municipal de Acapulco, con la esperanza de que el próximo presidente sea el que inicie la recuperación de esta ciudad y puerto, que injustamente está siendo víctima de la delincuencia, organizada y no organizada, que asesina a diestra y siniestra, cobra cuotas “por derecho de piso” a los comerciantes de todos los niveles y que se ha apoderado de los espacios de la vía pública en las diversas zonas citadinas, que incluyen las turísticas, populares y tradicionales.
Dicen que lo último que se pierde es la esperanza, y votaremos el próximo 1 de julio, parafraseando a Marcel Proust, “buscando el tiempo perdido”.
La ciudadanía, es decir, la masa electoral, al menos intuye que sin el apoyo gubernamental, la delincuencia no hubiera sentado sus reales en Acapulco.
Una muestra de lo anterior es el Jardín Álvarez, el popular zócalo acapulqueño, convertido con la complicidad de los alcaldes, en un mercado, en donde se vende “de todo”, especialmente alimentos antihigiénicos.
Lo que antes fuera un espacio para que los acapulqueños, especialmente los niños, pasearan a solaz, hoy es un zoco vergonzante, ante el triste disimulo de la autoridad municipal, lo que es una ofensa para la dignidad de los porteños, que fuimos despojados del corazón de nuestra zona tradicional, de lo más histórico de esta ciudad fundada en 1550…
¿Y qué decir de las playas? La venta de droga es una constante, y la violencia criminal consecuencia irremediable. Y todo transcurre frente a los “vigilantes” elementos de las fuerzas armadas y de los policías municipales y estatales.
No hay día en que no haya “ejecutados”, y últimamente las víctima son los choferes de los “taxis” y autobuses.
Todo cambiaría si la voluntad de las autoridades se sustentara en el amor al municipio que gobiernan, si los políticos buscaran el poder no para medrar en lo económico y si prevaleciera en ellos el interés social y el patriotismo.
Todo cambiaría, no por arte de magia, que la política y la democracia no es para funámbulos; cambiaría si entre los aspirantes a munícipes hay alguien dispuesto a iniciar la recuperación de Acapulco y el electorado votara por él, sin interés partidista y sí con un acto de esperanza de que no todo está perdido.
El 1 de julio tenemos que votar, pues sólo la acción democrática nos puede conducir hacia el progreso.