Teléfono rojo
Evodio y “Ildolcefarniente”
El Jardín Álvarez –“Zócalo”- de Acapulco es una “papa caliente” para el Ayuntamiento de Acapulco que preside Evodio Velázquez Aguirre.
Este emblemático espacio público fue remodelado en los inicios del gobierno de Enrique Peña Nieto, con fondos aportados por la Secretaría de Turismo federal y estando la ejecución de las obras bajo la responsabilidad del Gobierno del Estado.
El actual alcalde argumenta que las instalaciones hidrosanitarias y de drenaje no han sido concluidas, no aclarando si finalizarlas es responsabilidad de la empresa paramunicipal Coagua o de la paraestatal Capaseg, organismos encargados del agua potable, alcantarillado y saneamiento; que las papeleras, instaladas hace cuatro años, están rotas; que las fuentes “danzarinas” no funcionan y que el piso blanco de un material poroso antideslizante no fue sellado correctamente, y etcétera.
Empero, para el alcalde, recibir las obras del jardín sería dar pasos sobre terrenos escabrosos: nada ha hecho para desalojar a los vendedores ambulantes que en los últimos diez años se han posesionado de ese espacio histórico, y dejar pasar el tiempo (está a cuatro meses de finalizar su gobierno) es lo más cómodo, sobre todo para este joven político perredista que entiende la acción de gobernar como “Il dolce far niente”.
Como es expresión coloquial, le “echará la pelota” a su sucesor, y si éste resulta tan irresponsable como él, durante los próximos tres años los acapulqueños y los turistas tampoco podremos disfrutar del “Zócalo”, pues los comerciantes ocupan las bancas y la mayor parte del espacio vendiendo toda clase de productos y alimentos: un mercadillo que provoca desazón y turbación del ánimo entre los acapulqueños.
Si el próximo Ayuntamiento se decide a recuperar ese espacio, y lo logra, bien podríamos emblematizar el Jardín Álvarez.
Con fundación virreinal en 1550, Acapulco es rico históricamente, y el centro citadino (Fuerte de San Diego, Fortín Álvarez y el Jardín Álvarez) son la simbolización de ese hermoso pasado.
Lamentablemente el tiempo y la estulticia gubernamental han destruido sus vestigios. Conservar la memoria de las acciones de los antiguos sería dotar a las nuevas generaciones de la cultura que les permita observar el pasado para la imitación y el ejemplo.
La Plaza Álvarez, el tan maltratado “Zócalo”, es parte de esa memoria, y lo que nos debe dar grima es que a pocos nos interesa.
Estamos en una campaña política para renovar los ayuntamientos, entre ellos el de Acapulco. Ninguno de los muchos candidatos ha mencionado siquiera la intención de recuperar la Plaza Álvarez, lo que podría ser que también, como el actual alcalde, la consideren una “papa caliente”.