Corrupción neoliberal
¿Una nueva “dictadura perfecta”?
Las encuestas lo marcan como el próximo presidente de la República: el cincuenta por ciento de las preferencias electorales a su favor dan por un hecho que el morenista Andrés Manuel López Obrador sustituirá al priísta Enrique Peña Nieto, y el tabasqueño ya actúa, anticipadamente, como presidente electo.
Además, los encuestadores anticipan que Morena tendrá mayoría absoluta en el Senado de la República, y que con el PT y PES, los otros dos partidos de la coalición lo será, también, en la Cámara de Diputados.
Si esto resulta cierto, sería el presidente más poderoso desde que el “viejo PRI” ejecutaba omnímodamente la “dictadura perfecta”.
Esto último preocupa. La democracia a la que aspiramos la mayoría de los mexicanos, la plena, se nos negaría con un presidente con aspiraciones de ser “todopoderoso”, aunque por antonomasia sólo Dios lo es.
Andrés Manuel López Obrador, sin duda alguna, es un político bienintencionado, empero, es de humanos, cuando se tiene el poder absoluto, ceder ante la falsa creencia de ser un dios.
El poderoso Julio César, en la Roma tardorrepublicana, le pedía a uno de sus amigos que le recordara que era un simple mortal. Dicho recordatorio no fue suficiente, y cuando se declaró dictador y vislumbraba el ser emperador, lo asesinaron.
El poder marea, así como corrompe, y cuando dicho poder es absoluto, corrompe absolutamente, según lo dijo en su famoso aforismo el político e historiador inglés decimonónico Lord Acton.
Entonces, si es casi un hecho que el tabasqueño triunfe en las elecciones del 1 de julio, ojalá no llegue al poder con la mayoría en el Congreso y con legisladores obsecuentes. Esto pondría en riesgo al país, pues “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Lo vimos cuando gobernaba el “viejo PRI”, y lo podríamos ver con Andrés Manuel López Obrador y una posible presidencia omnímoda.
Los seguidores de Ricardo Anaya y José Antonio Meade, esperan que cualquiera de los dos que, según las encuestas, se instale en un segundo lugar de las preferencias electorales, y se beneficie con los sufragios de los indecisos, y con el voto útil. Pueden tener razón. Recientemente, en dos países hispanoamericanos, los triunfadores no fueron favorecidos por los encuestadores. Los indecisos y el voto útil se impusieron. ¿Sucederá lo mismo en México?
Lo que sí es urgente es que en nuestro país una reforma electoral instituya la segunda vuelta. Daría más fuerza a la democracia y más claridad a las elecciones.
Lamentablemente con Andrés Manuel López Obrador con el control del Congreso de la Unión, no estaría a favor de la segunda vuelta. A pesar de ser un César del tercer milenio, no podrá aferrarse al poder, pues la Constitución y la ciudadanía no se lo permitiría, pero sí intentaría que su partido, Morena, instaure una nueva “dictadura perfecta” como lo hizo el “viejo PRI” del desarrollo estabilizador y del nacionalismo revolucionario, corrientes político-económicas que “El Peje” anunció que revivirá.