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Médula
Que así sea
Unos días más por transcurrir y las campañas políticas llegarán a su término. A más tardar a la media noche del 1 de julio, sabremos quién será el próximo presidente de la República, para la felicidad de muchos mexicanos y para la decepción de otro tanto de connacionales.
También se elegirán 8 Nuevos gobernadores, 1 jefatura de gobierno,128 senadores, 500 diputados federales, 972 diputados locales, 1596 ayuntamientos y 16 alcaldías: felicidad o tristeza ciudadana en un país como nunca politizado.
El optimismo nos dice que si la selección de México clasifica a la siguiente ronda de la Copa del Mundo que se juega en Rusia, la magia del futbol habrá de mitigar las decepciones de los unos y de atemperar el júbilo de los otros. El pesimismo antepone lo contrario, empero.
Estamos en la recta final, y los expertos aseguran que nada está escrito, y hasta el clero católico advierte a los electores del peligro de permitir que las encuestas y no el sufragio razonado y responsable decidan en el resultado de los comicios.
Los observadores preocupantes tememos a la violencia post electoral, sobre todo, si el candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador, que pública y no tácitamente expresó que si por “un fraude” pierde las elecciones que cree tiene anticipadamente ganadas, soltará “al tigre” de la inconformidad popular.
El irresponsable desparpajo del candidato presidencial de Morena en nada contribuye a la tranquilidad post electoral.
Los dimes y diretes en que se enfrascaron José Antonio Meade Kuribreña y Ricardo Anaya Cortés, candidatos de las coaliciones Todos por México y Por México al Frente, respectivamente, ensucian sobremanera el proceso electoral, y bien pueden ser señalados de irresponsables, como las amenazas de Andrés Manuel López Obrador.
El cuarto candidato, el independiente Jaime Rodríguez Calderón, hizo de sus ocurrencias el lado cómico de los debates, como el “mochar” la mano de los corruptos y otras expresiones sandias.
Sin embargo, gane quien gane, el electorado mexicano tendrá que demostrar que formamos parte de una nación madura y responsable.
Mucha sangre ha corrido en los casi doscientos años de ser independientes, si le damos el valor que tienen los Tratados de Córdoba firmados el 24 de agosto de 1821 en la histórica ciudad del actual estado de Veracruz y no el grito del Cura Hidalgo, en Dolores, el 15 de septiembre de 1810, fecha del inicio glorioso de la Insurgencia. Guerras civiles, invasiones, cuartelazos, imperios “de opereta” y otros males que nuestros antepasados lograron superar, nos concedieron la madurez social que impedirá la violencia post electoral que no merecemos.
Que así sea.