Escenarios nacionales/José Luis Camacho Acevedo
Otros los tiempos, otras las realidades
El único candidato a la presidencia municipal de Acapulco ya oficializado, es el priísta Ricardo Taja Ramírez, pues en la coalición México al Frente, integrado por el PAN, PRD, MC, aún no se ha definido quién será el abanderado, y en Morena no se ponen de acuerdo si es candidata o candidato.
En la coalición México al Frente, se dice que se seleccionará de acuerdo a una encuesta, y en Morena, la primera y última palabra será emitida por Andrés Manuel López Obrador, de acuerdo a su muy autocrático parecer.
Quienes sean los candidatos deberán hacer una campaña electoral en la que analicen el estado de cosas de Acapulco, municipalidad que vio frenado su desarrollo económico por la violencia recurrente, resultado de una pugna entre los grupos delincuenciales emergentes “por la exclusividad de la plaza”, ya que de acuerdo con lo que marcan los “cánones” (si es que los hay) del crimen organizado, este poder ilegal no se comparte.
El electorado tomará en cuenta lo que prometan los candidatos para la recuperación de la paz social y el encauzamiento del municipio de Acapulco hacia el progreso.
Quien triunfe en las elecciones del 1 de julio, debe ser un presidente municipal que anteponga el interés de los acapulqueños a su propia ideología, si es que esto último aún perdura en el muy particular pragmatismo político nacional.
Deberá gobernar sin rencores, y sin importar el partido en el que milite debe unir sus esfuerzos a los del presidente de la República y a los del gobernador del Estado de Guerrero.
La distancia entre el actual alcalde, Evodio Velázquez Aguirre, perredista, con los gobernantes priistas Enrique Peña Nieto (de la República) y Héctor Astudillo Flores (del Estado) está perjudicando a los acapulqueños. No se puede gobernar siendo “un rencor vivo” en el sentido rulfiano, ni siendo un edil soberbio que exhiba su inmadurez.
El esfuerzo de los tres niveles de gobierno debe ser causa común, y el objetivo debe ser uno, volver a colocar a Acapulco como primer centro turístico del país y a los acapulqueños en la residencia muy merecida en una ciudad donde el orden y la paz no sea un solo un eslogan de campaña, si una realidad diáfana que esplenda después de la tormenta.
Quienes pretenden ser alcalde de Acapulco tienen que estar conscientes de ello.
Acapulco tiene pasado y presente, ¿por qué no garantizarle un futuro digno?
Y quien no esté consciente de esa obligación legal y moral, mejor que no participe en la política. Son otros los tiempos y otras las realidades.