Cien días de prosperidad compartida
Cosas veredes, Mío Cid
La segunda entrevista entre Enrique Peña Nieto (EPN) y Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidentes de México, en funciones, y electo, respectivamente, ayer en Palacio Nacional, es una muestra de la relación educada y correcta entre los dos políticos, completamente distinta a la esperada.
AMLO, “militante” de la izquierda y “opositor tenaz” a las políticas económicas neoliberales adoptadas por los gobiernos de la República de 1982 a la fecha, en los cuando menos doce años que hizo campaña política en busca de la presidencia pronunció un discurso violento e inflexible, anunciando lo que se llamó una “revolución pacífica” que en los hechos resultó sólo fraseología, es decir, palabrería, dirigida a un electorado hastiado de gobiernos incapaces de controlar la inflación, y como ejemplo los llamados “gasolinazos” que detonaron los precios altos de las cosas de uso común; dirigida también a una ciudadanía sumamente molesta por la corrupción casi generalizada entre los gobernantes, funcionarios y alta burocracia, en los tres niveles de gobierno; práctica ilícita que implica a algunos integrantes de los poderes legislativo y judicial.
Pero algo cambió el panorama. Algo que amansó al tigre con el que amenazaba al sistema político el entonces candidato de Morena a la Presidencia de la República:
EPN, durante la campaña no intervino, dejó sólo a su partido y a su candidato, José Antonio Meade. Resultado: el PRI sufrió una derrota estrepitosa, que lo convirtió en un partido de tercera, pues a partir del pasado primero de julio es la tercera fuerza electoral, condición que se refleja en el reducido número de legisladores federales y locales logrados en los comicios.
El presidente en funciones, amablemente, al iniciar la tarde del día de las elecciones se comunicó por teléfono con el candidato presidencial de Morena, según informan los medios de comunicación, para comunicarle que a cuatro o cinco horas de haberse instalado las casillas y comenzada la votación, su ventaja era inalcanzable; que lo felicitaba y le aconsejaba preparar el discurso con el que se dirigiría más tarde al pueblo de México.
Maravillado por tanta amabilidad del “caballeroso presidente”, AMLO, agradeció a EPN su llamada telefónica y de allí afloró el interés mutuo de entrevistarse, para iniciar una transición “civilizada y de concordia”, algo así como la “república amorosa” imaginada hace unos cuantos años por el hoy presidente electo.
Ayer, 9 de agosto, fue la segunda reunión entre EPN y AMLO.
Las imágenes que vimos por la televisión fue la de dos amigos que se tratan efusivamente, no la de dos políticos de ideologías contrarias, escenario que podría conducir a la confirmación de nuestras sospechas de que atrás de la máscara populista de AMLO está la faz verdadera de un político neoliberal muy distante de la izquierda ideológica.
¿Qué nos mostrarán en los tres meses y días que faltan para el cambio de gobierno?
¿Seguirá la “amorosa transición”?
¿La relación “civilizada y primermundista” entre el presidente saliente y el entrante?
El Cid -Muchos males han venido por los reyes que se ausentan.
Alfonso VI -Cosas veredes, Mío cid, que farán fablar las piedras.