Propuestas y soluciones
La interminable búsqueda de la verdad
Lucien Febvre, a partir de la Escuela de los Annales, que fundó en París en 1929 junto con Marc Bloch nos enseña en su obra que “El historiador no va rondando al azar a través del pasado, como un trapero en busca de despojos, sino que parte con un proyecto preciso en la mente, un problema a resolver, una hipótesis de trabajo a verificar”.
Su alumno y sucesor como el gran historiador del siglo XX, Fernand Braudel, autor entre otras obras de “El Mediterráneo. El Espacio y la historia”, solía decir que “el historiador debe sentarse a debatir”.
¿Qué significa lo que Braudel nunca se cansó de repetir? Que la historia no es un dogma. Debe discutirse como un tema donde surjan opiniones diferentes.
Ese es el problema de la historia de México, que al ser oficial, no admite estudios historiográficos. Es una “verdad” que no admite críticas y por ello no se debate.
Pongamos un ejemplo, desde el año 2002, arbitrariamente han intentado cambiar el nombre de la Bahía de Acapulco por el de Bahía de Santa Lucía, argumentando que nuestra rada fue descubierta y nombrada así el 13 de diciembre de 1521 por un marino de nombre Francisco Chico, del que no existe prueba alguna de su existencia.
Los promotores de la “santificación” de nuestra bahía, dan como cierta la versión de Tomás Oteiza Iriarte publicada en la década de los 60 del siglo pasado en su ameno libro “Acapulco, la ciudad de las naos y sirenas modernas”, en donde cita a Vicente Riva Palacio (“México a través de los siglos”) que a su vez también citó a otros cronistas sobre un supuesto recorrido de Francisco Chico por el litoral del Pacífico. Riva Palacio ni los autores a los que se refiere escriben del descubrimiento de la Bahía de Acapulco, sólo de un periplo por mar de Zacatula (desembocadura del Río Balsas) a Tehuantepec.
José Andrés Pérez García, autor del libro aún inédito “Del Acapolco al Acapulco de crónicas y de historias fallidas”, escribió una carta dirigida al arzobispo de Acapulco, Leopoldo González González, pues la arquidiócesis promueve el cambio de nombre de la bahía, en donde José Andrés concluye que Francisco Chico no existió, pero sí Francisco Álvarez Chico, que fue alcalde de Veracruz y que murió en la isla de Santo Domingo en 1520 durante una misión que le confirió Hernán Cortés.
Nos dice el autor del libro aún inédito que Zacatula fue descubierta por Juan Rodríguez de Villafuerte y Simón de Cuenca en marzo de 1523, por lo cual la versión de que en 1521 se inicia desde Zacatula la expedición de Francisco Chico es falsa.
Sobre el nombre de la santa romana, el autor del libro escribe que en la expedición de Alejandro Malaspina (1789-1794), durante su estancia en Acapulco, el cartógrafo oficial Felipe Bauzá y Cañas, realizó un plano de la bahía (1791) y que ya en España y al ser perseguido por Manuel Godoy (ministro de la Corte española) y estando ya injustamente preso Malaspina, huyó a Londres, pero antes le regaló una copia a Alexander von Humboldt que sin ningún cambio lo publicó como de su autoría en el año 1811 en su obra “Atlas geográfico y físico del Virreinato de la Nueva España”, en el cual al área marítima de Tambuco (en donde hoy están los muelles del Club de Yates), Bauzá y Cañas le impuso el nombre de Ensenada Santa Lucía, para congraciarse con Malaspina, que como la santa, era italiano.
Así las cosas, el Ayuntamiento de Acapulco que preside Evodio Velázquez, a petición de cronistas e historiadores acapulqueños, entre ellos Leonardo Flores y José Andrés Pérez García, dejó sin efecto el “Día de la Bahía de Santa Lucía” (13 de diciembre) en un acuerdo firmado por el cuerpo edilicio en la sesión ordinaria del 27 de junio de 2016.
En dicha sesión ordinaria se informó que no se encontró ninguna acta de cabildo anterior en donde al 13 de diciembre se le designe “Día de la Bahía de Santa Lucía”. Entonces es –agregamos nosotros- una más de las leyendas urbanas con las que se pretende convertir una mentira en verdad.
Está claro que el nombre oficial es Bahía de Acapulco y no de Santa Lucía. Empero, algunos desinformados, entre ellos religiosos, periodistas y poetas, insisten en alterar el nombre histórico y oficial de la rada acapulqueña.
A ellos, les recordamos que la historia no debe basarse en mitos tratando inútilmente de convertirlos en dogmas y que debe discutirse en la búsqueda interminable de la verdad.