Teléfono rojo
La reclamación del sufragante
El crimen organizado, paulatinamente, se está apoderando del país, y de esa acción parte la gran misión del próximo gobierno de la República: recuperar la seguridad perdida a lo largo de los últimos cuarenta años.
Todo empezó en Guadalajara, en 1980, donde un grupo de sinaloenses convirtió la ciudad como sede de su poder criminal; Ernesto Fonseca, Rafael Caro Quintero, Miguel Ángel Félix Gallardo y otros delincuentes, a sangre y fuego controlaron el tráfico de drogas, sin duda alguna, con el apoyo de algunos funcionarios estatales y federales, y con “la vista gorda” policiaca y militar.
Cuando los capos asesinaron en 1985 al agente de la DEA, el estadounidense Enrique Camarena Salazar, la fuerza del gobierno mexicano los encarceló, pero otros los substituyeron, entre ellos Joaquín Guzmán Loera, Amado Carrillo y Marcos Arturo Beltrán Leyva.
Otras organizaciones criminales se formaron: el cártel de Tijuana, dirigidos por los hermanos Arellano Félix, y el del Golfo, bajo el mando de Juan García Ábrego.
Cuando los capos caían en manos de la justicia, sus organizaciones se atomizaron, es decir, se dividieron en partes pequeñas.
Fue así como en el Estado de Guerrero aparecieron pequeños cárteles de la droga, como “Los rojos”, “El cártel independiente de Acapulco”, “Guerreros”, “Tequileros” y otros más, que al disputarse las “plazas” se están matando entre ellos.
Estos grupos cobran cuotas a los comerciantes de todos los niveles para poder operar. Quien no les paga es asesinado.
Y es tan lucrativa esa actividad criminal, que poco a poco se van extendiendo a lo largo y a lo ancho del país.
Cancún y la Riviera Maya, hasta hace poco una zona turística segura, está frenando su desarrollo por los altos niveles de criminalidad.
Los Estados de Querétaro, Guanajuato y Zacatecas, perdieron la tranquilidad que los caracterizaba. Y hasta Yucatán está en peligro, pues ya la delincuencia organizada está penetrando en Mérida y Progreso.
Ese es la gran misión de Andrés Manuel López Obrador.
¿Cómo le va a hacer? No lo sabemos, y creemos que ni él tampoco lo sabe.
¿Con una amnistía? Esto implica el perdón, y hay ciertos delitos imposibles de perdonar.
Podría utilizar a los cinco mil militares que integran actualmente el Estado Mayor Presidencial, que Andrés Manuel dice desintegrará, para formar un cuerpo de combate al crimen organizado, que incluya grupos de inteligencia cibernética y financiera, pues está comprobado que a los narcotraficantes les afecta más que les confisquen sus fortunas que los encarcelen.
Algo tiene que hacer Andrés Manuel López Obrador, los votos a su favor que por millones formaron un “maremoto electoral”, y quienes los depositaron en las urnas así lo reclaman.