Hoja verde
Cuando se llega al delirio
Cuando la ciudadanía decide juzgar y castigar a quienes se presume cometieron un delito, está claro que no confía en las jurisdiccionales que la ley tiene establecidos para ventilar y sentenciar.
Entonces, hay un marcado rechazo de las instituciones y se da un primer paso para llegar al anarquismo, que es la ausencia del poder público y la supresión del Estado.
Ayer y anteayer, en los estados de Puebla e Hidalgo, ejecutaron sin proceso alguno a cuatro sospechosos de ser robachicos. Fueron quemados vivos por un grupo de vándalos.
En el caso del linchamiento de Puebla, las autoridades declararon que eran dos campesinos que pasaban por Acatlán de Osorio, fueron señalados, sin pruebas, como secuestradores de menores de edad y detenidos por la policía municipal.
De la cárcel fueron sacados por un grupo de personas para ser quemados hasta morir, en un acto de fiereza y crueldad, en una manifestación de barbarie de la que tenemos que avergonzarnos los mexicanos.
El segundo acto barbárico fue ayer en Santa Ana Ahuehuepan, en el municipio de Tula, Hidalgo.
Sospechosos de ser secuestradores de niños, un hombre y una mujer fueron salvajemente rociados de gasolina y quemados. El hombre murió en el lugar de los hechos y la mujer en un hospital.
¿Qué está pasando en nuestro país? ¿A qué obedecen esos niveles de salvajismo?
Sin duda alguna a la inseguridad y a la incapacidad del Estado para garantizar la paz social.
El crimen organizado está presente en casi todo el país, y entre todo un copioso abanico de delitos, está el del secuestro de niños para extirpar sus órganos y venderlos para trasplantes.
Y hay una sicosis en algunas poblaciones que llega al delirio y a la alucinación, sobre todo en el medio rural, en donde toda persona extraña está bajo sospecha de ser un robachico.
Por otra parte, en las redes sociales se alarma a la población al publicar gente irresponsable noticias falsas sobre secuestros de niños.
Es el lado negativo de la modernidad: Facebook y Twitter, sin control alguno en sus publicaciones, avivan la esquizofrenia y la paranoia.
Cierto que esas sicopatías han estado presente a lo largo de la historia nacional, mucho antes de la aparición del internet, el teléfono “inteligente” y las redes sociales.
Recordemos que el 14 de septiembre de 1968, hace casi cincuenta años, en el poblado de San Miguel Canoa, en el estado de Puebla, un cura posiblemente perturbado mental, incitó a la población a linchar a un grupo de estudiantes a quienes confundieron con agitadores políticos.
La muerte de esos jóvenes no se olvida, como tampoco se olvida, no se perdonará y no se olvidará nunca los asesinatos de los estudiantes en Tlatelolco, el 2 de octubre de ese fatídico 1968.